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La Opinión

El enojo social toma más impulso en el mundo  

el enojo social en esa nación sigue vivo en Nicaragua, Cuba, Chile y otros países de América Latina

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Parece que las sociedades del mundo ya no están dispuestas a dejar que sus gobernantes sigan haciendo lo que mejor les parezca, no importa si es en beneficio o en perjuicio de los ciudadanos, para muestra, están las protestas en Francia, Israel, Irán, Perú, México, entre otras.

Han pasado casi 13 años desde que estalló la Primavera Árabe, una espontánea manifestación civil en Túnez, tras el despojo de las mercancías de un vendedor ambulante por parte de la Policía, lo que provocó el derrocamiento del dictador Ben Ali, y destapó el enojó social en varios países árabes (Egipto, Libia, Yemen, Siria y Baréin) exigiendo mejores condiciones de vida.

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No es que las protestas no estuvieran, siempre han estado, pero comenzaron a tomar un tono más importante, se han convertido en la herramienta más poderosa para detener, frenar o quitar a los gobernantes que siempre están llevando agua a su molino, los casos más claros en América Latina se han presentado en últimas fechas en Chile, Nicaragua, Cuba y México.

En 2019, las protestas en Chile estallaron por el incremento al precio del transporte Metro, pero sólo fue la mecha del enojo social, los estudiantes se subieron a esa bandera para reclamar lo costosa que es la educación en ese país y, fueron más allá, al pedir que se conformará una nueva Constitución Política, que sacudiera por completo el sello de Pinochet.

Por su puesto, el entonces gobierno de Sebastían Piñera empleó la fuerza para tratar de contener el enojo social e impuso un toque de queda, nada de eso funcionó, porque la misma ira le abrió la puerta a su sucesor Gabriel Boric y a la conformación de una nueva Constitución, que está en ciernes.

Desde 2018, la sociedad nicaragüense comenzó a tomar las calles, después del anuncio del gobierno de Daniel Ortega sobre una reforma a la Seguridad Social, que luego fue retirada, pero que ya no puedo frenar el enojo y por consecuencia la represión de ese régimen que dejó en aquella ocasión uno 560 muertos, muchos jóvenes pues ellos encabezaron las manifestaciones.

Las  cosas no pararon ahí, el año pasado el mandatario Ortega montó un teatro y una cacería para detener a cientos de opositores, pero sobre todo, a posibles candidatos a la Presidencia para que no le estorbaran en su proceso reeleccionista, tras “conseguir” su quinto gobierno, en febrero pasado expulsó a 222 incómodos y a otros casi 100 les quitó su nacionalidad. Aunque el enojo social en esa nación sigue vivo.

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En Cuba, las cosas no han sido menos malas, el 11 de julio de 2021, estalló una macromanifestación en contra de la dictadura cubana, en medio de la pandemia de COVID-19, para exigir medicamentos, alimentos y para exigir libertad de expresión, el resultado fue de más de mil detenidos y hoy en día cientos de condenados, sólo por pedir de comer y medicamentos para atenderse.

En México también hace aire, el 23 de febrero, los mexicanos llenaron el Zócalo de la CDMX para rechazar el llamado Plan B del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que busca modificar las leyes electorales y acotar la funciones del Instituto Nacional Electoral (INE), una de las instituciones en México más robustas y con mejor prestigio. Civiles y oposición no han dejado que eso suceda, pues esa misma institución arbitró la llegada del actual mandatario.

Perú atraviesa por una tensa calma, después de una ola de protestas que han dejado, al menos 67 muertos, para exigir la renuncia de la presidenta Dina Boluarte y la excarcelación del presidente Pedro Castillo, detenido el 7 de diciembre de 2022, tras encabezar un autogolpe de Estado fallido.

Muchos seguidores de Castillo, la mayoría de estrato indígena, señalan que el exmandatario fue removido por su condición precisamente indígena, pero también es cierto que pesan sobre él y varios de sus familiares acusaciones de corrupción al grado que parte de su familia está asilada en México.

Donde las cosas están que arden es en Francia e Israel, en el primero el presidente Emmanuel Macron fijó como meta de su segundo gobierno una reforma impopular al Sistema de Pensiones que pasará la jubilación de 62 a 64 años, con la finalidad de fortalecer económicamente ese rubro, pero los franceses nunca han estado de acuerdo con la medida y llevan varios días en paro y marchas.

Una muestra del enojo son las calles de París repletas de basura, pero el mandatario galo está empeñado en que su reforma entre en vigor el próximo fin de año, de hecho se saltó la aprobación legislativa debido a que tiene un poder especial, pero no puede ignorar la ira en las calles, más tarde que temprano, su primera ministra tendrá que dejar el poder y posiblemente él también.

En Israel, las cosas están que arden e incluso le pueden costar también el cargo al primer ministro Benjamin Netanyahu, quien tuvo que frenar su plan de reforma Judicial hasta abril próximo, debido a la ola de protestas en los pasados 30 días y una huelga generalizada, que en las últimas horas ambas tomaron más fuerza y lo obligaron recular.

La decisión del primer ministro de despedir a su ministro de Defensa, luego de que este pidió una pausa a la reforma, fue la gota que derramó el vaso de una sociedad molesta, con su premir que todavía tiene cuentas pendientes con la ley, porque tiene un juicio abierto por corrupción, eso dice mucho de sus intenciones. 

Entre sus controvertidas medidas incluye la “cláusula de anulación”, por la que una mayoría parlamentaria podría revertir fallos del Supremo; además de dar al gobierno control casi total sobre la elección de los jueces y permitir que cargos políticos ocupen los puestos de asesores legales de los ministerios. 

Sin duda, los mandatarios buscan que todo sea a modo para ellos, sin importar si se benefician las poblaciones o no, al final los gobernantes son los que están en el poder, que casi de manera natural los lleva a la riqueza y desafortunadamente a la corrupción, pero con lo que no contaban es que cada vez es más visible el enojo social en las calles y cuando una sociedad se pone de acuerdo no hay quien lo pare. O usted ¿qué cree?  

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