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La Opinión

Donald Trump radicalizó a la Corte Suprema de Estados Unidos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump le tocó inclinar la balanza para transformar a la Corte Suprema en un poder ultraconservador

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Donald Trump nomina a Amy Coney Barrett para la Corte Suprema.

La Corte Suprema de Estados Unidos atraviesa por un preocupante desequilibrio ideológico social. Al presidente Donald Trump le tocó inclinar la balanza, para transformarla en un poder ultraconservador, que echa a la basura cientos de logros en los derechos que han alcanzado las minorías durante varias décadas de lucha.

Me refiero al tan peleado respeto a la gente de color, que tras varias décadas logró que sus derechos humanos sean reconocidos, se sigue luchando y sean respetados. Baste recordar el boicot de autobuses de Montgomery, en 1955, y el asesinato de Martin Luther King, en 1968, ambos hechos marcaron un antes y un después de esta batalla social en Estados Unidos. 

También me refiero al derecho al aborto, al derecho a las bodas entre personas del mismo sexo, a la lucha por la restricción de la compra y uso de armas que tantas matanzas ha provocado. La verdad es que nada de esto le interesa a los grupos conservadores, más bien preferirían que no existiera.

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Donald Trump ya había tenido la oportunidad de nominar a dos jueces, antes de destapar a Amy Coney Barrett para ocupar la plaza de la fallecida Ruth Bader Ginsburg, con lo cual deja ampliamente marcada la influencia de los republicanos conservadores, pero la nominación en este momento más que beneficiarlo puede sumar en su contra, en su intención de quedarse en la Casa Blanca.

Lo que quizá el equipo de  Dondal Trump no tiene calculado es que las minorías, las más afectadas con esta metamorfosis de la Corte Suprema, representan un actor muy importante y decisivo en las próximas elecciones y puede no favorecer al mandatario en las urnas. 

Los latinos hoy son la primera minoría en Estados Unidos y están habilitados para votar el próximo 3 de noviembre de 2020. Todos ellos son 32 millones de personas, claro dentro de este universo el republicano tiene a sus propios seguidores, pero la balanza favorece a los demócratas.  

Con la nominación de Coney Barrett, el mandatario republicano le habla al oído a su base electoral (40 por ciento), hombres blancos, solteros, con bajo nivel educativo y mayoritariamente conservadores, que por lo menos acude una vez a la semana a la iglesia y que en promedio carece de titulación universitaria.

Además, poseen más armas, consideran la bandera confederada como un símbolo de orgullo sureño, piensan que los negros son los responsables de no “salir adelante” como otros ciudadanos, niegan la contribución del ser humano al cambio climático, creen que todos los ciudadanos tiene las mismas oportunidades en la situación económica actual y consideran que el gobierno debería promover valores tradicionales en la sociedad.

Al designar a la jueza Coney Barrett, el presidente Trump también dio el primer paso para consolidar una mayoría conservadora de 6-3 en la Corte Suprema, un cambio que marca el comienzo de cambios radicales en la atención médica, así como en el voto, el aborto y los derechos a las armas.

Es tan prioritario el tema de la Corte Suprema que el primer debate abrió discusión con la nominación de Coney Barrett, por su puesto, Trump lo defendió como su derecho y el candidato demócrata Joe Biden dijo que ese destape pone, entre otras cosas, en riesgo el sistema de salud de millones de estadounidenses y que esa designación debería de concretarse después del 3 de noviembre.

De 48 años, Barrett es una devota católica que afirmó en un artículo publicado en 2013 que “la vida comienza con la concepción”. Planteamientos como este le han granjeado el favor de grupos religiosos conservadores que desean revertir la histórica decisión judicial que en 1973 legalizó el aborto en todo el país.

Barrett ha votado a favor de las políticas de dureza frente a la inmigración de Trump y se ha manifestado a favor del derecho de los estadounidenses a tener y portar armas.

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Fue Trump quien la nominó en 2017 para el 7º Circuito de Apelaciones con sede en Chicago, cargo para el que fue confirmada por el Senado en una votación en la que obtuvo 55 votos a favor y 43 en contra después de un arduo proceso.

Donald Trump ya había pensado en ella para reemplazar al juez Anthony Kennedy en la Corte Suprema en 2017. Después de graduarse en la Escuela de Leyes de la Universidad de Notre Dame, en Indiana, Barrett trabajó como asistente del juez Antonin Scalia, fallecido en 2016 y como académica en Notre Dame cerca de 15 años.

Nacida en Nueva Orleans, Barrett vive en South Bend, Indiana, con su marido, Jesse, ex asistente del fiscal en el Distrito Norte de Indiana que ahora trabaja para una empresa privada. La pareja tiene siete hijos. incluidos un niño y una niña de Haití adoptados. Ella es, a su vez, la mayor de siete hermanos.

Coney Barrett está nominada para cubrir la plaza que dejó la jueza Ginsburg, icono de la defensa de los derechos de la mujer, de los derechos de los migrantes, entre otros, quien murió, el pasado 18 de septiembre, de un cáncer de páncreas.

El asunto se torna bastante delicado, sobre todo, si consideramos que el primer debate presidencial no logró definir a los indecisos y Trump puede continuar como presidente cuatro años más, al igual que los republicanos pueden seguir controlando el Senado, eso limpia el paso para que los conservadores (léase racistas) sigan haciendo de las suyas.

Es inevitable señalar que el primer debate entre Trump y Biden fue el típico pleito entre pasajeros de un transporte público en México, donde salen todo tipo de recordatorios familiares, la razón, porque uno testereó al otro, el problema en EU es que estaban discutiendo por el control del país más poderoso del mundo, aunque más bien parecían políticos de tercera. ¡Que lamentable!

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