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La Opinión

Andrés Manuel López Obrador dio un grito simbólico y en solitario

El grito de Andrés Manuel López Obrador reproducido por bocinas no sustituyen al clamor del pueblo, quien está confinado por culpa del Covid-19

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Jacques Coste
“Sólo cada cien años nace un líder como tú, Andrés Manuel”, dice Layda Sansores.

El de Andrés Manuel López Obrador es un gobierno de símbolos y palabras, más que de políticas públicas y acciones. Y vaya que la celebración del grito de independencia del 15 de septiembre de 2020 fue simbólico y representativo. La imagen de López Obrador gritando “vivas” a todo pulmón frente a la plancha del Zócalo vacía quedará para la posteridad. 

Unas bocinas reproduciendo ovaciones no sustituyen al clamor del pueblo, pero unos cuantos políticos aduladores y soldados patriotas bastan para satisfacer el ego del presidente. Ésa es la viva imagen del gobierno de López Obrador. 

Puede haber 70 mil muertos (oficiales) por la pandemia de coronavirus (Covid-19), decenas de miles de desempleados, miles de nuevos pobres, cientos de empresas quebradas, decenas de madres clamando por justicia para sus hijos e hijas y un puñado de gobernadores inconformes y disidentes, pero nada de eso inmuta al presidente. 

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Nada de eso conmueve al presidente Andrés Manuel López Obrador. Nada de eso modifica su proyecto político. Nada de eso lo hace dudar de seguir invirtiendo todos los recursos del Estado en Pemex. Nada de eso lo hace repensar su política social clientelar y paternalista. 

Parafraseando al propio Andrés Manuel López Obrador, que el país se esté hundiendo le hace al presidente “lo que el viento a Juárez”. 

Él ya está en el poder. La virtud del pueblo, la fuerza de la historia y la divina providencia lo llevaron hasta allí. ¿Por qué habría de considerar mover un ápice sus prioridades? 

Esta mentalidad se fortalece con ese grupo de aduladores del que hablé antes. Basta con repasar los tuits de quienes acompañaron al presidente en la ceremonia del grito para entender a lo que me refiero. 

John Ackerman, el secretario (sin cartera formal) de Propaganda, tuiteó: “Un bello encuentro muy austero pero lleno de orgullo patrio y esperanza transformadora. #EsUnHonorEstarConObrador”. 

Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública, siguió la misma línea: “Cita histórica con el equipo del presidente @lopezobrador_ y el valiente gabinete del @GobiernoMX de la #4T en este segundo #GritoDeLosLibres desde Palacio Nacional”.

Podría argumentarse que dolosamente elegí los comentarios de los dos casos más extremos de adulación de la 4T. Es cierto, es difícil ganarle a Ackerman y Sandoval en cuanto a nivel de idolatría se refiere, pero su comportamiento de ninguna manera es excepcional. 

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Tan sólo dos días antes del grito, el 13 de septiembre, la alcaldesa de Álvaro Obregón de la Ciudad de México y aspirante a gobernadora de Campeche, Layda Sansores, declaró “sólo cada cien años nace un líder como tú, Andrés Manuel”. 

Otros dos días antes, el 11 de septiembre, el aspirante a dirigente de Morena, Alejandro Rojas Díaz Durán, propuso que el estado natal del presidente se denomine “Tabasco de López Obrador”. Podrían llenarse páginas y páginas con ejemplos como éstos. 

Además de contar con un gabinete de porristas, el presidente cuenta con un grupo de guardaespaldas mediáticos que sale en su defensa ante la más leve crítica. 

AMLO es de por sí intolerante. A sus ojos, quien se le opone no está contra su gobierno, sino contra el pueblo, contra la Nación y contra la Historia. Los guardaespaldas mediáticos que ven amenazas golpistas en cada artículo crítico o un traidor a la patria en cada intelectual disidente no hacen más que reforzar este nocivo rasgo de la personalidad de López Obrador.

Mientras AMLO tenga a su club de aduladores y guardaespaldas junto a él, nada lo hará cambiar de parecer. Su megalomanía, su obsesión con estar del lado bueno de la historia y su autodesignación como único representante legítimo del pueblo de por sí le dificultan ver la realidad. 

Ahora, imaginemos a todos esos aduladores reforzando esas ideas diariamente, repitiéndole lo grandioso que es: en público y en privado, en las mañaneras y en su oficina de Palacio Nacional, en sus giras y en sus reuniones. 

Imaginemos, también, lo que siente un líder mesiánico al ver a los militares saludándolo con la misma solemnidad con la que saludan a la bandera y desplegando un desfile de vehículos y aeronaves sólo para él. “Me reverencian con el mismo fervor con el que reverencian a los símbolos patrios; soy el nuevo padre de la Nación” o, mejor aún, “soy el padre de la Nueva Nación”.

Por eso es tan simbólico el grito de independencia con el Zócalo vacío, tan sólo con la comitiva militar y el gabinete de aduladores. No hay, ni habrá, una fotografía más representativa de la cuarta transformación en lo que resta del sexenio. 

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