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La talabartería es un oficio que perdura en La Noria (Sinaloa)

A los 11 años, Roberto Morán aprendió de su padre el arte de trabajar el cuero de manera artesanal

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Foto: Carla González

MAZATLÁN, Sinaloa. Roberto Morán es la segunda generación de su familia que se dedica al oficio de la talabartería, el arte de trabajar diversos tipos de pieles y cueros, principalmente la vaqueta, para caballerías.

Lo inició su padre, don Manuel Morán, hace ya más de 50 años. Su taller está ubicado en el pueblo de La Noria, donde esta tradicional ocupación ha sobrevivido a lo largo de los años gracias a las familias que siguen fabricando artículos de cuero de manera artesanal.

“La talabartería yo lo aprendí de mi papá, yo soy la segunda generación, mis hijos también lo saben, pero ellos están estudiando otras cosas”, contó Roberto.

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Recordó que desde los 11 años se inició en el oficio, lo primero que aprendió a hacer fue grabar el cuero y a los 16 años ya hacía sillas de montar; en aquel tiempo era el principal artículo que se fabricaba. Desde hace 27 años quedó al frente del taller y poco a poco ha ido innovando.

“Yo lo seguí trabajando, nada más hice un poquito de cambios, saliendo de lo tradicional, que es la silla de montar, todavía lo seguimos haciendo, pero me enfoqué también en el turismo; elaboramos lo que es el cinturón, el huarache, bolsas, máscaras, fundas para machetes y carrilleras para tequila”, comentó.

A pesar de los años, mencionó, la actividad se ha mantenido, incluso más talleres han abierto; sin embargo, sólo quedan tres talabarterías que fabrican las sillas de montar y hay alrededor de otras cinco que fabrican huaraches y otros accesorios.

“Lo principal es el fuste, es la madera que lleva la silla de montar, lo demás es la piel, manejamos lo que es la vaqueta de res y derivados, como el forro, gamuza y ya lo demás son cosas de ferretería, argollas, chapetones…”, detalló.

La silla que se ofrece es de calidad y fabricada 100 por ciento por manos artesanas de La Noria, lo que hace mover también la economía del pintoresco pueblo.

“Hay carpinteros locales muy buenos, antes aquí se curtían las pieles y sacaban muy buenas vaquetas, pero cerraron los negocios por los costos tan elevados de la materia prima para curtir”, señaló.

Culiacán, Cosalá, Durango y Chihuahua son parte de su mercado, pero también el sello de los Morán ha llegado al extranjero.

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“Un señor que tiene una tienda de tequilas en Suiza se llevó una silla, me la compró nada más para decoración, me mandó la foto. Se siente muy bonito, se siente una satisfacción cuando valoran tu trabajo, hay gente que menosprecia el trabajo o lo quieren malpagar, pero también me han tocado clientes que me dicen: ‘no regales tu trabajo’”, dijo con orgullo.

La silla más económica cuesta dos mil 500 pesos, pero según el trabajo puede llegar a costar hasta 10 mil y su peso es de entre 11 y 10 kilos.

“Primero que nada se corta la vaqueta, empezamos a recortar las piezas, le ponemos forro, pasamos a la costura, se le da el acabado y se empieza a armar. Para los huaraches es casi lo mismo, se corta la planta, se pega con el hule y se pasa a la costura, se lija y queda lista para las correas, después se le da acabado con color y si el cliente quiere le podemos poner su nombre, son personalizados”, explicó.

El precio de los huaraches va desde los 150 pesos y hasta los 250, según la medida del cliente este puede variar, además, manejan calzado hasta el número 12.

Al igual que todas las actividades comerciales, la talabartería se vio afectada por los estragos que ha dejado la pandemia por el Covid-19, pero cómo dicen por ahí: “o te reinventas o te extingues”.

“Por la parte del turismo sí nos afectó, pero nos hizo trabajar de otra manera, con las redes sociales, se trabajó la venta local, no ganas lo mismo, pero sobrevives”, mencionó.

En su taller da empleo a ocho personas y éste se ubica a un lado del restaurante El Aureliano de La Noria, frente a la plazuela.

Carla González | El Sol de Mazatlán

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