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El Extranjero

Así es el pequeño Haití en Culiacán, resultado de la migración a Estados Unidos

Al llegar a Culiacán, las condiciones en las que viven unas horas los nativos de Haití, quizá uno o dos días antes de seguir su camino, son inhumanas

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CULIACÁN, Sinaloa.- Poco a poco, los migrantes que buscan llegar a los Estados Unidos para cumplir el sueño americano han llegado a las tierras fronterizas. Aquellas personas sin documento se les comienza a ver cansados, llevando consigo ilusiones, dolores y nostalgia.

Al llegar a Culiacán, las condiciones en las que viven unas horas, quizá uno o dos días antes de seguir su camino son inhumanas. Algunos buscan posadas para hospedarse, si les va bien, mientras los otros, que solo van con la bendición de su familia, recurren a las famosa cuarterías para pasar esos dos o tres días en la capital del estado.

Jean-Pierre, originario de Haití, al pasar por Culiacán, cuenta su historia, una historia llena de horror y de lucha por sobrevivir, aunque con mejor suerte, su familia lo está apoyando para el trayecto.

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Con un español fluido, aclara que su lengua materna es el francés, pero que la necesidad lo hizo aprender español y que ya está estudiando el inglés, para cuando llegue a EU y pueda encontrar un buen trabajo.

Habla poco de su travesía. Dice que pagó 300 dólares para que unos balseros lo pasaran por el río Suchiate, venía con su novia, ambos estudiaron ingeniería, pero ya en territorio mexicano, durante una redada perdió a su novia, no sabe dónde está, huyeron por el monte. Él fue violado por una turba…

La ilusión por llegar a EU es lo que lo mantiene en pie, empezó a unirse a otros grupos, en total son diez los que se adhirieron para cuidarse, juntaron sus fortunas y se compraron una pequeña camioneta de redilas para seguir con la travesía.

De entrada, señala que va a Tamaulipas, el grupo confirma en una sola voz: sí, sí al norte, ya después entre plática y plática, confirma que es Tijuana a donde van y que la mayoría tiene familia en California, Colorado y Nevada quienes los están apoyando económicamente.

Hicieron parada en Culiacán para darle mantenimiento a la camioneta, comprar víveres y seguir su camino, se han quedado en una posada, dice, para no despertar la curiosidad.

Explica que al ver a unos “paisanos” en la calle pidiendo caridad, los orientaron, pero que sólo una noche alojaron en ese lugar, por la desconfianza que les dio la gente “vagabunda” que vive ahí.

“Nous peuple de paix”, nosotros somos gente de paz, explica, por ello, están cerca de la Isla de Orabá, a un lado del parque acuático donde descansan, incluso, pudieron bañarse muy temprano para seguir en busca del sueño que los mantiene juntos y unidos.

Sin embargo, la capital del estado, cada vez más se está viendo inundada por gente indocumentada que en los cruceros se dedican a pedir apoyo. Son familias completas que viven de la mendicidad, incluso, algunos portan cartelones demandando ayuda para seguir su peregrinar al norte del país.

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El padre Miguel Ángel Soto Gaxiola, quizá uno de los sacerdotes de la Diócesis más comprometido con los que menos tienen, advirtió que en Culiacán, hay varios tipos de migrantes, entre ellos, los que van de paso y los que se quedan, mejor conocidos como migrantes charola.

Asegura que hasta el momento la casa del Peregrino, así como el desayunador del templo del Carmen no ha recibido a grupos de migrantes, porque son pocas las caravanas que pernoctan en Culiacán ya que su interés es llegar a la frontera.

Precisa que los migrantes que pasan por nuestra ciudad por situaciones de pobreza o de violencia en su lugar de origen (haitianos, hondureños, guatemaltecos, etc.), a veces vienen en caravana, otras en familia y a veces solos.

“Este tipo de migrante no anda en la calle pidiendo dinero porque les da vergüenza. Ellos por su paso por nuestro país llegan a las casas de migrantes, porque saben que son seguras y que gratuitamente recibirán comida, alojamiento y ropa limpia”, señala.

El sacerdote informa que a lo largo y ancho del país hay 104 casas de migrantes, de las cuales, 96 son atendidas por la Iglesia Católica.

El migrante que sí está pernoctando en Culiacán, aclara, es el migrante charola y que regularmente es gente de color, viajan en familia -dos o tres familias juntas-, se hospedan en hoteles, comen en restaurantes y si la gente le ofrece la ayuda de la casa del migrante de la ciudad te responden que sí, pero piden que les den dinero para el taxi para llegar ahí. Sin embargo, se quedan con el dinero.

“Estos hermanos nuestros en Culiacán ya tienen sus puntos estratégicos bien escogidos: el tope del parque 87, las vías del tren entre la central y la U de O, frente al Fórum, por mencionar algunos”, indica.

El padre Miguel Ángel dijo que los migrantes charola se identifican fácilmente: mochilas al hombro, chanclas y calcetas, ropa limpia, no deshidratados ni desnutridos: sanos, no son violentos. Siempre están en familia. Se llevan a los niños para sensibilizar a la población.

Destaca que su objetivo no es llegar al norte, como está sucediendo actualmente con el flujo masivo de migrantes que a toda costa quiere llegar a EU.

“Los migrantes charola van ciudad por ciudad, por toda la República pidiendo dinero. Ese ya es su modus vivendi”, advierte.

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Explica que ha platicado con algunos de ellos y le han dicho que la gente más generosa de todo el país es la de Culiacán.

“Si les creo. Aquí les va bien”, dice, por lo que cada vez vemos más migrantes charola en la capital del estado.

El sacerdote, aclara que no se opone a que los ayuden, pero, explica que en su experiencia en obras sociales ya aprendió a que los que “piden” nunca hay que darles lo que solicitan, sino lo que verdaderamente necesitan.

“Quien se acerca a pedirte dinero. Pregúntale, para qué quiere el dinero, si es para comer, pues mándalo al Carmen donde se le dará alojamiento, comida, ropa, boleto de autobús, medicamento, etc. O dale comida, medicamentos, boleto para el traslado, Con esto, no pretendo descalificar a todos los que piden en la calle, pero sí advertir de esta situación del migrante charola”, dijo.

Sin embargo, llamó a la ciudadanía a apoyar porque en nuestra ciudad tenemos muchas instituciones que apoyan a los más vulnerables: mujeres embarazadas, enfermos, discapacitados, adictos, hermanos en pobreza extrema, etc y migrantes.

“Lo importante es ayudar… pero ayudar a quien verdaderamente lo necesita”, concluyó.

Irene Medrano Villanueva | El Sol de Sinaloa

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