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El Extranjero

Las pandillas toman el control de Haití

Las pandillas de Haití son financiadas por poderosos políticos y sus aliados, y muchos de ellos sienten que están perdiendo el control de los grupos armados

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La Policía Nacional de Haití advirtió de que impedirá cualquier manifestación, tras el llamado que lazó el líder de la banda armada más poderosa del país al convocar protestas para mañana lunes en busca de exigir reformas políticas, casi una semana después del asesinato del presidente Jovenel Moïse.

El expolicía Jimmy Cherizier, alias Barbecue, líder de G9 an Fanmi e Alye, la federación de bandas armadas más importante del país, ha venido arengando a la gente en contra de los partidos políticos, el gobierno y de los grupos opositores. 

La dirección general de la Policía recordó a la población que toda manifestación en la vía pública está “fuertemente prohibida” en virtud del estado de sitio impuesto por el Gobierno el pasado miércoles, tras el asesinato de Moïse.

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Desde comienzos de 2020, las bandas armadas siembran el terror en el país caribeño. Alentadas por la impunidad y sus relaciones privilegiadas con las autoridades, las pandillas triplicaron los secuestros el año pasado, a pesar de la pandemia, en barrios populares de la capital. 

Los reportes presentados por la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH) ante el Consejo de Seguridad, los casos se incrementaron un 200 por ciento entre enero y mayo de 2020 con respecto al periodo anterior. En total, 92 casos fueron reportados a la Policía en ese periodo, 50 de ellos en febrero. 

Las pandillas de Haití son actualmente financiadas por poderosos políticos y sus aliados, y muchos de ellos sienten que están perdiendo el control de los grupos armados que cada vez son más fuertes y que han desplazado a miles de personas de sus viviendas mientras libran luchas territoriales, matan civiles y allanan almacenes de comida.

La intensificación de la violencia de pandillas podría agravarse y también amenaza con complicar los esfuerzos políticos para que la nación se recupere del asesinato del presidente Moïse .

El gobierno de Haití está desorganizado: no hay Parlamento, ni Presidente, existe una disputa en torno a quién es el primer ministro y su cuerpo policial es débil. Sin embargo, las pandillas parecen estar más organizadas y fuertes que nunca.

Aunque la violencia se ha concentrado en la capital Puerto Príncipe, ha afectado la vida a lo largo y ancho de Haití, paralizando la frágil economía, cerrando escuelas, abrumando a la policía e irrumpiendo las labores para luchar contra la pandemia de Covid-19.

“El país está transformado en un amplio desierto en el que los animales salvajes nos engullen”, dijo la Conferencia Haitiana de Religiosos en un comunicado emitido recientemente en el que denunció el aumento de la delincuencia violenta. “Somos refugiados y exiliados en nuestro propio país”, de acuerdo con la agencia AP.

Las pandillas han robado recientemente miles de sacos de azúcar, arroz y harina, además de que han saqueado y quemado casas en la capital. Ello ha provocado que miles de personas busquen refugio en iglesias, campos y en un gimnasio, donde el gobierno y los donantes internacionales batallan para alimentarlos y encontrarles un alojamiento a largo plazo.

Entre los desplazados hay personas discapacitadas que se vieron obligadas a huir el mes pasado cuando las pandillas prendieron fuego a un campamento donde se habían asentado luego de resultar heridos en el catastrófico sismo de 2010, que dejó oficialmente 316 mil fallecimientos.

Los expertos señalaron que la violencia está en su peor nivel en casi dos décadas, desde antes de la creación de una segunda misión de mantenimiento de paz de la ONU en 2004, que no han dado buenos resultados en el considerado país más pobre de la región.

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Los programas dirigidos a reducir las actividades de pandillas y un flujo de ayuda luego del sismo ayudaron a reducir parte del problema, pero una vez que el dinero se acabó y los programas de ayuda se terminaron, las pandillas recurrieron a los secuestros y a extorsionar negocios y vecindarios que controlaban.

Actualmente, el epicentro de la violencia de pandillas es Martissant, una comunidad en el sur de Puerto Príncipe cuya principal carretera conecta la capital con el sur de Haití. 

El temor de los conductores a quedar atrapados en un fuego cruzado o algo peor ha paralizado casi por completo las conexiones comerciales, elevando los precios, retrasando el transporte de alimentos y combustible y obligando a las organizaciones internacionales a cancelar programas que incluían la distribución de dinero en efectivo a más de 30 mil personas, según un informe del 1 de julio de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.

La agencia informó que más de un millón de personas necesitan ayuda y protección humanitaria inmediata, según AP.

Y la economía en general no ayuda. La ONU dijo que el precio de una canasta básica aumentó 13 por ciento en mayo respecto de febrero, y que la inversión directa extranjera cayó más del 70 por ciento de 2018 a 2020, disminuyendo de 105 millones de dólares a 30 millones. 

Eso se refleja en menos empleos y una mayor pobreza en una nación en la que el 60 por ciento de la población gana menos de 2 dólares al día y el 25% menos de un dólar diario.

Muchos temen que las pandillas puedan perturbar las elecciones programadas en septiembre y noviembre, las cuales son cruciales para restablecer el funcionamiento de los poderes legislativo y ejecutivo, que ahora están en gran medida agonizando luego del asesinato de Moïse.

Por lo pronto, las pandillas están tratando de influenciar a la población, con la finalidad de mantener sus cotos de poder, para poder seguir secuestrando, pero sobre todo para no interrumpir el trasiego de droga que se envía de Venezuela y Colombia con destino principalmente a Estados Unidos.

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