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La Opinión

Morena no debe controlar la Cámara de Diputados en 2021: Ricardo Anaya (IV)

Ricardo Anaya, ex presidente del PAN, plantea en su libro El pasado, presente y futuro de México fortalecer las relaciones bilaterales con Estados Unidos

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Jacques Coste
Ricardo Anaya no tiene una capacidad de autocrítica.

Esta semana, este espacio se ha dedicado al análisis del nuevo libro de Ricardo Anaya. Hasta ahora, hemos revisado los capítulos de la obra centrados en la historia de México, así como en algunos problemas actuales del país: la corrupción, la inseguridad, el narcotráfico, la desigualdad, la pobreza y el pobre desempeño económico. 

Hoy, comentaré los últimos capítulos de la obra. Con esto, termina esta serie de artículos sobre el nuevo libro de Anaya. 

Para este punto, se estarán preguntando: y en política exterior, ¿qué propone Anaya? Lamentablemente, yo también me pregunto lo mismo. El autor dedica el capítulo 11 a la relación bilateral con Washington. Es el único tema vinculado con las relaciones internacionales de México o el papel de nuestro país en el mundo que el libro trata. 

Ni una referencia a la participación de México en Naciones Unidas y otros foros multilaterales. Nada sobre el posicionamiento de nuestro país en la pugna geopolítica Estados Unidos-China. Ni una mención a la diversificación de los socios diplomático-comerciales de nuestro país. La política exterior simplemente no aparece en la obra.

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Ahora bien, en cuanto a la relación bilateral con la Unión Americana, el autor despliega un recuento histórico desde el siglo XIX hasta la fecha. Según entiendo, el objetivo de este recuento es poner de relieve que la relación no siempre fue buena, pero que el TLCAN marcó un “parteaguas”, al hermanar a ambas economías y estrechar profundamente los vínculos comerciales —y, consecuentemente, también los lazos políticos— entre los dos países. 

En este orden de ideas, Anaya da cuenta de los beneficios que el Tratado de Libre Comercio dejó en ambos lados de la frontera. Posteriormente, dedica varias páginas a desmontar las falacias de Donald Trump respecto a México y los mexicanos. 

En cuanto a las acciones que México podría poner en marcha para mejorar la relación bilateral o para sacar más provecho de ella, la mayoría de propuestas es superficial y hasta trillada: por ejemplo, hay que actuar con prudencia y a la vez con valentía frente a Washington. 

No obstante, si se lee entre líneas, hay una propuesta interesante. Pareciera que Anaya se adscribe a lo que Jorge Castañeda recomendaba como canciller y sigue sugiriendo como analista. Si México quiere impulsar sus intereses y maximizar sus ganancias en la relación bilateral, debe usar como cartas de negociación dos elementos en los que Estados Unidos necesita la colaboración de México: la política de seguridad —sobre todo, pero no exclusivamente, combate al crimen organizado— y la política migratoria. Según Castañeda, sólo así se reducirá la asimetría en la relación bilateral. 

El capítulo 12 es breve, pero contundente. Se trata de un cierre poderoso y convincente para un libro que es, al mismo tiempo, una crítica al gobierno actual y una propuesta política alternativa al obradorismo. Anaya inicia esta sección hablando de cómo López Obrador glorifica el pasado y carece de visión de futuro. 

Advierte que muy pronto nos veremos obligados a enfrentar desafíos como la automatización creciente de los procesos industriales o el declive del petróleo y el ascenso de las energías limpias. En ese sentido, se presenta como un líder moderno en contraposición a un gobernante anticuado y nostálgico de un pasado glorioso que nunca fue.

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Continúa con otra advertencia. Siguiendo los postulados del ya célebre libro How Democracies Die de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, argumenta que México está viviendo una regresión antidemocrática y que el autoritarismo no necesariamente se instala mediante un golpe militar, sino que puede consolidarse de manera gradual, justificando los actos de concentración de poder mediante la legitimidad popular del líder. 

Remata con un llamado a la acción. Señala que la elección intermedia de 2021 es un momento crucial para nuestra democracia y que, si queremos preservar lo que queda del sistema de pesos y contrapesos, debemos evitar que Morena reafirme su mayoría en la Cámara de Diputados. Sin embargo, no cae en un discurso extremista y matiza su argumentación aclarando que un movimiento radical no se debe combatir con otro igualmente radical, sino que “hay que regresar el péndulo al centro, no enviarlo al otro extremo; hay que recuperar la sensatez y el equilibrio; hay que unir, no polarizar”. 

En conclusión, el libro pinta a Ricardo Anaya de cuerpo entero: un político inteligente, con ideas innovadoras, facilidad de palabra y políticas públicas bien planeadas, pero con poca capacidad de autocrítica. Es curioso que la obra arranca con la frase “elecciones son lecciones”, pero el autor no expresa reflexiones personales sobre los errores que cometió en el proceso electoral de 2018 —mucho menos de sus experiencias como presidente del PAN o como diputado federal—, sino que se limita a adjudicar buena parte de su derrota en las urnas al uso faccioso de las instituciones y los poderes presidenciales por parte de Peña Nieto. 

Si bien se echa de menos ese ejercicio introspectivo, es un libro que vale la pena revisar, tanto por su solidez intelectual como por su agradable lectura y su carácter analítico, propositivo, constructivo y mesurado. En un ambiente político altamente polarizado con un nivel de debate público paupérrimo y una notable ausencia de liderazgos de oposición, se recibe con beneplácito una obra como ésta.

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