Vemos al gobierno de AMLO no como es, sino como somos nosotros

El martes 7 de junio de de 2020, al terminar la conferencia mañanera en el salón Guillermo Prieto, antes Tesorería de Palacio Nacional, logré decirle al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO): “John Foster decía que Estados Unidos no tiene amigos y  tiene intereses ¿Usted lleva en su agenda esta frase?”.

Y la respuesta del jefe de la nación fue breve: “Yo quiero mantener una relación de amistad, como buenos vecinos, con el gobierno de Estados Unidos. Creo que eso es lo que nos conviene, una relación de buena vecindad, de amistad con el gobierno de Estados Unidos”.

Una frase que se convirtió en una profecía en nuestro querido México, a partir de los años cincuenta del siglo pasado y ahora luego de su primera gira de trabajo internacional del jefe de la Nación, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con su homólogo estadounidense Donald Trump se derrumba. 

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John Foster, secretario de Estado en la gestión del presidente Eisenhower, con lo que han pasado 61 años y son otros tiempos, otras comunicaciones, otras economías, otras políticas, otras sociedades, en síntesis hoy es otro mundo.

Estúpidos y mezquinos analistas, políticos y economistas, que digan que la gira de trabajo del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue un fracaso, porque regresa con una valija llena de éxitos y con bate de béisbol, que ambos presidentes tienen el gusto por el llamado el rey de los deportes.

Regresa con una gran demostración de una gran política internacional en donde se puso en alto la dignidad de nuestro país, gracias al gran tejedor que es el secretario de Relaciones Exteriores (SRE), Marcelo Ebrard Casaubon.

El 8 de julio de 2020, será un rompe aguas en la relación de México y Estados Unidos, porque Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador han mostrado que se puede ser amigos y socios con una actitud generosa. También se da una complicidad para construir el porvenir positivo del futuro inmediato de toda la  región, que incluya poco a poco al continente americano, en esta nueva redistribución de la geopolítica mundial.

Se nos olvida que durante la reunión de Felipe Calderón y Barack Obama, el tema central fue la seguridad. Se dijo desde Los Pinos que en la reunión los mandatarios “plantearían actuar con responsabilidad, confianza y respeto”. Alguna muy diferente a los sucedido en la reunión del presidente Donald Trump y AMLO.

En aquella ocasión Calderón se hizo acompañar de 20 directivos de empresas trasnacionales con sede en Estados Unidos, que fueron convocados por la Embajada de México en Washington. Ahora con el tiempo entendemos por qué.

Y debemos de refrescar la memoria, pues en agosto del año 2016, se dio el encuentro inesperado entre Donald Trump y Enrique Peña Nieto. Esa reunión que se llevó a cabo en la otrora residencia oficial de Los Pinos, —en donde se dio a conocer a la población sólo a unas horas de acto, de manera sorpresiva—, y el mandatario estadounidense no ofreció una disculpa a Peña Nieto sobre sus dichos en contra de los migrantes mexicanos al catalogarlos de “delincuentes y violadores”.

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Mi valoración de esta reunión es que en dicho foro internacional en la Casa Blanca se vio a un verdadero jefe de Estado, un presidente transformador, que lució todo él y su corbata de la suerte utilizada en su toma de protesta del 2018.

Mostró a un hombre decidido que obligó a reconocer a un país y no una colonia, por una de las potencias económica y militar del mundo, que le interesa ser amigo de México, pues es la única manera de evitar la violencia, porque la paz de dentro de nuestros país, será la tranquilidad dentro de Estados Unidos donde hay más de 13 millones de héroes vivientes.

Hasta el viaje del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), representamos intereses, como en los años cincuenta, ahora después del viaje, recuperado la frase del doctor Esteban Moctezuma, “surge el deber de ser amigos interesados”.