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Mayambé: El travesti que embrujó las noches de Acapulco en los 60 y 70

La zona de tolerancia del puerto tabasqueño fue punto de encuentro de turistas, porteños, políticos y artistas de talla internacional

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Foto: Abraham Martínez

ACAPULCO, Guerrero. Poco queda en este puerto de los espectáculos burlesque de los años 60 y 70, y sólo algunos recuerdan “La Huerta” y “El Afrocasino”, donde el principal show lo ofrecía José de Jesús Sansores Pech, el primer travesti que personificaba a la escultural Mayambé.

Actualmente, este icónico lugar de hermosas mujeres, que fue punto de encuentro de turistas, políticos, artistas de talla internacional, empresarios, funcionarios y uno que otro ciudadano de clase media, está en el olvido, soportando el paso del tiempo.

Ubicado frente a la planta tratadora de aguas residuales Aguas Blancas de Hogar Moderno, esta enorme propiedad en los años 60 y 70 fue parte del glamour que ya se fue y de la historia de las mujeres de la vida galante que daban vida a la Zona de Tolerancia, que también sucumbió al paso del tiempo.

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De los pocos parroquianos de esa época que quedan aún con vida, narran que “La Huerta”, es propiedad del empresario ya retirado Alfonso Valverde, que se trataba de un bar-discoteca y más al fondo estaba el night club “Afrocasino”, cuyo concepto era dar espectáculos de mujeres nudistas a los ávidos clientes de las emociones fuertes.

En ese antro escribió su propia historia la mujer misterio o la dama del bastón como se le conocía a Mayambé, quien de su natal Umán, del estado de Yucatán, se trasladó al puerto de Acapulco, en donde su espectáculo arrancó alaridos y ovaciones entre extranjeros y visitantes nacionales.

Muchos desean mejor no hablar de la euforia entre los asistentes, quizá porque fueron también presa del embrujo de este singular travesti, único en su tipo.

La razón es que cuando un negro de origen panameño de nombre Jhonny Grey salía a escena y ante el respetable se presentaba como el “hermano mayor” de las mujeres voluptuosas que practicaban el fino arte de encuerarse y presumía orgulloso a la mujer más bella: Mayambé, a todos los consumía la impaciencia.

El espectáculo que ofrecía este gran bailarín mantenía a los presentes excitados y consumían botellas de licor; no perdían detalle de la danza erótica del artista, que jadeaba al compás de los movimientos de su escultural cuerpo, que cubría con un espectacular atuendo.

La emoción se desbordaba cuando empezaba a despojarse de la ropa y su baile era más atrevido, que daba pie a que los varones lanzaran gritos de euforia y hasta piropos, en ese frenesí que iba en auge bajo la tímida luz del espacioso lugar.

Era cuando Mayambé, tras escudriñar entre el respetable, elegía a una víctima, ya fuera extranjero o un nativo, que estuviera bajo los influjos del alcohol, a quienes les coqueteaba con arrumacos y les repartía besos sensuales.

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Obviamente que los “suertudos” y que ignoraban que era un hombre, caían en la trampa y se dejaban querer, incluso, cuando Mayambé se despejaba de sus últimas prendas, le besaban en la entrepierna, ante la risa burlona de quienes ya habían caído en la trampa o conocían el show del yucateco.

Después de concluir la música, de tambores y el timbal, se apagaban las luces y al grito de “Mayambé”, era la señal para que se encendieran nuevamente y se mostrara al público.

Era cuando exhibía su masculinidad como hombre vestido de mujer, provocando todo tipo de sensaciones en la víctima de esa ocasión, que inmediatamente desaparecía o bien soportaba la burla del respetable consumiendo otra copa, después de haber sido parte del singular espectáculo.

Según cuentan algunos historiadores, cuando “La Huerta” cerró, José de Jesús Sansores Pech continuó con su espectáculo como Mayambé en el Tibolí, que se localizaba, en pleno corazón de la Zona de Tolerancia, ofreciendo la misma rutina, hasta que después de algunos años, emigró a otros escenarios, aunque dentro de su trayectoria artística destaca también la Ciudad de México, donde se cuenta que pisó importantes escenarios y participó en algunas películas, hasta que enfermó y murió en su natal Yucatán.

Atrás quedó “La Huerta” y la Zona de Tolerancia, que ya desaparecieron y son parte de la época de oro de las bellas mujeres de noche, que se exhibían con diminutas prendas, para ofrecer sus cuerpos a los asiduos clientes a ese lugar del deseo, quienes engalanaron los antros que diariamente cobraban vida con música de grupos musicales o de la rockola, que formaban parte de la vida nocturna de aquel Acapulco, que ya no existe.

Celso Castro | El Sol de Acapulco

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