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La Opinión

Carta abierta a Va por México (PRI-PAN-PRD)

los partidos de la coalición Va por México (PRI, PAN y PRD) nos venderán como un gran triunfo de la alianza opositora el arrebatarle a Morena la mayoría calificada en la Cámara de Diputados

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Mientras escribo esto, todavía no conozco los resultados de las votaciones del domingo seis de junio, pero sé que probablemente Morena habrá perdido terreno respecto a su arrolladora victoria de 2018, aunque se mantendrá como la fuerza dominante del espectro político mexicano.

Pese a ello, los partidos de la coalición Va por México (PRI, PAN y PRD) nos venderán como un gran triunfo de la alianza opositora el arrebatarle a Morena la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y alrededor de la mitad de gubernaturas en disputa.

No se equivoquen, señoras y señores de Va por México. El logro ni es grande, ni es suyo. No es grande porque, pese a tener enfrente a un gobierno rebasado por la pandemia y con muy pocos logros concretos que presumir, han sido una oposición mediocre: estridente en el discurso, pero endeble en la práctica; crítica hacia el gobierno, pero irreflexiva en torno a sí misma; inconforme con el rumbo actual del país, pero incapaz de proponer un programa alternativo.

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El triunfo tampoco es suyo. Es de los ciudadanos. Si su oposición estos tres años fue mediocre, sus campañas lo fueron aún más. Salvo contadas y honrosas excepciones, carecieron de propuestas atractivas y de proyectos con altura de miras.

Se limitaron a pedir nuestro voto única y exclusivamente porque no forman parte del bloque
obradorista.

Muchos ciudadanos asistimos a su llamado, pero no por convicción hacia un proyecto político —porque ustedes no ofrecen alguno—, sino porque sabemos que el gobierno actual requiere contrapesos y ustedes son el único que hay a nuestro alcance.

Nos pidieron mucho a cambio de muy poco. Nos pidieron que volviéramos a confiar en sus partidos, con justicia desacreditados ante el grueso de la sociedad. Nos pidieron entregarles nuestro voto para plantarle cara al gobierno, sin importar que sus miembros lo han apoyado en decisiones trascendentales, como la creación de la Guardia Nacional, o han incurrido en sospechosas ausencias y abstenciones en muchos otros casos.

Nos pidieron ayuda para salvar nuestra democracia, cuando ustedes han contribuido a su deterioro. Respetan la institucionalidad cuando les conviene, pero la desacreditan cuando no les favorece. Piden piso parejo, pero todos rebasan los topes de gasto de campaña, incurren en prácticas clientelares y, de una u otra forma, compran los votos y la lealtad de los ciudadanos más desfavorecidos.

¿Qué nos ofrecieron a cambio de todo esto? “Frenar a la aplanadora morenista” y ya. Nada de disculpas por sus prácticas corruptas. Nada de reflexiones sobre sus errores, excesos y omisiones del pasado o sobre cómo su mezquindad permitió encumbrarse a López Obrador. Y muy pocas propuestas para que México sea un país más justo, equitativo y desarrollado.

No se equivoquen. Si hoy avanzaron terreno en la arena electoral, es por los ciudadanos interesados en contener la deriva autoritaria de México. Desafortunadamente, no encontramos otras herramientas a nuestro alcance, más allá de sus partidos. Llegaron hasta donde están porque los mexicanos nos vimos condenados a elegir entre unos malos y otros mucho peores.

Pero no les entregamos un cheque en blanco. Lo mínimo que esperamos de ustedes es que, ahora sí, sean oposición. Que no se escondan porque “tienen cola que les pisen y qué tal si les avientan a la UIF o a la FGR”. Que, rumbo a 2024, construyan un proyecto político alternativo con base en un ejercicio de reflexión autocrítica. Que se den cuenta que no basta con regresar a lo de antes, porque lo de antes no era bueno, aunque sí era mejor que lo de ahora.

Los ciudadanos no somos tontos ni ingenuos. Sabemos que no construyeron su alianza para salvar nuestra democracia, como tanto cacarean. Sabemos que lo hicieron por pragmatismo puro. Se dieron cuenta de que era la única manera en que serían competitivos ante Morena: si no lo hacían, sufrirían una derrota igual de apabullante que la de 2018.

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Por más que en esta ocasión les haya salido la jugada, estén seguros de que no será suficiente para 2024. Tienen tres años para rectificar el camino. No gasten ese tiempo en una estéril batalla para definir quién encabeza la sucesión presidencial.

El nombre del candidato opositor a la presidencia carecerá de importancia si no está respaldado por un proyecto de nación que reconozca los problemas de México y los atienda con soluciones inteligentes y progresistas, que procuren la justicia social.

En 2024, no bastará con decir: “Voten por nosotros porque no somos López Obrador”. Si realmente quieren salvar a México de una deriva autoritaria, entiéndanlo de una buena vez y demuéstrenlo en los hechos.

Twitter: @jacquescoste94

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