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La Opinión

#PresidenteRompaElPacto

El presidente Andrés Manuel López Obrador no va a romper el pacto patriarcal, porque no está consciente de su existencia

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Jacques Coste
El discurso de AMLO repitido todas las mañanas en Palacio Nacional no es feminista.

Durante las últimas semanas, ha habido diversas muestras de indignación y descontento por la designación de Félix Salgado Macedonio como candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero y por el apoyo explícito y el pacto del presidente López Obrador con este infame personaje. 

En redes sociales, este descontento se aglutinó en el hashtag #PresidenteRompaElPacto, que exhorta a AMLO a que retire su respaldo a Salgado Macedonio para así evitar que un violador sea gobernador. 

En la conferencia mañanera del jueves 18 de febrero, López Obrador respondió a estos reclamos de la única manera en que sabe hacerlo. AMLO equiparó la validez de apoyar a Salgado Macedonio con la legitimidad del movimiento feminista, tal como lo hizo Donald Trump, cuando igualó a los supremacistas blancos con los manifestantes antirracistas de Charlottesville, Virginia.

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No conforme con esto, el presidente alegó que el movimiento feminista está infiltrado por conservadores y que las acusaciones a Félix —lo llama cariñosamente por su nombre— se debían al golpeteo político previo a las elecciones. 

Para rematar, López Obrador repitió el numerito de Jesús Murillo Karam, procurador de Peña Nieto, cuando dijo “Ya me cansé”, al tiempo que los periodistas lo cuestionaban sobre el caso Ayotzinapa. El presidente declaró “Ya chole” y se victimizó porque la prensa y la oposición están aprovechando el tema de Salgado Macedonio para atacar a su gobierno. 

La reacción de López Obrador confirma que “Presidente, rompa el pacto” es una consigna equivocada. Es loable que colectivos feministas, académicas, activistas, artistas y muchas otras mujeres valientes e indignadas —junto con algunos cuantos hombres— alcen la voz contra esta ignominiosa candidatura; pero pedirle al presidente que rompa el pacto es entrar en su juego. 

Para López Obrador, todo gira en torno a él: tanto los problemas como las soluciones. Si hay manifestaciones en contra de la violencia de género, en realidad son orquestadas por grupos conservadores que quieren desestabilizar a su gobierno. Si la prensa difunde información sobre las acusaciones contra Salgado Macedonio, es porque los medios están enojados con él, ya que les quitó “el chayote” y sus privilegios. 

Pedirle a AMLO que rompa el pacto es reforzar este esquema de pensamiento, que ya no opera solamente en la mente del presidente, sino en el imaginario de buena parte de sus seguidores e incluso en el comportamiento de muchos ciudadanos, políticos y empresarios. 

Es decir, el presidencialismo —de corte personalista, no institucional— se ha acendrado a grado tal que, como sociedad, nuestro mecanismo de protesta ante cualquier problema es pedirle al presidente que lo solucione por obra de su gracia divina. En este caso, es que “rompa el pacto”, pero hay muchos ejemplos más: no hay apoyos para las empresas durante la pandemia, pidámosle al presidente que reconsidere; no hay medicamentos en los hospitales, solicitemos una reunión con el presidente para que nos ayude. 

“Presidente, rompa el pacto” también es una consigna equivocada porque AMLO ha demostrado en demasiadas ocasiones que la agenda feminista no le importa. Está fuera de su comprensión maniquea, provinciana, moralina y simplista del mundo. 

Su visión simplista de la historia nacional le impide comprender la coyuntura actual: si las demandas feministas no ocuparon un lugar central en las otras tres transformaciones históricas de México, ¿por qué habrían de hacerlo en la cuarta?

El machismo, como problema social estructural, está lejos de su visión debido a que idealiza a la familia tradicional mexicana. La violencia de género, para él, carece de rasgos particulares y es parte de todas las demás violencias del panorama mexicano, cuya solución —según él— es la república fraterna y moral. 

Ve a las demandas feministas como reclamos de clases medias, fifís, ajenas al pueblo. La inequidad de género se resuelve —como todos los demás problemas en su gobierno— con acciones simbólicas: tenemos un gabinete paritario, Claudia Sheinbaum es mi discípula favorita y nombramos un año en honor a Leona Vicario, ¿qué más quieren? 

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 El obradorismo, como corriente política, no feminista. La cuarta transformación, como programa político, no es feminista. El discurso moralizante que López Obrador repite todas las mañanas en Palacio Nacional tampoco es feminista. Entonces, ¿por qué esperamos que el presidente rompa el pacto patriarcal? 

Si la presión en las calles, en la prensa y en las redes sociales lo rebasa, quizá ordene el retiro de la candidatura de Salgado Macedonio; pero lo hará solamente por pragmatismo electoral, no por romper el pacto.

El presidente no va a romper el pacto patriarcal porque ni siquiera está consciente de su existencia. Es algo lejano, que está fuera de su programa político estático y añejo, y no le interesa entenderlo. Se siente cómodo respaldando a su amigo Félix porque el pueblo de Guerrero lo apoya y porque le dará una victoria electoral en esa entidad. Eso es lo único que le importa.

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