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Padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa han logrado “arrancar” fragmentos clave de la verdad: Covaj

Entonces lo que empieza a caer en evidencia es que, al menos por omisión, era clara la responsabilidad del Ejército.

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Entonces lo que empieza a caer en evidencia es que, al menos por omisión, era clara la responsabilidad del Ejército en el caso Ayotzinapa.

El Ejército fue el bache donde se estancó la averiguación sobre la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, la noche del 26 y madrugada 27 de septiembre de 2014, afirma Humberto Guerrero, ex representante de la sociedad civil en la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa (Covaj), que preside Alejandro Encinas.

“Cuando esos avances empezaron a topar con que la información relevante para poder seguir avanzando en el caso estaba en poder de las Fuerzas Armadas, sobre todo del Ejército, ahí es donde la cosa empieza a atorarse, se empieza a descomponer”, declaró en entrevista con El Sol de México el también abogado especializado en derechos humanos.

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Añade que, a su parecer, el trabajo de Alejandro Encinas al frente de la Covaj quedó en una situación compleja al querer rendirle cuentas a las víctimas apuntando a la responsabilidad del Ejército y al mismo tiempo darle un cierre político al caso.

¿Cómo fue ser parte de la Covaj?

Yo lo definiría como muy esperanzador, porque resultaba un ejercicio inédito. Un intento por acceder a la justicia de una manera distinta. En el caso de Ayotzinapa, por muchas razones: la atención mediática, la atención internacional, por la presión de las víctimas, por la presión de la sociedad, se logró que en el cambio de gobierno y la llegada de la nueva administración se intentara un modelo donde las víctimas y sus representantes estuvieran muy cerca de la toma de decisiones en la conducción de la investigación, pero también en decisiones políticas.

El interlocutor que se designó para esa tarea, Alejandro Encinas, también representaba una figura de confianza por su trayectoria, por ser quien era, por ser alguien que venía de las causas sociales. Entonces eso también dio mucha confianza y creo que el modelo tuvo avances.

Cuando los avances empezaron a topar con que la información relevante para poder seguir avanzando en el caso estaba en poder de las Fuerzas Armadas, sobre todo del Ejército, ahí es donde la cosa empieza a atorarse, se empieza a descomponer.

Nosotros empezamos a percibir como el propio Encinas empezaba a estar en una situación compleja e incómoda, donde al mismo tiempo de que creemos que tenía voluntad de rendirle cuentas a las víctimas, pues obviamente también tenía que seguir instrucciones del Presidente y que obviamente su poder de influencia con el presidente empezaba a llegar a sus límites.

¿Cuáles fueron los hallazgos principales?

Se revela información que evidencia que lo que ocurrió en Ayotzinapa no se explicaba a partir de la actuación aislada de grupos de la delincuencia organizada, sino que era un entramado mucho más amplio. De ahí la afirmación de que esto fue un crimen de Estado.

Contrario a las afirmaciones originales del Ejército, en sus primeras versiones sobre los hechos los militares incluso llegaron a afirmar que ni siquiera estuvieron presentes esa noche. Esa versión la reiteraron frente a padres y madres en una visita a la Sedena.

A través del regreso del GIEI (Grupo interdisciplinario de Expertos Independientes), del trabajo de Encinas y el trabajo del nuevo fiscal empieza a surgir evidencia de que esa versión no tiene ningún sustento y de que los militares, antes, durante y después de los hechos siempre estuvieron al tanto. No solamente estuvieron al tanto de lo que estaba sucediendo, sino que estuvieron presentes en diversos lugares en tiempo real mientras estos hechos suceden.

Entonces lo que empieza a caer en evidencia es que, al menos por omisión, era clara la responsabilidad del Ejército y ese avance también empieza a traducirse de nueva cuenta en tratar de identificar ciertas responsabilidades individuales de gente del batallón (el 27 Batallón de Infantería con sede en Iguala).

De ahí es de donde viene esta insistencia del GIEI en poder acceder a estos famosos documentos conocidos como los 800 folios. Esos documentos no son otra cosa más que el registro de actividad de inteligencia militar en la zona, ilegal, porque en teoría los militares no tendrían facultades para estar permanentemente monitoreando comunicaciones privadas de las personas en ningún lugar.

Lo que quedó en evidencia es que es algo común por parte del Ejército realizar este tipo de actividades. Ese tipo de información empieza a arrojar posibles indicios de participación activa y ahí llegamos como al tope. Llegamos a esa línea, lo que vemos es que la Sedena dijo “esta línea no se cruza”.

¿Aún hay alguna esperanza para que los padres puedan acceder a estos 800 folios?

Yo no descartaría por completo que nunca accederemos a esos folios porque la historia de este caso ha sido estar luchando porque sucedan cosas que parecerían imposibles. Es algo que se ha logrado por la lucha de las familias, no porque las autoridades y sobre todo al Ejército lo haga de buen agrado.

La respuestas originales de la Sedena sobre el tema de los folios, en un principio, eran que esos documentos no existían. Después de estar insistiendo e insistiendo llegamos a un escenario donde Arturo Medina (subsecretario de Gobernación) tuvo que admitir que sí existen.

Lo que dicen es que hay cerca de 600 folios que no tienen nada que ver con el caso. Pero nosotros no los hemos visto, ni los papás ni nosotros. Y lo que Arturo Medina le pide a los padres y madres es que confíen en la autoridad cuando les dice que los 600 folios restantes, que admite que existen, no tienen nada que ver con su caso.

El Presidente le pide a los padres y madres un acto de fe: “ustedes confíen en que les estamos diciendo la verdad de que no hay información relevante en esos folios”. No es razonable pedirle a una persona, y mucho menos cuando es un familiar de una víctima de desaparición forzada, que tenga ese voto de confianza.

¿Cómo fue topar con pared en las investigaciones?

Fue muy desconcertante, primero empezamos a notar a un Alejandro Encinas cada vez más descolocado, incluso empezó a haber señales de que empezaba a ser descalificado como interlocutor por el Presidente.

Y Alejandro Encinas, el momento clave es cuando presenta su primer informe de Presidencia de la Covaj. Él un poco a través de su informe intenta generar un equilibrio entre seguir apuntando a la responsabilidad del Ejército y la existencia de ciertos documentos relevantes; pero también intentó atender, lo que yo no me explico de otra manera, una instrucción directa de que había que empezar a darle un cierre al caso, un cierre político.

El propio Gobierno siempre abiertamente ha dicho que será un caso abierto y que no se cerrará la investigación, se va a continuar, pero en cierta forma sí construyeron una narrativa de cierre político. Se acercaba ya el inicio de las campañas electorales y este tema es uno de los temas que sí quedaba en evidencia que era uno de los grandes pendientes de las promesas hechas durante campaña y eso empezaba a incomodar al Presidente.

Entonces creemos que Encinas, y digo creemos porque es una hipótesis, recibe una instrucción de empezar a generar una narrativa de cierre. A partir de eso todo el proceso se descompone. Fue un momento muy duro porque en esa presentación Encinas hace esta afirmación de que los muchachos fueron ultimados.

La sensación, acabando esa reunión, es que el Presidente básicamente el mensaje que les dio (a los padres) es de pésame. Todo el ambiente, todo el mensaje va encaminado a “les estoy comunicando que sus hijos murieron ya y esta es la conclusión de mi gobierno sobre lo que pasó con los muchachos”.

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A 10 años de que ocurrió esta tragedia, ¿cuál es su evaluación del actuar de los gobiernos?

Es la continuidad de una tragedia. La gran tragedia de la desaparición es que, para quienes tienen un familiar desaparecido o un ser querido desaparecido, esa tragedia se repite todo el tiempo constantemente.

Hay quienes le llaman duelo congelado. En fin, recibe distintos nombres ese fenómeno, pero el punto es que te quedas instalado en ese momento. Eso tiene consecuencias en la salud individual, en las dinámicas familiares y en las dinámicas comunitarias.

Eso cualquiera de los padres te lo puede decir: vivieron con mucha esperanza esta administración. Tienen una sensación de mucho vacío y de sentir que están dando un salto al vacío porque no hay ninguna claridad de qué es lo que sigue.

¿Qué le diría a los padres de Ayotzinapa?

Yo a los padres y madres lo primero que les diría es que las organizaciones seguiremos caminando con ellas. Y lo segundo que les diría es que los trozos de verdad que se han logrado arrancar ha sido gracias a ellas.

Sin duda es un momento muy complejo, de mucha decepción, de mucha tristeza y qué es inevitable vivirlo con cierta sensación de derrota. Pero en retrospectiva ha sido gracias a ellas, que se han logrado arrancar estos pedazos de verdad.

Aldo Canedo | El Sol de México

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