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El Extranjero

Niños que sueñan con ser estrellas de ballet en Kenia

En Kenia hay una abundante tradición de bailes, pero ninguna escuela de ballet profesional.

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Niños que sueñan con ser estrellas de ballet en Kenia

Bravian Mise repite una serie de piruetas en el estrecho salón de la casucha en la que vive en una barriada marginal de la capital de Kenia, con la esperanza de convertirse algún día en un profesional del ballet clásico.

Tiene 13 años y forma parte de un grupo de casi cien niños y jóvenes que ensayan desde hace meses una versión de “El Cascanueces” de Tchaikovski, con el respaldo de la escuela Dance Centre Kenya (DCK) en Nairobi.

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Este famoso ballet ambientado en la Navidad cuenta la historia de una niña que una Nochebuena recibe una marioneta, un cascanueces. Y durante la noche sus juguetes cobran vida y este muñeco se transforma en príncipe.

“Nunca antes había oído hablar de este ballet”, cuenta sonriente Bravian. “Me encanta bailar, bailo porque es bonito”, afirma justo antes de salir al escenario.

Meses de arduo trabajo

Pero este momento requirió meses de ensayos bajo la supervisión de la bailarina estadounidense Cooper Rust, que es la directora artística de la escuela y dirige además la oenegé Artists for Africa, que ofrece clases para niños pobres en Nairobi.

“Es importante mostrarle al mundo que el ballet no es para un tipo de persona determinado”, afirma Rust, exbailarina que ahora es instructora.

“El ballet es una cuestión de habilidad y de talento, de empuje y de pasión y no está relacionado con el origen socioeconómico”, detalla.

En Kenia hay una abundante tradición de bailes, pero ninguna escuela de ballet profesional.

Este conjunto está compuesto por niños y jóvenes de entre 7 y 17 años que ensayan en el Teatro Nacional de Nairobi. Pero para poner todo a punto la necesidad de más fondos es algo apremiante, ya que para bailar necesitan cientos de accesorios y de trajes.

Acompañados por la música en vivo de la orquesta de Kenia, durante las dos horas que dura este ballet ruso, la compañía logra ganarse el favor del público.

Bravian saborea este momento, que costó mucho esfuerzo a este estudiante que vive con sus hermanos y sus padres en Kuwinda, un barrio muy pobre y marginal del oeste de Nairobi.

Comenzó a bailar a los cuatro años y logró una beca para comprarse el equipamiento y pagar el transporte para asistir a los ensayos.

Su madre, Rehema Mwukali, lo mira con admiración durante los ensayos. La mujer carece de un empleo fijo y su marido trabaja en la construcción.

Es más difícil para los pobres

“Es mucho más difícil para los niños que vienen de medios pobres, tienen que esforzarse más para triunfar”, explica Mwikali. “Estoy muy orgullosa de él, lo va a conseguir”.

“Algún día seré un bailarín profesional“, afirma Bravian.

Más de mil niños se han matriculado en el Dance Centre Kenya desde que abrió sus puertas en 2015, pero sólo uno, Joel Kioko, que ahora vive en Estados Unidos logró llegar a ser profesional.

Pero Rust está determinada a que esto cambie. “Nuestra escuela no tiene ni nueve años y se necesitan diez para formar a un bailarín“, dice.

Muchos de los alumnos sueñan con integrar las filas de las grandes compañías de ballet del mundo y para ellos Lavender Orisa es un ejemplo.

Orisa, de 17 años, creció en Kibera, un inmenso arrabal en las afueras de Nairobi, y el año pasado recibió una beca para estudiar en la Escuela Nacional de Ballet en Londres.

“Por venir de Kibera, para mí era imposible imaginarme un día bailando en Londres”, relató esta joven. “La gente me dice que soy una inspiración”.

Dylan Gamba | El Sol de México

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