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La Opinión

Nacionalismo y futbol

Como todo buen futbolero, he dedicado buena parte de las últimas semanas a ver el Mundial de Qatar 2022. Así el nacionalismo

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Jacques Coste

Como todo buen futbolero, he dedicado buena parte de las últimas semanas a ver el Mundial de Qatar 2022. Como fiel aficionado de este deporte, me he maravillado con el nivel de juego que han mostrado muchos equipos: la velocidad de los franceses, el toque de los españoles, la imaginación de los brasileños, la garra de los coreanos y los japoneses, la dinámica de los estadounidenses y la determinación de los senegaleses y ghaneses.

Además, está el elemento de interés adicional de admirar a dos titanes como Cristiano Ronaldo y Messi jugando su último mundial, al tiempo de observar a estrellas en ascenso como Musiala, Pedri, Kudus y Tchouaméni. En fin, ver los partidos ha sido un auténtico deleite. 

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No obstante, como analista de la realidad política y social de México, hay un hecho que no deja de llamar mi atención y, siendo honesto, me perturba y preocupa. Me refiero al nacionalismo rancio, xenófobo y prejuicioso de la cobertura televisiva enfocada en el público mexicano. Tanto las televisoras mexicanas como las transmisiones de cadenas internacionales dirigidas a audiencias nacionales caen en este patrón. Ninguna se salva. 

Empecemos con un ejemplo tan simple como ilustrativo. Cuando Rogelio Funes Mori fue convocado a la selección, se desató una enorme polémica en torno a su llamado. El motivo principal de esta controversia no fue el nivel de juego del delantero, sino el origen del jugador, que nació en Argentina y adquirió la nacionalidad mexicana luego de vivir por más de un lustro en nuestro país. 

Tanto en los programas de análisis deportivo como en las redes sociales era común leer frases como: “¿Por qué un argentino le va a quitar su lugar a un mexicano?”, “El Tata Martino nada más lo convoca porque es argentino igual que él” o “Es malísimo, que se regrese a su país”. Otras selecciones están repletas de jugadores que nacieron en otro Estado, pero representan a su país adoptivo o de residencia: muchos jugadores franceses son de origen africano; el legendario portero de Uruguay, Fernando Muslera, nació en Argentina; Jorginho, uno de los líderes de la selección italiana campeona de Europa, nació en Brasil. 

No tiene nada de malo que una persona nacida en un país represente a otra selección. Ni siquiera debería ser tema de conversación. Los mexicanos nacidos en México y los mexicanos por naturalización son iguales. Tienen los mismos derechos. No hay mexicanos de primera categoría y mexicanos de segundo nivel. Ni siquiera habría que decirlo. Por supuesto, se puede discutir si el nivel futbolístico de Funes Mori da para estar en la selección, pero su nacionalidad no debería significar impedimento alguno para representar a la escuadra nacional. 

Otra muestra del nacionalismo desmedido de la prensa deportiva de México es el viejo debate sobre por qué la selección fracasa en los mundiales. Muchos analistas futbolísticos llegan a la conclusión simplista de que la razón principal es que hay demasiados extranjeros en la Liga MX, que “les roban oportunidades” a los futbolistas nacionales. Las mejores ligas del mundo —la inglesa, la italiana, la española y la alemana— concentran a una gran cantidad de futbolistas de todo el mundo y precisamente eso hace que el nivel de competencia crezca, pues los jugadores internacionales cuentan con grandes capacidades y talento, lo que hace que los futbolistas nacionales se codeen con los mejores y progresen. 

¿Acaso las mejores universidades del mundo sólo aceptan estudiantes de sus propios países? Por supuesto que no. Albergan una comunidad de alumnos internacionales que enriquece el entorno educativo local, al conjuntar personas de distintas culturas y tradiciones, con diferente bagaje intelectual. Del mismo modo, las empresas que innovan suelen tener grandes equipos de investigadores internacionales, no solamente de un país. 

Sin embargo, no sorprende que la xenofobia ensucie la discusión deportiva, cuando también inunda el debate público. He visto a muchas personas (incluidos analistas serios) descalificar a John Ackerman, columnista de La Jornada, profesor universitario y decidido propagandista obradorista, por ser de origen estadounidense. Es el mismo caso que con Funes Mori: se pueden cuestionar y discutir sus puntos de vista y su nivel como analista, pero tiene el mismo derecho que cualquier otro mexicano a participar en la esfera pública. 

Ya lo dijo Isaiah Berlin: “El sentimiento nacionalista no es intrínsecamente maligno o peligroso; sólo se convierte en tal cosa cuando es exacerbado e inflamado, y adquiere una condición patológica”. Para un aficionado al futbol, hay pocas experiencias tan gozosas como disfrutar el Mundial y apoyar a su selección nacional. No hay nada de malo en ello. No obstante, el que el nacionalismo exacerbado y la xenofobia invadan la discusión pública sobre esta justa deportiva podría parecer banal, pero no lo es. 

Precisamente en las charlas sobre temas cotidianos es donde se manifiestan los prejuicios difundidos en una sociedad. La cobertura del Mundial de futbol nos dice más de lo que nos gustaría sobre nuestro nacionalismo, que muchas veces adquiere tintes de sectarismo, resentimiento y exclusión. 

Jacques Coste (Twitter: @jacquescoste94) es historiador y autor del libro Derechos humanos y política en México:La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica, que se publicó en enero de 2022, bajo el sello editorial del Instituto Mora y Tirant Lo Blanch. También realiza actividades de consultoría en materia de análisis político.

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