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El salón de baile Los Ángeles, el gran sobreviviente de la Ciudad de México

Tiene una historia que incluye romances, amistades y camaraderías, acompañados de son, mambo, danzón, cumbia, swing, salsa y cha cha chá

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Foto: Facebook Salón Los Ángeles

El salón Los Ángeles es el gran sobreviviente de la Ciudad de México. Ha pasado por terremotos, devaluaciones del peso, cambios de gobierno, abandonos generacionales y hasta una pandemia.

En 1937 este espacio no era más que una vieja bodega para guardar costales de carbón. Ya nadie ganaba dinero con ese negocio: el gas LP había sustituido al hollín de las estufas. Fue la necesidad del barrio la que lo hizo transformarse. Los vecinos de la popular colonia Guerrero querían un lugar para bailar y platicar al calor de la bohemia.

Desde entonces el salón Los Ángeles se erigió como una catedral nocturna, una de tantas que le dieron vida y forma a una capital llena de luces neón y cuerpos ávidos de placer.

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Nombres que ahora son leyendas pasaron por aquí: Toña La Negra, Dámaso Pérez Prado, Benny Moré, La Sonora Santanera, Rubén Blades. No alcanzaría esta plana para nombrarlos a todos. La historia de este lugar se entiende en clave de romances, amistades y camaraderías, pero también en clave de son, mambo, danzón, cumbia, swing, salsa y cha cha chá.

Sin mucho esfuerzo, el salón Los Ángeles puede ser leído como una crónica latinoamericana. Sus parroquianos son, también, los protagonistas de una novela que no caduca: Diego Rivera, Frida Kahlo, Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Cantinflas, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Miguel Alemán, Gabriel García Márquez, Silvia Pinal…

Pero el tiempo pasa —85 años, para ser precisos— y este gran foro de México no puede vivir únicamente de las viejas glorias del pachuco, el dandy y el bohemio. Lo sabe Miguel Nieto, quien desde hace 50 años está a cargo de la administración de este lugar que estuvo a punto de desaparecer durante los momentos más cruentos de la pandemia de coronavirus.

“El peligro lo enfrentamos todo el tiempo. Hemos sobrevivido con deuda y actualmente tenemos pasivos. Tenemos adeudos importantes que debemos cubrir, pero vamos avanzando poco a poco. Algunos amigos nos apoyaron durante los casi dos años que duró la crisis sanitaria para mantener el Salón. Nunca dejamos de pagar la nómina de los trabajadores de planta”, dice en entrevista Miguel Nieto.

La estrategia que sigue el Salón Los Ángeles para sortear los tiempos de crisis es la innovación, aunque siempre con un respeto a la consigna de difundir la cultura afroantillana. En 2022, el Salón ya no sólo es un salón de baile: también es galería de exposiciones temporales de fotografía y arte contemporáneo, sede para varios eventos del Festival Internacional Cervantino y un lugar siempre disponible para ser el escenario de películas, series o anuncios publicitarios.

“También hemos impulsado matinés de danzón, diversificación de nuestra cartelera con nuevas propuestas musicales y hemos promovido a bandas conformadas exclusivamente por mujeres”, comparte el dueño.

“Un ejemplo es Son Rompe Pera, un grupo musical de fusión que combina el tradicional sonido de la marimba con batería y guitarra eléctrica”.

La pista de baile del Salón Los Ángeles —de más de mil 300 metros de duela— fue el escenario donde la cantante Belinda grabó el videoclip de Amor a primera vista, su éxito cumbiero con Los Ángeles Azules.

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Fobia también lo utilizó para grabar el video de su canción El Microbito, en 1997. Y hace apenas tres años, la cantante Rosalía fue fotografiada en sus pasillos durante el shooting que le hizo la revista Vogue.

Además, el Salón Los Ángeles se ha abierto a propuestas vanguardistas, como la que en 2016 ofreció la leyenda del rock progresivo y líder de King Crimson, Robert Fripp. Películas como Paradas continuas (2009), Cantinflas (2014), The Chosen (2016) y Cuando los hijos regresan (2017) se filmaron en sus pasillos.

“Esto nos ha permitido que el Salón se convierta en un foro más diverso para dar a conocer nuestro trabajo. Nos benefició mucho que hace cinco años se difundiera un descubrimiento científico: que el danzón es una de las disciplinas de baile popular más benéficas para prevenir el Alzheimer y la demencia senil en las personas de la tercera edad”, apunta Nieto.

Sin embargo, ante todo, el Salón Los Ángeles busca seguir siendo un espacio popular igual que en la década de 1930, cuando México comenzaba a probar los encantos y decadencias de la vida urbana.

Un país que se despedía del sombrero de charro para saludar a la modernidad, que sonaba a jazz y a rocanrol, pero también a mambo y son cubano.

La cultura afroantillana encontró en el Salón Los Ángeles un hogar antes de salir a los sonideros y las fiestas populares. A Benny Moré lo presentaban como “La Voz de Oro de Cuba” y por Pérez Prado el lugar fue bautizado como “La Catedral del Mambo”.

“Se mantiene vigente no sólo por su historia, sino porque ha sabido seguir impulsando propuestas de vanguardia. Por eso yo creo que es una auténtica catedral de la música (no sólo del mambo), porque de ahí salieron nombres que hoy son leyenda”, afirma Héctor Infanzón, uno de los mayores exponentes del jazz latinoamericano en el mundo, quien ha actuado numerosas ocasiones en este lugar.

Lejos quizá quedaron ya los tiempos de los pachucos. La Ciudad de México ya ni siquiera tiene la pujante vida nocturna de hace 50 años, pero cuando se pisa el Salón Los Ángeles la nostalgia es casi obligatoria. Porque en su pista de baile viven millones de historias. Como la de un gran bebedor y bailador al que le apodaban El Gallinazo, cuya última voluntad fue que sus cenizas fueran esparcidas en el Salón.

Eduardo Bautista / El Sol de México

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