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El Extranjero

El surgimiento, el auge y desaparición de la URSS 

Dejó un legado de dudas e incertidumbres para algunos y de transformación para otros

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En 1922, con el surgimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) la ideología marxista dio origen a un conglomerado de naciones en cuyo epicentro se encontraba, decían, el proletariado.

Durante el siglo XVI, Iván el Terrible estableció el zarismo en Rusia, por ello se le considera como el primer monarca en ser nombrado zar luego de haber conquistado, entre otros, a los los kanatos de Kazán, así como a los tártaros y, sobre todo Siberia.

Se sabe que con su reinado comenzó la centralización del poder en la capital y, además, dio paso a grandes cambios como la reforma del ejército.

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En su historia amorosa, como es la fama, se dice que al menos en siete ocasiones contrajo matrimonio, pero el que más trascendencia cobró fue con Anastasia Románovna Zajárina en 1547.

Durante al menos 40 se prolongó su reinado y fue uno de los más largos de entre los zares. Luego de su fallecimiento, asumió Mijaíl Romanov y con este personaje inició un largo periodo de la dinastía Romanov que gobernó en Rusia hasta la revolución de 1917.

Hacia principios del siglo XX, se dio la primera revolución rusa en 1905, con lo cual el zar Nicolás II fue obligado a conceder la primera constitución de Rusia, así como a establecer un parlamento, conocido como la Duma.

Sin embargo, el fin del zarismo se vislumbraba demasiado cerca, por lo cual durante la revolución rusa de febrero de 1917, el reinado de Nicolás II fue derrocado y éste obligado a abdicar; por ende, se creó un gobierno provisional, de corte moderado o burgués, según el marxismo, que buscaba establecer un régimen democrático liberal, pero que fue reemplazado por uno bolchevique tras la revolución de octubre.

Ese gran episodio de transición quizá culminó con el asesinato de Nicolás II y toda su familia en Ekaterimburgo, con lo cual terminó la historia de los gobiernos dirigidos por los zares y dio inició a un nuevo régimen.

El deterioro del zarismo fue dando paso a una forma de gobierno diametralmente opuesta, en la que las ideas de Karl Marx influyeron en el rumbo de la construcción de la URSS.

Uno de los antecedentes más destacados se remonta hacia 1896, cuando el ministro de finanzas, conde Serguei Vitte, propició la industrialización acelerada de Rusia a partir de tres puntos fundamentales: una rápida acumulación estatal, así como una política proteccionista y la introducción de la divisa, apoyada por reservas de oro y buenas condiciones para la inversión extranjera.

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No obstante, lejos de propiciar condiciones de mejora en la sociedad, estas medidas no hicieron sino fortalecer a la burguesía; en tanto que la figura de “siervos” dio paso a los llamados proletarios agrícolas y la clase obrera aumentó aceleradamente.

En ese clima tenso y desproporcional, la política que imperaba era la de apoyo a la acumulación capitalista, mientras que las huelgas, reuniones y sindicatos de la clase obrera eran reprimidos, sumado a que los obreros trabajaban en pésimas condiciones con jornadas prolongadas y, por otra parte, los campesinos que vivían peor que los obreros no podían satisfacer la producción para el consumo, dando como resultado grandes hambrunas y epidemias masivas catastróficas.

Así pues, en el último tercio del siglo XIX, un grupo de jóvenes fundó el primer partido político ruso con el nombre de Tierra y Libertad. Fue una de las primeras manifestaciones que intentó aportar soluciones a los problemas de su patria y sustentó su ideología en el derrocamiento de la clase dominante y el reparto de la tierra, entre muchas cosas más.

Hacia finales del siglo XIX, un joven llamado Vladímir Ilich Uliánov, conocido como Lenin, consideró una posible unión de obreros y campesinos para el derrocamiento de la autocracia y la implantación de “la dictadura del proletariado”.

Si bien es cierto que la última década de los años 1800 fue un periodo de desaliento y apatía en el movimiento revolucionario tras el asesinato del zar Alejandro II, al inicio del siglo XX, en 1903, dos de los principales pensadores revolucionarios se confrontaron durante el segundo congreso del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia: Yuli Martov y Lenin.

En tanto que Martov propuso la creación de un partido abierto como los occidentales, para Lenin debía ser uno cerrado. Por tal motivo y como consecuencia de esta dicotomía, el partido se dividió en bolcheviques, encabezados por Lenin, cuya organización debía ser con un máximo de centralismo y disciplina; y los mencheviques, dirigidos por Martov, inclinados hacia una forma de tipo occidental.

Así pues, durante la revolución de 1905, los mencheviques estuvieron dispuestos a ceder el poder a grupos burgueses para que se instaurara la democracia que anhelaban. Por su parte, los bolcheviques vieron entonces una oportunidad para transformar el movimiento en una revolución proletaria encaminada a la toma del poder.

Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, los bolcheviques empezaron a luchar por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil.

En agosto de 1917, durante el VI Congreso del Partido, Lenin desarrolló la estrategia y la táctica de la toma del poder en Rusia con el apoyo de Stalin, a quien le dirigió estas palabras: “Hay que dejar a un lado la idea ya superada de que sólo Europa puede enseñarnos el camino. Existe un marxismo dogmático y un marxismo creativo. Yo soy partidario de este último”.

En marzo de 1921 se estableció la Nueva Política Económica que serviría como transición hacia el socialismo. De este modo, el Estado soviético controlaría los bancos y las grandes industrias, así como el comercio exterior, pero permitiría que el capitalismo nacional tuviera alguna injerencia en la producción.

Inmediatamente después de la guerra civil (1918-1921), Rusia se enfrentó a un periodo de incertidumbre y con una economía en ruinas. El dinero perdió todo significado y fue reemplazado por un sistema de trueque.

Sin embargo, todas estas medidas no consolidaron el régimen, sino que de hecho lo desestabilizaron. De tal modo que una serie de huelgas y disturbios alcanzaron su punto culminante en el motín de la base naval de Kronstadt (febrero de 1921), que hasta entonces era leal al nuevo régimen.

Como consecuencia, la rebelión fue aplastada, aunque para poner fin a la oposición campesina y revitalizar la economía, Lenin se vio obligado a retroceder en sus medidas. Fue así como surgió la llamada Nueva Política Económica (NEP). Las empresas privadas fueron liberadas del control gubernamental y el comercio minorista, en su mayoría, regresó a manos particulares y en consecuencia se restauró la economía de mercado.

Estas y otras medidas -como la efectiva actuación de la Cheka- rindieron frutos de inmediato, además de que permitieron la permanencia de Lenin en el gobierno

De tal modo que a partir del uso del terror como herramienta, Lenin consolidó el dominio del Partido Comunista en toda la Rusia zarista y pudo fundar oficialmente, el 30 de diciembre de 1922, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), tras la firma de los tratados de integración de los territorios de Rusia, Ucrania y Transcaucasia (en aquel momento Georgia, Azerbaiyán y Armenia).

Sin embargo, tras la muerte de Lenin, asumió el poder como jefe supremo Joseph Stalin -quien desde el 3 de abril de 1922, se había convertido en el primer secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética-, quien acabó con todas las formas de oposición de izquierdas y de disenso, lo cual incluyó la persecución de León Trotsky, un revolucionario de larga data cuya interpretación de la doctrina comunista era distinta de la suya.

León Trotsky llegó al territorio mexicano la mañana del 9 de enero de 1940 por el puerto de Tampico, en el Golfo de México, prácticamente cuando todas las demás fronteras se habían cerrado para él.

Su llegada al país se debió a la intervención del general Francisco J. Múgica, quien fue contactado por Diego Rivera y Octavio Fernández, para que intercediera por él con el presidente Lázaro Cárdenas.

A su arribo, fue recibido por periodistas mexicanos y extranjeros, amigos de confianza, como Frida Khalo, Max Schachtman, publicista marxista y amigo, entre otros personajes. A las diez de la noche salieron de Tampico rumbo a la capital, en tren, acompañado o escoltado por el general Múgica.

El 11 de enero llegó a Lechería a las 11 de la mañana, donde ya lo esperaba Diego Rivera y otros amigos, como Franz Bach y Antonio Hidalgo; y luego de intercambiar abrazos y palabras, emprendieron el viaje rumbo a Coyoacán, donde residiría en la Casa Azul de Frida y Diego Rivera, quien influyó para que el presidente Cárdenas le otorgara el asilo.

Trotsky fue bien recibido en México y conoció cierta tranquilidad, sin embargo, la orden de su asesinato se había expedido desde diciembre de 1939. Cabe recordar que aunque Lenin en su testamento político nombró sucesor a Trotsky, Stalin fue astuto y le ganó la partida e inmediatamente lo consideró su enemigo acérrimo, por lo que dio la orden de aniquilarlo al jefe de la KGB en el exterior, Pavel Sudoplatov, quien encargó la misión a Leónidas Eitingon, quien a su vez selecciona a algunos milicianos españoles, entre ellos el pintor David Alfaro Siqueiros.

El grupo se preparó para asesinar Trotsky en la casa de Coyoacán. En ese sentido, Ramón Mercader iba a ser los ojos y oídos al interior del trotskismo; con quienes venía operando desde París y Nueva York para conquistar a la secretaria de Trotsky.

Hubo un primer atentado, que se llevó a cabo durante la madrugada del 24 de mayo de 1940, en el domicilio donde residía en ese momento, ubicado en la Calle de Viena número 19 en Coyoacán. Se dice que ese atentado fue dirigido por Siqueiros, y que en él participaron unas 40 personas, entre mineros mexicanos y milicianos españoles, además de algunas amigas del muralista que llevaron a una fiesta a los guardias de la residencia del dirigente ruso.

Unos 25 individuos ataviados como miembros del Ejército mexicano y portando uniformes de la policía metropolitana, entraron a la casa sorprendiendo a los cinco guardias que vigilaban la residencia y secuestrando a uno de ellos, Sheldon Harte.

Hubo al menos 72 balazos. Trotsky pudo salvar su vida gracias a que se tiró de la cama; sin embargo, su nieto fue herido en un pie, y una bomba de fabricación casera no funcionó.

Este atentado culminó con el asesinato del guardaespaldas secuestrado, Robert Sheldon Hart. Tiempo después, tras las investigaciones correspondientes, se descubrió su cuerpo en el piso de tierra de la cocina de una casa ubicada en el poblado de Santa Rosa, sobre el camino al Desierto de Los Leones.

Por tal motivo, los estalinistas pusieron en marcha el plan con Ramón Mercader, quien ya se había ganado la confianza de Trotsky.

El martes 20 de agosto de 1940, Mercader, o Jaques Mornard o Frank Jackson, arribó a la casa del antiguo dirigente bolchevique alrededor de las cinco de la tarde. Él ya no era sometido a la exhaustiva revisión que se hacia a todos los visitantes.

Llevaba consigo un piolet en una bolsa de la gabardina, un puñal cosido a la misma, y una pistola que escondió en la pretina del pantalón para que no fuera descubierta. Logró entrar en la casa con el engaño de enseñarle a Trotsky un artículo de la Cuarta Internacional. De tal modo que pasó a su despacho y al llegar ahí Trotsky se sentó en la silla al centro de la mesa. Él se quedó de pie a su lado izquierdo e intencionalmente puso la gabardina sobre la mesa, con el objetivo de tomar el piolet que guardaba en la bolsa.

Entonces, en el momento en que Trotsky comenzó a leer el artículo, sacó el piolet, lo empuñó y cerrando los ojos descargó un fuerte golpe en la cabeza, vio que Trotsky se levantó y se le echó encima mordiéndole la mano, le dio entonces un empujón y lo hizo caer al suelo.

El líder rojo se levantó como pudo y salió de la pieza; entonces, el asesino quedó en el lugar sin saber qué hacer. Posteriormente, llegaron los guardias y lo detuvieron hasta el arribo de la policía y ambulancias.

Carlos Álvarez | La Prensa

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