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Inclasificables

Los habitantes de San Francisco (Baja California Sur) viven una crisis de pobreza

LA PAZ, Baja California Sur. Los habitantes de San Francisco de la Sierra padecen una crisis de pobreza sin precedentes, debido a sequía de un año y la falta de turismo en la zona de las Pinturas Rupestres, tras la pandemia mundial de Covid-19.

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LA PAZ, Baja California Sur. Los habitantes de San Francisco de la Sierra padecen una crisis de pobreza sin precedentes, debido a sequía de un año y la falta de turismo en la zona de las Pinturas Rupestres, tras la pandemia mundial de Covid-19.

Se trata de una de las regiones más pobres del estado, ubicada en el corazón de la Reserva de la Biosfera de Vizcaíno, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco y protegida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

De acuerdo con el subdelegado de gobierno, Everardo Arvizu Meza, en esa comunidad no hay ningún ingreso y la falta de lluvias trajo una situación muy crítica porque no hay pasto ni arbustos para las cabras en el monte y en consecuencia tampoco hay queso para comer ni para vender.

Señaló que aunque aún no se puede considerar que haya hambruna, algunas rancherías están sufriendo por la falta de alimento, y según los adultos mayores no hay antecedente de tanta pobreza.

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Desde siempre, las familias sólo comen dos veces al día -a las 11 de la mañana y a las 6 de la tarde- y no por gusto sino por necesidad, pues no alcanza para desayuno, comida y cena, dijo el también maestro de la escuela primaria unitaria a la que, hasta antes de la pandemia de Covid-19, acudían 11 niños, algunos de ellos tenían que cabalgar o caminar durante horas para llegar a su centro escolar.

Comentó que hace unos días inició una campaña de ayuda humanitaria por parte de personas de pueblos vecinos, que además aprovechan algunos políticos que aspiran a un cargo de elección popular.

También, abundó, participan familias altruistas de San Ignacio, Vizcaíno, Guerrero Negro y la zona Pacífico Norte.

Subrayó que la ayuda está fluyendo de manera espontánea y que no hay centro de acopio, por lo que quienes desean aportar lo hacen entregando directamente en la comunidad.

En esta comunidad, casi todas las 12 rancherías de la zona se dedican a la caprinocultura, y aunque en años normales o de sequía moderada los rebaños se sueltan durante el día y se encorralan en las noches, en esta temporada y debido a lo duro del estiaje, los animales andan sueltos desde hace más de cinco meses, pues los sitios donde queda un poco de agua están a más de tres kilómetros de distancia.

La mayor parte de la población de San Francisco de la Sierra son adultos mayores de 70 años, muchos con problemas de diabetes e hipertensión a consecuencia de la alta ingesta de sal contenida en los quesos de cabra, que es el alimento básico de la dieta local.

Aunque durante casi un año estuvieron libres de contagios de Covid-19, hace apenas unas semanas se presentó en primer caso positivo, en un vecino que tuvo que recibir atención médica en el hospital de Vizcaíno.

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Con el inicio de la pandemia se cerró el acceso a las pinturas rupestres y se conminó a los pueblos vecinos a no ir a la zona, lo que derivó en un aislamiento casi total durante cerca de un año, con solo visitas esporádicas de políticos o de lugareños que salían a comprar insumos o alimentos.

Desde hace más de 15 años el número de habitantes en esta región permanece sin cambios significativos; son aproximadamente 270 personas entre niños, jóvenes, adultos y ancianos de las rancherías de San Francisco, El Rayo, Guadalupe, San Gregorito, San Gregorio, San Antonio, La Tinaja, San Julio, Santana, San Esteban, San Pedro, San Nicolás, La Cueva y Las Golondrinas.

Además de la venta de cabras y la elaboración de quesos, otro ingreso para los locales de habitantes de la sierra de San Francisco es la llegada de turistas a visitar las antiquísimas pinturas rupestres entre las que destacan La Pintada, El Palmarito y El Ratón, que según algunos estudios alcanzan una antigüedad de más de 10 mil años.

Sin embargo, a fin de prevenir contagios de Covid-19, estos sitios arqueológicos han permanecido cerrados durante toda la pandemia, incluso, a pesar de que el INAH autorizó su reapertura en enero pasado; a petición de las comunidades, la fecha quedó sin efecto.

Arvizu Meza recordó que la última vez que llovió en la sierra fue en marzo de 2020, pero que lo mismo afecta el frio que el calor cuando los rebaños no tienen agua ni comida.

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