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CDMX

Mujeres de la Tierra combaten la violencia doméstica con tortillas, tlacoyos y tamales

Mientras Alma enciende el fogón, Gris amasa maíz y Leticia lava verduras. La pandemia les robó el trabajo y las expuso a la violencia doméstica y machista, pero con coraje y valor armaron Mujeres de la Tierra, una cocina donde han vuelto a humear los sueños.

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Mientras Alma enciende el fogón, Gris amasa maíz y Leticia lava verduras. La pandemia les robó el trabajo y las expuso a la violencia doméstica y machista, pero con coraje y valor armaron Mujeres de la Tierra, una cocina donde han vuelto a humear los sueños.

A través de esta pequeña cooperativa, ubicada en la alcaldía Milpa Alta, de la Ciudad de México, las mujeres encontraron una luz de esperanza con la venta en redes sociales de tortillas, tlacoyos, tamales y otras delicias del maíz.

Con la venta de esos alimentos, Alma, Gris, Leticia y otras tres mujeres buscan su autonomía económica y reflexionar sobre la violencia, pues la epidemia, y en particular, los confinamientos, les hicieron ver que vivían con maltratadores.

“A veces nos deja mucho (dinero), a veces nos deja poco, pero somos muy afortunadas en trabajar todavía esto que nos da la tierra para producir y salir de nuestras violencias que vivimos en casa”, dice Alma, de 31 años, tras preparar los platillos del día.

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Todas evitan dar sus nombres completos y se cubren el rostro. Razones no les faltan, pues México ha vivido en los últimos años un constante incremento en la violencia de género, acentuada durante la pandemia.

En 2020 se cometieron unos 940 feminicidios, mientras que las autoridades recibieron 260 mil 067 llamadas de auxilio por violencia contra la mujer, el mayor número en el último lustro. Al menos 10 por ciento de esas llamadas se registró en marzo, cuando arrancó el confinamiento.

Junto a un fogón todavía humeante, donde poco antes cocinaba tlacoyos y tortillas, Alma reconoce esa realidad.

“Desafortunadamente todas hemos sufrido violencia, algunas de una manera, otras de otra manera (…). Es violencia psicológica, física, económica”, dice en medio del olor a leña donde hierven los tamales.

A este grupo de mujeres, la pandemia les robó el trabajo y las expuso a la violencia machista, pero con coraje armaron una cocina donde han vuelto a humear los sueños.

La confianza que han recuperado ha hecho posible que estas mujeres se apoyen mutuamente para drenar su dolor y sanarlo.

En marzo de 2020, cuando la epidemia llegó a México, las integrantes del colectivo quedaron desempleadas.

“Nos dieron las gracias”, dicen de forma amable sobre su despido, un fenómeno que –según la Cepal- redujo de 52 a 46 por ciento la participación de las mujeres latinoamericanas en el mercado laboral entre 2019 y 2020.

Gris, de 34 años y con cuatro hijos, relata que ante el difícil panorama volvieron los ojos al oficio que conocen de sobra: “echar tortillas, tlacoyos, gorditas” al asador.

El camino no es fácil en una economía que retrocedió 8.5 por ciento en 2020, su peor desplome desde la Gran Depresión, pero que según el Fondo Monetario Internacional (FMI) se expandirá 4.3 por ciento en 2021.

Las proyecciones incluso más pesimistas no logran aplacar la alegría que se respira en esta cocina, animada con música y adornada con el color morado de las mazorcas que cosechan sus protagonistas.

“Nuestra autoestima a veces está por los suelos de tanto problema, preocupación, hijos, entonces de repente vienen con buenas noticias (…). Nos motiva a decir sí se puede, va a haber altas, va a haber bajas, vamos a vender a veces poco, a veces se va a componer”, comenta Gris.

“Pensamos que va a llevar tiempo, que cada una agarra su paso”, dice Chío. “Si nosotras decidimos organizarnos fue por nuestra necesidad y por las realidades tan fuertes que nos orillaron a decir, en un acto de desesperación, ¡basta!”.

Por lo pronto, Leticia, de 39 años, comienza a recoger los frutos de su tenacidad y el espíritu solidario de Mujeres de la Tierra.

“Me he sentido muy bien porque este proyecto me ha dado confianza, me ha dado seguridad económica y emocional. Me ha dado muchas cosas”, reflexiona.

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