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La Opinión

Estados Unidos vive más que una simple elección

El republicano Donald Trump busca la reelección al frente el gobierno de Estados Unidos, pero antes deben derrotar en la elección al demócrata Joe
Biden

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Jacques Coste
El 3 de noviembre de 2020 se conoce quién gana la elección en Estados Unidos.

El 3 de noviembre de 2020 es un día crucial en muchos sentidos: el supermartes electoral en Estados Unidos. Por fin se definirá quién ocupará la Casa Blanca durante los próximos cuatro años y si el Congreso es de mayoría demócrata o republicana.

A lo largo de su campaña, Joe Biden ha repetido que “el carácter de la nación está en la boleta” y esta elección decidirá si la presidencia de Donald Trump es sólo “un paréntesis oscuro en la historia estadounidense” o “transforma para siempre el alma americana”.

Puede sonar exagerado, pero no lo es. Eso y más está en juego en esta elección. El martes 3 de noviembre de 2020 se decidirá, en un grado importante, el futuro de la democracia liberal, del orden internacional basado en normas e instituciones y de Estados Unidos como idea, como referente, como Estado y como nación.

El resultado de los comicios de Estados Unidos puede significar un golpe devastador para la viabilidad de la democracia liberal en todo el mundo y el resquebrajamiento del orden internacional basado en normas, o bien, su revigorización y su legitimación como alternativas viables para salir de la crisis del coronavirus.

El resultado electoral en Estados Unidos también puede oxigenar, actualizar y reimpulsar a la alicaída cultura política estadounidense —ideario liberal, sistema de pesos y contrapesos, respeto por las instituciones y las normas democráticas— o puede terminar de sepultarlo de una buena vez.

Si Joe Biden gana y verdaderamente impulsa la agenda establecida en su plataforma electoral, equilibrando los compromisos con ambos bandos del Partido Demócrata —los progresistas y los centristas—, convertirá a la Unión Americana en un Estado de Bienestar con tintes importantes de sustentabilidad e inclusión social, sin dejar de ser una economía potente con un mercado gigantesco.

¿Qué mejor ejemplo habría de que la democracia liberal no está peleada con los derechos socioambientales y éstos son compatibles con el crecimiento económico?

Es difícil que Biden logre equilibrar todos los puntos de su ambiciosa agenda, pero no imposible. Además, con que logre cumplir con una porción aceptable de sus propuestas de campaña, sobre todo en términos de combate a la pandemia y extensión de las redes de seguridad social, ganaría amplia legitimidad nacional e internacional como referente democrático.

En el interior, se le percibiría como líder respetuoso de las instituciones y las normas democráticas; hacia el exterior, demostraría que la conciliación entre las agendas socialdemócratas y liberales es posible.

Uno de los motivos para explicar el advenimiento de líderes populistas y autoritarios alrededor del mundo es que la desigualdad socioeconómica y el mercado despiadado crecieron a la sombra de los gobiernos democrático- liberales.

Por eso, el triunfo y la gestión exitosa de Biden serían fundamentales para revitalizar y relegitimar a la democracia y a los “políticos tradicionales” —a quienes los líderes populistas se contraponen— en todo el mundo.

Si gana Biden, los demagogos que han arribado al poder mediante mecanismos democráticos alrededor del mundo perderán cierta dosis de legitimidad y respaldo internacional.

No estoy diciendo que caerán, pero ya no podrán acudir a Estados Unidos en busca del espaldarazo de su “amigo Trump” ni podrán argumentar que hasta en la Unión Americana —que supuestamente es una democracia ejemplar— las instituciones democráticas están desacreditadas.

El orden internacional basado en normas e instituciones también saldría beneficiado de una victoria electoral de Biden por una razón muy sencilla.

Donald Trump ha dedicado buena parte de sus acciones de política exterior a desprestigiar a los organismos internacionales —incluso sacó a su país de la OMS en plena pandemia— y a fortalecer a líderes autoritarios, como Vladimir Putin, Jair Bolsonaro y Benjamín Netanyahu.

Con Joe Biden, podría esperarse un reacercamiento de Estados Unidos a sus aliados tradicionales, como Alemania, Japón o Reino Unido, y un respaldo al entramado institucional global.

En cuanto a la revitalización de la cultura política estadounidense, las instituciones, las tradiciones democráticas y el sistema de pesos y contrapesos han mostrado resiliencia y capacidad de respuesta ante los embates trumpistas, por lo que aún pueden recuperar su antigua fuerza si hay un liderazgo que los proteja.

A pesar de todos los esfuerzos de Donald Trump por socavarla, la prensa ha mantenido su independencia y su vocación crítica. Pese a los intentos por capturar al sistema judicial, ha habido muchos jueces federales que han hecho gala de su independencia y han tomado valerosas decisiones en contra de Trump.

Lo mismo puede decirse de varios congresistas, gobernadores y otras figuras políticas.

Cuatro años más de una presidencia trumpista podrían resultar devastadores para el edificio democrático estadounidense. Eso es lo que estará en juego para Washington y para el mundo el día de mañana.

La elección no sólo es un choque entre visiones progresistas y conservadoras, tampoco se limita al enfrentamiento entre dos estilos diferentes de hacer política.

Lo que se disputa es, en buena medida, la viabilidad de la democracia liberal, la legitimidad del orden internacional vigente y la continuidad del sistema político de Estados Unidos.

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