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El Extranjero

Las casas de apuestas ven una derrota de Donald Trump

Para el 3 de noviembre de 2020, las casas de apuestas dan como ganador un porcentaje de 62% de Joe Biden contra 34 % de Donald Trump

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En 2016, las casas de apuestas pronosticaron el triunfo de Donald Trump, en contra de lo que todo mundo pensaba.

Los últimos días de Donald Trump como el presidente número 45 de los Estados Unidos  parecen llegar a su término.

Desde luego nada está asegurado y la derrota electoral de Hillary Clinton, quien en 2016 obtuvo tres millones más de votos que Donald Trump, apareció entre los demócratas durante los días del Halloween en Estados Unidos.

Cuando han habido procesos electorales, las casas de apuestas han sido más acertadas en sus vaticinios que las empresas encuestadoras más prestigiosas del mundo.

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En 2016, las casas de apuestas pronosticaron el triunfo de Donald Trump, en contra de lo que todo mundo pensaba y del análisis político de FiveThirtyEight, una de las compañías más sólidas en la predicción de resultados electorales, que había dado a Hillary Clinton como la vencedora de los comicios de hace cuatro años.

Para el 3 de noviembre de 2020, casi todas las casas de apuestas dan como ganador a Joe Biden con un porcentaje de 62 por ciento contra  34 por ciento de Dondal Trump, por lo que de no ocurrir algo catastrófico estaremos viendo una derrota de los republicanos.

Aunque Joe Biden gane las elecciones ¿realmente el mundo se quedará sin Donald Trump?

Donald Trump se ha convertido en un símbolo, en un personaje y para muchos estadounidenses, en un modelo a seguir que representa el american way of life.

La historia del empresario millonario que fue capaz de levantar la bandera del racismo y el odio como un ideal compartido con un amplio sector de la población, no termina con su salida de la presidencia.

Trump no fue la causa de la división entre los norteamericanos, quizá fue su respuesta y catalizador. Únicamente se apropió de un sentimiento y una realidad popular que no tenía voz pública ni representación oficial, pero vivía escondida en las apariencias y modales a través de una tolerancia más obligada que aceptada.

Donald Trump respondió a una necesidad del electorado norteamericano y supo qué decirles y cómo enamorarlos.

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Aunque la luna de miel parece terminar, el gran reto de Biden será crear y mantener un gobierno eficaz que responda a todos los sectores del país, ya que de no hacerlo seguirá creciendo el deseo de tener un líder con matices parecidos a los de Trump.

Pero con independencia del triunfo o caída de Trump, en el mundo seguirán presidentes que comparten su discurso y modo de actuar.

Sin ir más lejos, en México tenemos un presidente quien también ha dividido y sembrando odio, en un claro mensaje de desunión. De igual manera, ambos presidentes comparten una capacidad de mentir y contradecirse tan arraigada como su modo de actuación al margen de la ley.

No es coincidencia que los países del continente americano que han tenido un peor manejo de la crisis sanitaria por Covid-19, a nivel mundial, sean Estados Unidos, México y Brasil, cuyos presidentes guardan una similitud extraordinaria en su discurso y manejo de la comunicación.

Algunos otros líderes mundiales que comparten actitudes autoritarias o menos liberales, con independencia de ser categorizados sus gobiernos como democracias, dictaduras o regímenes de derecha, centro o izquierda, son Boris Johnson, primer Ministro de Gran Bretaña, Putin en Rusia, Viktor Orbán en Hungría, Rodrigo Duterte en Filipinas, Maduro en Venezuela, sin mencionar a varios líderes africanos, árabes y asiáticos.

Muchos consideran que la caída de Trump es el inicio de un Nuevo Orden Mundial en el que nos liberaremos de los líderes mesiánicos. Yo no lo creo, porque Trump es como la cicatriz de la viruela que nos recuerda que estuvimos enfermos pero el virus siempre seguirá en nuestros cuerpos.

Lo que el mundo necesita es mejores sociedades y ciudadanos. Winston Churchill dijo: “el mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”.

La democracia no debe ser vista como un fin, tampoco como la solución a los problemas.

No es un proceso electoral o sistema político, sino una forma de vida de los ciudadanos a través de actos cotidianos de tolerancia, inclusión y protesta no violenta, que tienen el poder de transformación de la sociedad, haciendo mejores leyes y convirtiéndolas en prácticas institucionales.

Está en los ciudadanos construir mejores sociedades, más igualitarias en oportunidades, mejor informadas y con mayor educación.

Caen monumentos y estatuas, señal de un cambio de mentalidad global. Ahora debemos erigir nuevos modelos de convivencia basados en el respeto a los derechos fundamentales de la humanidad y la protección de nuestro medio ambiente, con más tolerancia y desde luego en una cultura de paz.

Un mundo con rostro humano debe ser nuestra meta, no un mundo sin Donald Trump.

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