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La Opinión

AMLO es empático con el pueblo y distante con los empresarios

La empatía de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) presidente de la
República, debe ser para el pueblo, la clase media y a la iniciativa privada

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AMLO es empático con el pueblo y distante con los empresarios
Hay figuras cercanas al presidente que no muestran empatía.

“Cualquiera se puede enfadar, eso es fácil, pero enfadarse con la persona adecuada, al nivel adecuado, en el punto en tiempo adecuado, por la razón adecuada y en la manera adecuada, eso no está dentro del poder de todos y no es fácil”, dice Aristóteles, filósofo, polímata y científico griego.

Para ejercer mi profesión de mediador privado requiere del uso de herramientas de comunicación para generar un “rapport”, es decir, establecer un ambiente de entendimiento, buena relación, empatía y compenetración entre las personas que intentan resolver sus controversias y problemas de una manera pacífica.

Me resulta claro entender que no solo en mi actividad profesional se necesita ser asertivo, equilibrado y tener escucha activa, sino que es una premisa básica para relacionarnos de una mejor manera entre las personas y entre el poder político y los gobernados, algo que no está sucediendo en México desde hace mucho tiempo.

Hay una gran diferencia entre ser político y estadista. Jorge Luis Borges, escritor argentino, señaló que “la profesión de los políticos es mentir; son hombres que han contraído el hábito de mentir, el hábito de sobornar, el hábito de sonreír todo el tiempo, el hábito de quedar bien con todo el
mundo, el hábito de la popularidad”.

El término estadista se asocia al mandatario de un gobierno o funcionario público que tiene conocimiento veraz y real de la sociedad que representa, estableciendo programas y planes eficaces a corto, mediano y largo plazo, sin prometer utopías ni crear ilusiones.

El estadista es un especialista en el manejo de la administración pública, vela por el bien común y deja una marca de cambio positivo y de progreso en la historia de su pueblo, guiándolo hacia un destino de grandeza, mejorando sus capacidades, descubriendo potencialidades y generando ingresos.

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El filósofo español José Ortega y Gasset llamó estadistas “a aquellos gobernantes que son capaces de tomar medidas que son buenas a largo plazo, aunque en lo inmediato puedan resultar antipáticas e impopulares.

Será la historia quien, con mirada retrospectiva juzgue al político de estadista, o de un simple oportunista, demagogo o pusilánime.” (Obra “Mirabeau o el político”, 1927).

Winston Churchill, ex primer Ministro Británico, diferenció a los políticos comunes de los estadistas caracterizando a los primeros como aquellos que solo buscan el triunfo electoral y a los segundos como los que piensan en las generaciones venideras.

Un problema mundial actual es que los estadistas están en extinción, cediendo su paso a una clase política sin preparación, oportunista y que no se preocupa por el bien común.

¿Cuántos estadistas habrá tenido México? La historia condenará o reconocerá la administración del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, pero actualmente su gestión dista mucho de ser empática.

La empatía según el diccionario de la Real Academia Española es “la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”.

En el caso de AMLO, muestra empatía solo por un sector de la población, indudablemente el de mayor número y necesidades, pero lo hace mediante un discurso divisionista, de confrontación, basado en sentimientos de rencor y odio, lo que termina por desviarlo de su camino, convirtiéndolo en un gobernante alejado del equilibrio.

Si su llamado nacional fuera de unión a través de una comunicación empática con todos los sectores de la sociedad, seguramente generaría más eco, impacto, estabilidad y confianza, pilares para construir una economía sostenible y redes ciudadanas más fortalecidas.

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Se ha mostrado distante al no apoyar al sector empresarial, en el que desde luego está incluida la muy golpeada clase media mexicana. También ha sido lejano con la violencia de género, cáncer de nuestra sociedad desde hace mucho tiempo. Se ha burlado de las manifestaciones civiles y grupo
empresariales en su contra, al igual que la prensa lo cuestiona.

En resumen, AMLO se comporta como el niño que es dueño del balón y cuando va perdiendo el partido lo agarra y detiene el juego.

El problema es que la falta de empatía ha discurrido en algunas figuras públicas que se han encarado directamente con la sociedad civil. El caso más reciente fue el de Beatriz Gutiérrez Mueller, esposa del presidente, que vía Twitter dijo no ser médico, cuando un padre de familia cuestionó sobre el desabasto de medicinas para niños con cáncer.

También está el caso de John M. Ackerman, miembro del Comité Técnico del Instituto Nacional Electoral, quien en un acto de soberbia declaró que no tiene por qué rendir cuentas de sus propiedades a nadie.

El militante de Morena siempre se había manifestado por exigir transparencia en la situación patrimonial de otros funcionarios públicos.

México necesita un estadista, pero también una sociedad más empática, porque la grandeza de un pueblo se construye desde abajo, desde sus cimientos, con la educación y civismo de sus ciudadanos.

Debemos dejar de hacer diferencias entre nosotros mismos. Precisamos colocarnos en los zapatos de los demás, tratando de entender las necesidades de cada quien.

Tal parece que estamos condicionados a resolver los problemas de una manera confrontativa o litigiosa, dejando a un lado la comunicación asertiva y constructiva.


El grado de inseguridad y la desintegración de la familia y sus valores nos colocan en una situación muy difícil para restaurar el tejido social.

Nuestro Himno Nacional nos exhorta a responder al grito de guerra, pero lo verdaderamente urgente es abanderar el grito de paz.

Debemos encontrar puntos en común, reformular los sentimientos de la Nación y dejar de movernos como cangrejos, quizá solo entonces empezarán a surgir los estadistas que tanto necesitamos, porque bien dicen que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.

Podemos empezar por resolver nuestros conflictos a través de medios alternativos de solución de controversias, como la mediación, que ha sido impulsada como uno de los puntos de la agenda de México como Miembro No Permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. La empatía construye y fortalece lazos.

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