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El Extranjero

La herencia del Muro de Berlín

A pesar de que cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín, se siguen erigiendo muros en el mundo con políticas nacionalistas

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El próximo sábado se cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín, el principal referente de la Guerra Fría, pero este tipo de paredes xenófobas y divisionistas se siguen erigiendo en todo el mundo. Son parte medular del renacimiento de las políticas nacionalistas. 

La liberalización, la globalización, la apertura democrática y la libre movilidad de los ciudadanos en el nuevo mundo en el siglo XXI trajo consigo la idea del fin de las fronteras.

Sin embargo, acarreó la proliferación de la construcción de imponentes muros que, justificados en conflictos militares, procesos migratorios y el “avance de terrorismo”, se han levantado para separar más a todo el mundo.

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El Muro de Berlín fue considerado por muchos la máxima representación de la Guerra Fría, la división de Europa y el mundo en dos bloques completamente enfrentados, así como el temor a la guerra nuclear.

La valla alemana dividió la capital alemana durante 28 años. Inició su construcción la noche del 12 al 13 agosto de 1961, cuando el Ejército Nacional Popular comenzó a cercar las calles y los ferrocarriles en dirección a Berlín Oeste y posteriormente, el gobierno de la República Democrática Alemana (RDA) autorizó la construcción de un muro de cuatro metros de altura.

Se levantaron 167.8 kilómetros de frontera que dividió Berlín en dos realidades, una pared infranqueable en la que perecieron entre 136 y 206 personas en el intento de cruzarla.

Hoy el muro entre Estados Unidos y México, las vallas que separan España y Marruecos, el “muro de seguridad” entre Israel y Cisjordania, entre otros, mantiene vivo el fantasma del muro de Berlín que debió ser “el último”, pero 30 años después de su caída se siguen construyendo esas paredes de odio.

La Universidad canadiense de Québec contabiliza “75 muros construidos o anunciados”, frente a unos 15 que había en 1989. Si se suman, “los muros existentes se extienden a lo largo de unos 40 mil kilómetros”, es decir la circunferencia de la Tierra, dice la autora de “Fronteras, vallas y muros-Estado de inseguridad”.

El 9 de noviembre de 1989 se derribó el Muro de Berlín, marcando lo que muchos esperaban que fuera una nueva era de cooperación y de apertura a través de las fronteras, resalta el Transnational Institute (TNI), un centro de reflexión internacional, en Ámsterdam.

“Pero 30 años después, parece estar ocurriendo todo lo contrario: el mundo está respondiendo a los problemas de seguridad con muros, militarización y aislamiento”, agrega TNI en su informe “Construyendo Muros”. 

Bruno Tertrais, subdirector de la Fundación para la Investigación Estratégica de París, señala que, si bien muchas personas esperaban que la globalización condujera a la desaparición de las fronteras, por el contrario ésta ha alimentado un resurgimiento del nacionalismo y la xenofobia. Y al nacionalismo “le gustan las barreras”.

El diplomático francés Michel Foucher, autor de un libro sobre la construcción de fronteras, argumenta que la vulnerabilidad que sienten muchos frente a la globalización había conducido a una demanda de más proteccionismo estatal y, por extensión, más muros.

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El muro sirve como “una metáfora que se espera calme nuestros miedos”, dice Foucher.

“Los Estados miembros de la Unión Europea y del Espacio Schengen han construido desde los años 90 casi mil km de muros, lo que equivale a más de seis veces la longitud total del muro de Berlín, para evitar la entrada de desplazados”, de acuerdo con el Transnational Institute.

Pero para Michael Rubin, investigador del American Enterprise Institute, un centro de investigación, en Washington, no hay que confundir los actuales muros fronterizos, construidos para controlar la entrada de personas, y el muro de Berlín, que impedía a las personas salir.

“Los muros funcionan si su objetivo es proteger la seguridad nacional y frenar la inmigración ilegal”, estima, y cita como ejemplo “exitoso” la barrera entre Israel y Cisjordania. 

Por su parte, la canciller alemana, Angela Merkel, lamenta el discreto reconocimiento al papel del pueblo germanooriental en la caída del muro de Berlín y alaba el “gran coraje” que mostraron los ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA).

En una entrevista que publica hoy la revista “Der Spiegel”, Merkel, quien tenía 35 años cuando cayó el muro, explica que “la reunificación alemana fue diseñada conjuntamente por el Este y el Oeste” y la “destreza política” del entonces canciller de la Alemania Occidental, Helmut Kohl, así como la confianza que tenían en él los aliados, “desempeñaron un gran papel”.

Mientras que para el último dirigente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, Europa sigue dividida 30 años después de la caída del muro, dijo al reunirse con los expresidentes de Alemania Christian Wulff y Polonia Lech Walesa.

“La gente esperaba que la división de Europa había llegado a su fin. Esperaba que toda Europa sería nuestra casa común. Aún estamos lejos de hacer realidad esas esperanzas”, dijo en un acto celebrado en la sede del Fondo Gorbachov, en Moscú.

Aunque, cuando cayó el Muro de Berlín, la Unión Soviética dio un paso al costado, dejando que el gobierno comunista de Alemania Oriental se desmoronase y aceptando prontamente la unificación alemana. El actual presidente ruso Vladimir Putin lamenta hoy la inocencia de los líderes soviéticos de entonces que despejó el camino para la expansión de la OTAN hacia el este.

Gorbachov cometió errores imperdonables que dejaron huellas personales, dice el hoy mandatario ruso. Un mes después de la caída del muro, Putin, quien era un teniente coronel de la KGB basado en Dresden, Alemania Oriental, tuvo que hacer frente a manifestantes que trataron de tomar la sede de la KGB en esa ciudad luego de que los militares soviéticos ignorase un pedido desesperado de que protegiesen el edificio. Finalmente pudo contener a la multitud sin violencia.

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