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Las Gardenias de Tepito hacen del futbol una fiesta

Hace más de 50 años las llamaban “las raras”, ahora quienes identifican a las integrantes de Las Gardenias no pierden oportunidad para pedirles una selfie en pleno Tepito, uno de los barrios de mayor popularidad de la Ciudad de México

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Las Gardenias de Tepito hacen del futbol una fiesta

La salida de los vestidores en el estadio Maracaná, ubicado en el corazón de Tepito, estaba aglomerada como si fuera a salir la selección mexicana de futbol, pero en realidad eran Las Gardenias que con sus largas pestañas, pelucas, brillos y su uniforme negro con vivos rosas se dirigieron a conquistar la cancha y a su público.

Minutos antes de estar sobre el césped sintético color verde donde el americanista Cuauhtémoc Blanco se hizo famoso, las glamurosas reinas de la noche conversaban: “Préstame  tus sombras que te dije ayer”. “¡Mana, ya apúrate porque ya casi son las ocho!”.

Toda esa atmósfera era vivida en el gimnasio adaptado como vestidor donde los youtubers y la televisión francesa tomaban imágenes de cómo las medias subían a prisa por las piernas de Las Gardenias, quienes disputaron el partido del año contra el equipo varonil Hebraye.

Eran las 19:25 horas del 4 de octubre de 2019, las gradas del Maracaná estaban repletas, ya no cabía ni un alfiler y todos buscaban el mejor lugar para ver esos toques finos de las personas travestis, transgénero y transexuales que han ganado el respeto en las calles de Tepito, Lagunilla y la Morelos, algunos de los barrios más peligrosos y bravos de la Ciudad de México.

El respeto ganado por las Gardenias de Tepito se ha forjado con sudor y sangre, porque en su momento cuando jugaban al futbol les decían: “¡Ahí están las raras!”. Ahora son los personajes principales y son la mayor atracción de la fiesta patronal a San Francisco de Asís, un santo que cuida y vigila las calles del corazón de Tepito.

Yoana Zamora, hija de la fundadora y quien ahora está a cargo del equipo, cuenta que a su mamá la buscaban las chicas travestis y transgénero para platicarle sus problemas, entre ellos el rechazo y las burlas de que eran objeto en ese entonces. El punto de reunión se ubicó en la calle Rinconada número 38, a espaldas del estadio.

Horas antes del partido, Yoana recuerda que de pequeña entraban a la cancha, pero los agredían porque aventaban harina, objetos y en una ocasión hasta descalabraron a una chica.

“Cuando entrábamos a la cancha algunos asistentes aventaban harina, objetos y en una ocasión hasta descalabraron a una chica”

“Después, con el tiempo, y a pesar de que no hubo campaña de sensibilización, los espectadores ya buscan a las Gardenias, y sólo llegan a estar presentes en el juego estelar”

Yoana Zamora, hija de la fundadora del equipo, Bárbara Zamora

La tradición que en un principio comenzó por una afrenta por jugar un deporte machista, lleva más de 50 años, por lo que este juego se convirtió en un referente del barrio.

Las chicas en su mayoría se dedican al estilismo o al comercio, incluso algunas de ellas se dedican a ofrecer shows imitando a artistas como Gloria Trevi o Jenni Rivera.

Pero los reflectores y flashes no los tenían hace más de 30 años, cuando Bárbara Zamora decidió integrar un equipo por trasvestis y transgénero, chicas originarias del barrio bravo, para luchar contra la homofobia y expresar: “¡yo soy parte de esta sociedad!”.

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La labor de Bárbara, fue tratar de tranquilizar los ánimos, después, con el tiempo, y a pesar de que no hubo campaña de sensibilización, los espectadores ya buscan a Las Gardenias.

“Fueron pasando los años, ahora la gente nos quiere, nos admira, nos cuida”

Sandy, integrante de las gardenias de tepito.

De tez morena y baja de estatura, cuenta que hace 18 años es parte de este equipo, pero que la emoción que la invade es la misma.

“Ahorita ya estoy nerviosa de la emoción, ya quiero que llegue la hora”, expresa quien estuvo encargada de un stand donde se realizaron pruebas de detección de VIH, así como pláticas informativas acerca de esta enfermedad.

Mientras que para Marbelle es la primera vez que juega con este equipo que ya es conocido a nivel mundial.

Relata que fue a través de una amiga del equipo por quien decidió integrarse, y que lo seguirá haciendo “hasta que Dios me preste vida”.

“Es una emoción, no te lo puedo explicar, tendrías que estar en mi lugar, conozco a una de mis compañeras, estar con ellas, a levantar el evento”, expresa risueña sin dejar de maquillarse.

 El gimnasio del centro deportivo se convirtió en un centro de diversión, pues media hora antes del partido, los jugadores del equipo contrario llegaron al lugar, pero no para amedrentar a las jugadoras travestis, sino para departir con ellas.

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Una de las bromas recurrentes que realizan Las Gardenias es desvestir a los oponentes, pero no se esperaron a llegar a la cancha de futbol, sino que cualquier pretexto fue bueno para que lo hicieran con al menos tres integrantes del equipo Hebraye.

La noche abrigó a las chicas que disfrutaron de ser el centro de atención de los asistentes al Maracaná, entre vecinos del barrio, trabajadores de los comercios, representantes de los medios de comunicación, niños, mujeres, sus amigas, todos querían tener la mejor toma de su espectáculo en el pasto.

Tomaban el balón, lo pasaban a su compañera, no sin antes bailar, sacudir su peluca, toquetear al jugador rival, la cancha se convirtió en la sede de una fiesta.

El primer tiempo del partido se “jugó” de manera oficial, a pesar de las faltas al reglamento, no importó que el árbitro marcó una falta, fue ignorado, pues tanto los jugadores como la afición se enfocaban en disfrutar cómo Las Gardenias aprovechaban cualquier distracción del oponente para tomar el balón entre sus manos, para meterlo en la portería contraria.

¿El marcador? Al final no importó, pues recién comenzado el segundo tiempo, los juegos pirotécnicos  de la Iglesia del patrono atrajeron la atención, tanto de los jugadores como de los asistentes, y se convirtió en una verbena.

Pero Las Gardenias siguieron accediendo a tomarse fotos con quien se lo pidieran, y bromeaban sobre todo con los hombres quienes les pedían la instantánea entre albures.

Nuestros anfitriones, la pareja conformada por Israel y Angélica nos acompañaron al Metro Lagunilla, entre los tubos de los puestos, las vecindades, el olor a comida y los protagonistas de la noche, entre ellos un niño que paseaba con su moto haciendo “caballitos”.

Por Dolores Luna

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