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El gobierno de AMLO y su fracasada historia de la soberanía rescatada

Se sigue pensando que estamos en un país petrolero, aunque ya llegamos a la producción más baja en 40 años

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La larga marcha del 18 de marzo deja en claro algo: el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador fracasó en su intento pseudonacionalista petrolero, pero también hizo de lado las formas de generación de energía que crecen en el mundo y que lo hacen por una lógica no sólo ambiental sino económica: las fuentes renovables.

En el mundo se aprovecha el sol y el viento para bajar costos. En México se simula con un puñado de proyectos inviables y caros. El resultado de la política energética del gobierno de la Cuarta Transformación es fastuoso, rico, hay que revisar las cifras.

Recuperamos la producción petrolera sacando el petróleo con popotes desde la tierra. Rebasamos los 3.8 millones de barriles diarios de producción, se superó la marca del sexenio de Fox. Tenemos reservas probadas suficientes para subir la producción a cuatro millones diarios y extraer de forma estable así por otros 30 años.

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Sin tener las reservas petroleras de Venezuela o la de los países árabes, las utilidades de Petróleos Mexicanos (Pemex) al Estado soportan más del 30 por ciento del gasto público, con gasolina a 10 pesos el litro. El mundo nos ve con envidia.

Desde mediados de 2019 y después de un heroico rescate al Sistema Nacional de Refinación (SNR) no tenemos un solo accidente en el país. El sistema dejó de perder dinero, ofrece ganancias y gasolina barata.

La nueva refinería de Dos Bocas se construyó en tiempo y por sólo ocho mil millones de dólares, tal como estaba presupuestado; produce 350 mil barriles diarios de gasolina, con base en petróleo mexicano. Y se construyen cinco más, para no exportar un solo barril de petróleo crudo. Exportamos jugo, no naranjas.

Las pipas del bienestar llevan la gasolina súper barata a cada estación de servicio del país. Es tan barata y las pipas tan seguras, que se acabó el huachicol y las estaciones de servicio, usan solo gasolina Pemex, de buena calidad y diésel limpio, sin emisiones.

Gracias a estas acciones sobre el SNR y la industria petroquímica nacional, pudimos producir fertilizantes, con lo que no sólo se frenó la inflación, sino que ahora los exportamos y la guerra en Ucrania nos hizo lo que el viento a Juárez.

Llegan inversiones millonarias al país. Algunos pelean por el poco combustóleo que producimos, para fortalecer sus cadenas productivas. Y digo poco porque la inversión en mantenimiento y la reconfiguración permitieron minimizar la producción de combustóleo y sale más gasolina.

México es la punta de lanza del sector energético mundial, exporta gasolina a todo el mundo, el principal cliente es Estados Unidos, que ante el combustible barato dejó para mejor ocasión la transición a autos eléctricos.

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Seguimos apostando en México por malos negocios como son nuestras refinerías, que mientras más refinan más pierden. Al mismo tiempo tenemos paradas centrales eléctricas que no le costaron al Estado mexicano, pero además pagarían impuestos, generan empleos, alientan la inversión en otros sectores.

Tenemos los potenciales eólicos en Oaxaca, Tamaulipas y Yucatán desperdiciados; el solar en todo el país.

El mundo construye eólicos en el mar para producir hidrógeno, las interconexiones entre países para poder usar más las renovables con más seguridad y a costos más bajos.

Pero seguimos pensando que estamos en un país petrolero, aunque ya llegamos a la producción más baja en 40 años y dilapidamos el dinero en mantener ese sueño.

Y es que la soberanía energética no se construye enquistándose en el pasado, en un sueño, sino generando aquí la energía que necesitamos, hacerlo de la forma más limpia posible y a los costos más bajos.

El sueño petrolero no logrará eso ni nos regresará a un pasado glorioso que no existió. Las renovables sí que nos pueden dar esa gloria: el sector energético como palanca de desarrollo.

Hay que despertar, pero no para reuniones a las seis de la mañana y simular que trabajamos, sino para llegar a tiempo al futuro. El sol y el viento ahí siguen. Hay que aprovecharlos.

Víctor Ramírez Cabrera / El Sol de México

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