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La Opinión

Lula da Silva pone orden a América Latina, pero no todos se alinean  

Lula da Silva optó por respaldar el nuevo gobierno y dejar que los peruanos resuelvan su crisis política que tiene una vieja data,

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Hace 50 días que llegó Luiz Inácio Lula da Silva al poder y de inmediato apagó las aspiraciones de liderazgo de otros mandatarios de izquierda, no sólo eso, reagrupo a varios de los mandatarios de la misma corriente política en la región, marcando una línea de política exterior marcada por la no injerencia.

El presidente de Argentina, Alberto Fernández, cerró filas de inmediato con Lula, igual que Gabriel Boric de Chile, dos de los mandatarios más mediáticos en Sudamérica. Optaron por mantenerse al margen de la crisis política que vive Perú, que con justa razón pide a los países latinoamericanos mantenerse al margen de sus conflictos.

Pero, también es verdad que la caída del presidente Pedro Castillo y la llegada de la mandataria Dina Boluarte, que ha provocado casi 50 muertos, por las protestas en apoyo al primero y en rechazo a la segunda, con una ola de acusaciones de abusos a los derechos humanos y violencia extrema, según Amnistía Internacional.  

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En este sentido, Lula da Silva optó por respaldar el nuevo gobierno y dejar que los peruanos resuelvan su crisis política que tiene una vieja data, eso mismo hizo el grupo de mandatarios de izquierda que ven al Presidente brasileño como un líder.

No pasó lo mismo con su homólogo de México y el de Colombia, ambos se niegan a reconocer a Boluarte como presidenta y, peor aún, Andrés Manuel López Obrador se niega a entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico, esa postura ha provocado una ruptura bilateral que puede ahondarse.

Si en algún momento, Estados Unidos pensó en que su vecino del sur podría convertirse en su interlocutor con América Latina, pues la llegada de Lula da Silva también desechó de inmediato esa idea, el tercer viaje del mandatario brasileño fue a la Unión Americana, dejando claro que Washington tiene la confianza en que se convierta en el eslabón que mejore las relaciones con la región.

Hay otro tema sumamente espinoso que enfrenta América Latina, la crisis en Nicaragua por otra crisis política, el gobierno del dictador Daniel Ortega ha expulsado a más de 300 opositores después de tenerlos en prisión por al menos dos años para que no estorbaran en su reelección. Con acusaciones de violaciones flagrantes a los derechos humanos.

Llama la atención la diversidad de reacciones de los gobiernos de izquierda en la región: desde el silencio –por el momento– de Brasil y Argentina (otra vez aplicando la misma fórmula que con Perú) hasta la condena frontal de Chile, pasando por la moderación de Colombia y la ambigüedad de México.

Más allá de esa unión que tanto anhela o cacarea tanto Lula como AMLO, la izquierda en latinoamérica parece cada vez más dividida, primero por que muchos países de la llamada nueva izquierda rechazan la forma de hacer política de Cuba, Nicaragua y Venezuela, pero hay otros como el gobierno mexicano que se ha propuesto como mediador ante Estados Unidos para terminar con el embargo que pesa sobre la isla.

De hecho, Cuba tiene un gobierno que se sabe acomodar de buena manera para que lo ayuden como si fuera la víctima, pero esos naciones que apuestan por la isla se les olvida la represión de hace apenas dos años que derivó en el encarcelamiento de más de mil opositores, parece que la mejor forma de gobernar en esa supuestas democracias es metiendo a la cárcel a todo aquel que incomode.

Si usted repara un momento, lo mismo hizo el régimen venezolano con la oposición, cuando Leopoldo López estaba más fuerte fue llevado a prisión él y varios más, lo mismo pasó con los cercanos a Juan Guaidó, están en al cárcel por el sólo hecho de atentar contra una democracia modelo, que tiene muriéndose de hambre a miles de venezolanos.

En nada de eso ha reparado Petro, quien decidió normalizar las relaciones con Nicolás Maduro tan pronto como llegó al poder, son posturas y decisiones que alarman a sus sociedades, porque tanto Nicaragua, como Venezuela y Cuba son dictaduras que llegaron para quedarse, o al menos lo han logrado hasta ahora.

Por eso parece que a Lula da Silva y los suyos no les interesa mucho o nada estar cerca de esos tres régimenes, además han comenzado a marcar distancia de los otros problemas que enfrentan varios países como El Salvador, quien también tiene reiteradas acusaciones de abusos de autoridad en sus campaña en contra de las pandillas o maras.

La primera parte del plan de política de exterior de Lula da Silva está en marcha, habrá que esperar para saber cuál es el siguiente paso en su intención de fortalecer una posible alianza que enfrente las crisis en bloque, pero que no tenga injerencia en las decisiones internas de cada país, la verdad pinta difícil la fórmula, pero no es imposible.

Aunque, también pinta difícil que la izquierda se vuelva un bloque en la región, pues la interpretación de esa corriente política está muy polarizada y muchas veces eres de un lado o del otro según convenga, casi siempre, a los intereses internos de cada gobierno. O usted ¿qué cree?      

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