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A cien años del natalicio de Ricardo Garibay, quien fue periodista, guionista, conductor y boxeador

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A un siglo de su natalicio, el periodista, guionista, conductor, boxeador y docente, Ricardo Garibay, tendrá homenajes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el gobierno de Hidalgo, de donde era oriundo.

“Era la cacería de cada palabra, de cada renglón, de cada acento. Era desesperante, no se sabía nada y se quería emprender los mayores esfuerzos posibles”, así recordaba Ricardo Garibay sus primeros intentos en el oficio de escritor en una de sus tantas conferencias televisadas.

Nacido en Tulancingo, el también narrador, conductor de radio y televisión, bebedor de cantina y bohemia cuenta con una obra de 50 libros es vastísima, sin embargo, es uno más de esos grandes autores nacionales cuya obra no termina de rescatarse completamente del olvido.

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Principalmente recordado por sus novelas Mazamitla (1954), la cual fue su carta de presentación, Beber un cáliz (1965), en el que habla de la muerte de su padre y Par de reyes (1983); así como el libro de cuentos El gobierno del cuerpo (1977), la narrativa de Garibay destacó por construir personajes y situaciones creíbles; usar una gran economía del lenguaje y por la fidelidad oral y coloquial, dice Mary Carmen Sánchez Ambriz.

La crítica literaria señala que “él fue un autor propositivo tanto en la ficción como en el periodismo. Su prosa fluye como un río caudaloso, contagia, envuelve. Recordar a Garibay es imaginar a un lector compulsivo que aprende de los clásicos y los asimila muy bien.

También puede decirse que es un autor que trata a los lectores de manera inteligente, no hay facilismos ni conformismos”, agrega la ensayista, quien recientemente redactó el prólogo a la selección de cuentos con que Garibay ingresará, a partir de marzo, a la colección Material de lectura de la UNAM, casa de estudios de donde el autor egresó como abogado.

Apunta que los principales temas a los que recurría Garibay eran evocaciones de la Revolución Mexicana, estampas surrealistas, relatos de amor y desamor, ajustes de cuentas, escenas familiares y de infancia, así como la figura femenina, la cual tomó gran importancia en la última etapa de su carrera.

En el periodismo, Garibay se desempeñó principalmente como cronista y entrevistador de grandes personajes como María Félix, Agustín Lara o el boxeador Rubén Olivares. Entre los medios en los que colaboró se encuentran Excélsior, La Revista de la Universidad y Proceso, del que fue cofundador junto a Julio Scherer, Armando Ponce y Vicente Leñero.

Con este último tuvo un gran acercamiento, por lo que Leñero escribió el prólogo principal a la publicación de las Obras Completas del hidalguense, que se publicó en 10 tomos, bajo el sello editorial Océano, en 2002, el cual aún se consigue, pero de forma aislada y en remate.

Estrictamente lo que se reconoce como el periodismo de Garibay son sus crónicas, pero la verdad es que toda su obra y también sus memorias lo son. Él era un gran narrador que establecía historias para contarlo casi todo. Fue un hombre que siempre aprovechó el entorno para hacer literatura, con un excelente uso del lenguaje que lo hizo muy puntilloso”, comenta Miguel Ángel Hernández, doctor en Letras Mexicanas por la UNAM.

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El mismo especialista afirma que los temas y estilos de Garibay a lo largo de sus crónicas, varias de ellas plasmadas en libros fueron varios y cambiantes. En su primera etapa era bastante descriptivo, mientras que, en otros libros como Diálogos mexicanos (1975) y Las glorias del gran Púas (1979), desarrolló su característico uso oral del lenguaje.

También apunta Hernández que a través de sus crónicas Garibay fue muy crítico del poder durante las décadas de los 60 y 70, a pesar de que fue mal visto por su íntima cercanía con el expresidente Gustavo Díaz Ordaz. Un ejemplo es el libro Acapulco (1978), que le valió la enemistad de Rubén Figueroa gobernador de Guerrero, el escritor huyó a la CDMX, donde denunció en televisión el acoso de las autoridades, este hecho, considera, Hernández le abrió la puerta al radio y la televisión donde condujo programas culturales que lo hicieron muy reconocible.

La necesidad fue lo que llevó a Garibay a incursionar en el guion cinematográfico. Lamentablemente su experiencia no fue grata, en varias ocasiones hizo hincapié en la falta de reconocimiento como autor hacia este oficio.

Sin embargo, según afirmó Leñero en alguna ocasión escribió cerca de 70 guiones y diálogos, aunque muchos de ellos no fueron respetados.

“El logró en el guion gran contundencia con sus personajes, de los cuales tenía una gran predilección por los provenientes del norte del país. Algo que es admirable de su trabajo llevado al cine es su uso de palabras recias, yo utilizaría el término de ‘violencia verbal’ esa que refiere a cuando las palabras son duras y directas”, asevera Juan Carlos Campuzano, maestro especialista por la UNAM en artes visuales.

Oro del Cine Mexicano, donde trabajó sin reconcomiendo, entre otros, con María Félix y el Indio Fernández; una etapa de ‘insipiente autor’ en la que colaboró con el director Felipe Cazares con quien realizó la película Zapata (1970) y donde llevó al cine el argumento de su novela La casa que arde de noche.

Y otra etapa en la que retrata el aspecto violento de México, visto en su versión cinematográfica de El Púas (1991), donde recupera la vida de campeón de boxeo Rubén Olivares.

Amigo de otros intelectuales como Rubén Bonifaz Nuño, María Luisa “La China” Mendoza y Gastón García Cantú; Garibay ―según cuenta Joaquín Diez Canedo, quien fuera su editor― no es recordado como otros autores, posiblemente por su forma de ser reacia y los temas difíciles que trataba, a pesar de haber tenido gran presencia por sus apariciones en el cine y la televisión.

Sin embargo, Ricardo Garibay dejó una gran huella en nuevas generaciones de escritores a través de su labor como docente y tallerista en la UNAM, entre ellos el crítico literario Alberto Vital, quien lo recuerda de este modo:

Él era toda una personalidad, fuerte, férrea y su labor docente era muy clara en sus expresiones. Era muy amable con nosotros, se notaba que tenía cuidado en que su enseñanza no nos lastimara anímicamente, a pesar de ser muy tajante en sus comentarios.

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En resumen, su trabajo tenía una gran preocupación por enseñar técnicas concretas, mientras que su filosofía era trabajar muy directamente, no detenerse en teorizaciones, era ponernos cara a cara con nuestros propios textos”, añade.

Sobre el aparente olvido que se tiene de la obra de Garibay Sánchez Ambriz señala que a “Garibay no le interesaba ser tomado en cuenta por la academia que intenta hacer inaccesible la obra de un autor o pretender ver encrucijadas cuando las cosas se presentan de otra manera, más sencilla y clara” y que este se pudo deber a sus duras críticas a escritores como Juan Rulfo, Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez.

Sin embargo, apunta que es necesario que críticos y editores pongan de nuevo en circulación su obra “no en circuitos cerrados”, sino dirigidos a la gran pluralidad de sus posibles lectores.

Entre los homenajes que se han preparado por los 100 años del natalicio del escritor se encuentran el que se ha preparado en el Centro Cultural Ricardo Garibay en Tulancingo Hidalgo, y otro en el Museo Nacional de Arte (Munal) en la Ciudad de México.

Asimismo, una serie de cuatro mesas redondas con especialistas organizadas por el Centro de Enseñanza para Extranjeros de la UNAM (CEPE), el cual comienza este 18 de enero y que podrá ser visto por su canal de YouTube, y se extenderá hasta el próximo 8 de febrero.

Kevin Aragón | El Sol de México

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