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El Extranjero

Donald Trump es la diferencia entre liberales y conservadores

Hay temas, como la regulación de las armas, que confrontan a estas dos partes, pues unos argumentan interpretaciones constitucionales

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En Estados Unidos, el porcentaje de quienes se identifican como moderados ha disminuido casi 35 por ciento durante la última década, pero quienes se identifican como liberales han aumentado al 25 por ciento, mientras que el porcentaje conservador se ha mantenido bastante plano, cerca del promedio de 38 por ciento. Al final, Donald Trump será la diferencia entre estos dos últimos.

Ni los tiroteos armados en escuelas de Estados Unidos, con múltiples víctimas -incluso niños-, ni la voz de las mujeres que reclaman por sus derechos reducidos cada día más, ha frenado la ola conservadora en varios estados y sobre todo en la Suprema Corte que, con la Biblia y la segunda enmienda en la mano, han aumentado la división y polarización con su defensa de las armas y las restricciones más duras en materia de aborto.

Estados Unidos se sumergió este año en batallas legales trascendentales por ambos temas y que incluso tendrán consecuencias insospechadas en las próximas elecciones del 8 de noviembre.

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En junio, la Corte Suprema causó un terremoto jurídico, político y social al acabar con la protección federal del derecho al aborto, conocida como el caso Roe vs Wade, gracias a tres jueces conservadores nombrados en la presidencia de Donald Trump, que les dio una mayoría de seis contra tres jueces progresistas.

La sentencia, que da libertad a los estados para prohibir el aborto dentro de sus fronteras, abrió frentes judiciales en varias entidades gobernadas por republicanos, que han aprovechado para imponer leyes que criminalizan a las mujeres por decidir terminar un embarazo, y que incluso traspasan el ámbito de la privacidad.

En agosto pasado, Facebook entregó a la policía de Nebraska las conversaciones por chat de una madre y su hija tras recibir una orden judicial. Las autoridades estatales investigaban a las dos mujeres por un caso de aborto ilegal y los mensajes intercambiados por madre e hija en la plataforma sirvieron finalmente para presentar la acusación contra ellas, lo que causó críticas y serias preocupaciones sobre el uso ilegal de las redes sociales para perseguir a mujeres que deciden abortar.

Sin embargo, a dos meses de las elecciones de medio mandato en Estados Unidos, una parte del campo republicano está cambiando su estrategia sobre el aborto, consciente de que una posición demasiado extrema podría costarle muy caro en la crucial votación de noviembre.

Los demócratas del presidente Joe Biden, debilitados por una fuerte inflación y una economía en desaceleración, esperan salvar algunos escaños en el Congreso al movilizar a los votantes sobre la defensa del derecho al aborto.

Según sondeos, el Partido Demócrata se está viendo beneficiado por la bajada de los precios de la gasolina, pero también por el rechazo a la decisión de la Corte Suprema de derogar el derecho al aborto.

Una votación reciente en el muy conservador estado de Kansas -que rechazó una enmienda que endurecía las restricciones al aborto- y varias encuestas muestran que hasta 60 por ciento de los estadounidenses están a favor del derecho a interrumpir el embarazo.

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“El Partido Republicano se da cuenta de que el derecho al aborto está movilizando a los demócratas e independientes más de lo que esperaban”, indicó Wendy Schiller-Kalunian, politóloga de la Universidad de Brown.

Así que, en algunas regiones, los republicanos están cambiando discretamente de rumbo.

En Carolina del Sur, un proyecto de ley que habría prohibido el aborto, con muy pocas excepciones, fracasó después de que varios republicanos se unieran al campo demócrata.

En la campaña por escaños a nivel nacional, los candidatos republicanos también han cambiado de tono.

En el disputado estado de Arizona, el republicano Blake Masters comparó hasta hace poco el aborto con un “genocidio”. Pero ahora este candidato al Senado sólo menciona la prohibición de “abortos muy tardíos”, una posición que afirma compartir “con la mayoría de los estadounidenses”.

Este cambio republicano ha provocado sin embargo malestar en una parte del campo conservador. Algunos, cercanos a la derecha religiosa, estiman que el aborto debería prohibirse por completo en todo el país y respaldan proyectos de ley en ese sentido.

El pasado 13 de septiembre, el senador republicano Lindsey Graham presentó un proyecto de ley destinado a prohibir el aborto tras las 15 semanas de gestación en todo Estados Unidos y que sólo recoge excepciones en caso de incesto, violación o peligro para la vida de la madre, lo que ha dividido aún más a los republicanos.

Esto ha hecho que Biden busque transformar las próximas elecciones en un referéndum sobre Donald Trump y sus ideas “extremistas”.

Y en esta batalla, el derecho al aborto se volvió un botín político inesperado con el que Biden busca opacar los argumentos de campaña favoritos de los republicanos sobre la economía y el crimen.

En un emocionante discurso durante una cumbre organizada por la Casa Blanca para buscar soluciones a la violencia que desgarra al país, el presidente estadounidense honró a todas las comunidades que han sufrido crímenes de odio en los últimos años, como el tiroteo de 2016 contra una discoteca gay en Orlando, Florida; el ataque en 2019 contra un centro comercial de El Paso, Texas, al que acudían muchos latinos a comprar; y el tiroteo racista contra un supermercado de Buffalo, donde murieron diez afroamericanos.

Así, Biden puso en la misma balanza el supremacismo y los crímenes de odio con la “epidemia” de armas de fuego y tiroteos que desgarran al país.

La masacre de 19 niños y dos maestras -la mayoría de origen latino- en una escuela primaria en Uvalde, Texas, el 24 de mayo fue el tiroteo masivo con más víctimas mortales en Estados Unidos en lo que va del 2022.

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Al menos 490 personas murieron en tiroteos masivos en Estados Unidos en 2022 hasta el momento, según Gun Violence Archive, que suma 14 mil 50 personas muertas en incidentes relacionados con armas durante el mismo período, excluyendo los suicidios.

Ningún otro país de los considerados desarrollados tiene tantas muertes violentas por armas de fuego. Y, en muchos casos, los asesinos están motivados por teorías racistas.

La mayoría de los días de este año en Estados Unidos ha habido un tiroteo masivo y casi todos han tenido algo en común: el tipo de armas utilizadas. En la mayoría de los casos, el tirador utilizó ametralladoras, armas de uso militar, para matar al mayor número de personas posible, aprovechando que muchos estados de Estados Unidos permiten a los jóvenes de 18 años comprar verdaderos arsenales de forma rápida y con restricciones mínimas

Todos los intentos de regular las armas en Estados Unidos se topan con la oposición conservadora que usa como su principal argumento la interpretación de la famosa segunda enmienda de la Constitución, que data de año 1791:

“Dado que una milicia bien organizada es necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no debe ser infringido”.

Estas milicias se conformaban por hombres que buscaban proteger sus pueblos tras la declaración de independencia en 1776.

La ambigüedad de los padres fundadores a redactar el texto dejó la puerta abierta a múltiples interpretaciones que los defensores actuales de las armas lo toman como un derecho personal al nivel de la libertad de expresión, religiosa o de reunión, por los que cada estadounidense puede tener un arma, impidiendo cualquier regulación.

Por ello, Salvador Ramos, el autor de la matanza de Uvalde, pudo comprar fácilmente dos rifles que se regaló por su cumpleaños 18.

Actualmente, la Asociación Nacional del Rifle (NRA) -que cuenta con 5.5 millones de miembros- es uno de los grupos de interés más influyentes en la política estadounidense y se opone a todas las propuestas para regular las armas de fuego, al amparo de la segunda enmienda.

Las grandes sumas de dinero que la NRA da a congresistas y candidatos republicanos -y también a demócratas- han frenado una legislación estricta para el control de armas, un tema que sigue generando divisiones políticas.

Sin embargo, Biden, para enojo de los demócratas progresistas, ha dicho que no tiene intención de actuar por decreto para regular las armas de fuego más allá de lo que prevé la Constitución.

El pasado primero de septiembre Joe Biden tachó de “semifascistas” a Donald Trump y sus seguidores del movimiento “Make America Great Again” (MAGA, o Haz a América Grande de Nuevo), mientras que el presidente estadounidense se proclamaba como el defensor del “alma de la nación”.

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En ese discurso, Biden convocó a votar en contra de los republicanos para “salvar a la democracia” de un “extremismo que amenaza los fundamentos” de Estados Unidos. El revuelo que causó fue mayor en incluso diarios como The New York Times señalaron lo excesivamente divisivo y contradictorio del mandatario después haber llamado a la unidad nacional.

En el espectro político e ideológico esta polarización ha existido desde hace mucho tiempo, como muestra la división de los estados que componen el país, con el noroeste y la costa oeste inclinados a posturas liberales, mientras el centro y sur mantiene su conservadurismo, aunque la irrupción del trumpismo le ha dado un componente radical.

Los que se definen como trumpistas o seguidores de MAGA son millones en el país y forman parte de un núcleo conservador de ala dura dentro del partido republicano e incluso fuera de éste, que ganó unas elecciones en 2016 y superó su votación en el 2020, aun con la derrota ante el demócrata Biden.

En su mayoría, los seguidores del magnate republicano son personas blancas, de clase media baja, poca preparación, detractores de las instituciones, con una tendencia creciente al fundamentalismo religioso y las teorías de la conspiración y las noticias falsas.

Según un estudio de la Universidad Estatal de Ohio, publicado este año en la revista Science Advances, los conservadores en Estados Unidos son menos capaces que los liberales de distinguir las verdades de las falsedades en política, principalmente debido a un exceso de información errónea por parte de la derecha.

Además, son en su mayoría habitantes de zonas rurales o de centros urbanos donde predominaba la industria manufacturera que la globalización neoliberal y la revolución tecnológica sacó del país.

Las últimas encuestas nacionales indican que estos rasgos y la identificación ideológica de los estadounidenses persistió en 2021 a pesar de la derrota electoral de Trump y las múltiples investigaciones en su contra.

La estrecha división continúa entre quienes se describen a sí mismos como conservadores o moderados, mientras que una proporción menor se identifica como liberal.

En términos más generales, el porcentaje de estadounidenses que se identifican como moderados ha disminuido de más del 40 por ciento a principios de la década de 1990 a cerca del 35 por ciento durante la última década.

En tanto, el porcentaje que se identifica como liberal ha aumentado del 17 por ciento en 1992 al 25 por ciento en los últimos años, mientras que el porcentaje conservador se ha mantenido bastante plano cerca del promedio del 38 por ciento, de acuerdo con la última encuesta de Gallup.

A nivel de los estados, la tendencia entre conservadores y moderados es en esencia muy parecida a la división entre estados gobernados por republicanos y demócratas, aunque entre estos últimos no todos se consideran liberales.

Por ello, el término semifascista utilizado por Biden causó malestar incluso en medios de comunicación que han documentado el discurso y los actos de muchos seguidores de Trump. Sin embargo, el fascismo sí ha ganado adeptos en Estados Unidos y estos tipos de extremismo no son ajenos a la historia y la idiosincrasia del país.

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Por otro lado, la ideología liberal estadounidense siempre ha estado asociada al liberalismo económico, mientras que los movimientos de izquierda, representados por senador demócrata Bernie Sanders o su cara más joven, la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, constituyen un fenómeno reciente y excepcional en la vida política.

En realidad, tanto la tendencia liberal como la conservadora, predominantes en el panorama político de Estados Unidos, han sido históricamente las dos caras de una misma moneda y sus formas de gobernar no se distinguían demasiado hasta la irrupción de Donald Trump.

Por lo pronto, el mapa político e ideológico no ha cambiado radicalmente en los últimos años, pero las preguntas son cuántos ciudadanos más pueden ser seducidos por la corriente trumpista extremista, hasta dónde el sistema podrá resistir esa tensión y cuáles serán las consecuencias para Estados Unidos y el nuevo orden mundial en ciernes.

Víctor Hugo Rico | El Sol de México

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