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Los guardianes de Chemuyil no fueron consultados sobre el Tren Maya

En medio de la selva, jóvenes integraron hace seis años una guardia comunitaria para rescatar los cenotes

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Foto: Roberto Hernández

TULUM, Quintana Roo. Con una población de menos de mil habitantes, Chemuyil, ubicado a mitad de la selva de Quintana Roo, tiene 16 jóvenes que buscan recuperar y preservar los cenotes de la región que hasta hace seis años estaban repletos de basura.

Pero en este sexenio, la preocupación está a sólo siete kilómetros del poblado y es el trazo del Tren Maya, sobre el que ninguna autoridad los consultó y hasta ahora nadie les ha podido definir si cruzará por su comunidad.

“La verdad, la verdad te voy a ser honesto […] tenemos incertidumbre porque ni siquiera sabemos dónde va a pasar y con todo lo que ocurrió hace algunos meses o unas semanas no se sabe. Hemos tratado de averiguar todo y nadie sabe de momento”, dice Einer Medina, uno de los jóvenes que integran el colectivo Bejil-Ha, la Guardia Comunitaria de los cenotes.

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La suspensión provisional de las obras del tramo 5 del Tren Maya -que va de Playa del Carmen a Tulum-, luego de que se comprobara que no existía la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), es lo que ahora tiene en vilo al colectivo y a la comunidad.

“Hemos preguntado a gente que conocemos que vive en la selva para ver si alguien se ha acercado y todo, pero no. No hemos dado por dónde va pasar. Sabemos nada más por información que se ve en las redes de que fue cancelado momentáneamente […] En pocas palabras, hay incertidumbre y no se sabe”.

Hace un par de semanas un bloguero de la región, Salvaje Wil, documentó en un video publicado en su cuenta de YouTube la incertidumbre de los vecinos de Chemuyil, que comenzaron a preocuparse luego de ver banderines del Tren Maya cerca de sus hogares.

Si bien un técnico de la Fonatur accedió a asesorarlos en sus dudas, no pudo responder a ciencia cierta por dónde pasará el tren, pues el gobierno contempla aún tres posibles trazos en la zona.

Einer recuerda que hace mucho tiempo, casi al inicio del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, gente de su administración se apersonó en Chemuyil para informarles a grandes rasgos acerca del proyecto, pero sin consultarlos sobre el mismo.

De hecho, yo me acuerdo que nada más fue el mapa de la Península. Nos mostraron el trazo y listo. Pero no se había ni especificado ni tramo uno, ni tramo dos, ni nada

De acuerdo con el gobierno, para llevar a cabo la construcción del Tren Maya se realizó un proceso de consulta indígena en los cinco estados por donde pasará, ejercicio para el que se celebraron 15 asambleas informativas y 15 consultivas. Participaron 10 mil 305 personas.

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Sin embargo, activistas de la zona denuncian que dicha cantidad de votantes no es ni el 10 por ciento de la población total de Quintana Roo, que para 2020 tenía un millón 857 mil 985 habitantes, y al menos 12 por ciento hablaban una lengua indígena, según datos del Inegi.

“Entonces, como ni siquiera es el 10 por ciento de la población, seguramente el resto ni siquiera sabe, ni está enterada, ni informada de lo que puede pasar. Porque sólo están diciendo los beneficios, pero no hablan de los daños”, dice la espeleóloga Tania Ramírez.

Con todo, Einer no se opone tajantemente a la obra insigne del Presidente. “Al menos yo sí considero que es un buen proyecto”, dice. Pero acota: “implica muchos estudios y yo creo que es ahí donde no ha habido esa transparencia, no se han hecho esos estudios y la fragilidad que tiene nuestro suelo pues lo hace aún más complicado”.

El tramo 5 del Tren Maya se construye sobre un suelo con alto riesgo de colapso. Los biólogos explican que se debe a que la Península de Yucatán está sobre una enorme plataforma de roca calcárea o caliza, que no es más que carbonato de calcio, y cuya porosidad y permeabilidad es tal que por eso no existen ríos en la zona, pues toda el agua llega directo al manto freático.

Estas características son las que le dan a la roca una consistencia tan frágil como una barra de mazapán en algunas partes.

“Ese es un punto, los otros puntos pues son todo lo que implica un desarrollo grande”, agrega Einer en referencia al acelerado crecimiento urbano en la zona, que a su vez traerá consigo otras problemáticas, preocupación que comparte junto con ambientalistas, activistas y pobladores de la región.

La selva de Chemuyil, que en maya significa “el árbol que florece”, se ubica justo en el sur de la Riviera Maya. Su principal atractivo es que forma parte de uno de los cuatro sistemas hidráulicos más grandes de la zona. En específico, el pueblo está sobre el sistema Xunaan-Ha, que alberga 31 cenotes abiertos a lo largo de 52 kilómetros. En este lugar, hace seis años, cinco jóvenes comenzaron su lucha para preservar al gran acuífero maya.

“El proyecto Bejil-Ja nace por un problema de contaminación que había en los cenotes. Los cenotes que nos vieron crecer, hace seis años estaban en esta situación, mira”, narra Einer mientras sostiene en sus manos una carpeta con fotos donde se aprecian colchones, llantas, condones y hasta heces fecales dentro de las cuevas y cenotes.

“Fue nostálgico porque pues como creciste en ese lugar, el ver que había un colchón, que había una llanta, gente tomando y todo, pues te genera cierta nostalgia […] Pero más allá de a lo mejor quejarse o que te gane la nostalgia, fue más la parte de ‘pues está bien, está así ahora, pero ¿qué podemos hacer para rescatarlo y preservarlo?’”.

Desde ese día, cuenta, se organizaron entre un grupo de amigos para “rescatar los lugares que nos vieron crecer”. Así estuvieron durante un año y medio hasta que se dieron cuenta que sólo limpiando no resolverían la situación, pues había muchas personas que tiraban más basura sabiendo que ellos la recogerían.

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En Chemuyil nos dimos cuenta que también tenía que haber educación y empezamos a adentrarnos al tema de educación ambiental

Comenzaron a pararse afuera de los cenotes para pedirle a la gente no introducir bebidas alcohólicas, cigarros, ni comida. Al principio enfrentaron algunas adversidades, sobre todo con la misma gente de Chemuyil, que consideraba ofensivo que unos simples jovencitos quisieran poner orden.

“Siempre de la manera más amable les decíamos ‘no mira, mi nombre es Einer, yo aprendí a nadar acá y así como yo lo disfruté de chavito y los sigo disfrutando, ahora quiero que entre todos los cuidemos”, relata.

“Afortunadamente, después de dos años nos volteó a ver también la PPA, que es la Procuraduría de Protección al Ambiente […] Se enteraron de lo que estábamos haciendo y nos acreditaron legalmente y nos constituyeron como un grupo que se llama Guardianes Comunitarios”.

Desde ese día todo cambió. Ya con una identificación y uniforme oficial con los logos del gobierno del estado y de la PPA, más gente se empezó a interesar en el tema e incluso fueron apoyando su labor a tal grado que empezaron a sumarse a las denuncias y reclamos ambientales.

Como que la misma gente se empezó a adjudicar ese valor o ese sentido de pertenencia, de que ‘eso también es mío y lo voy a cuidar’ dice Einer con una sonrisa de satisfacción

Su labor no es una tarea que se realice de forma esporádica. A diario los 16 jóvenes de Chemuyil limpian los cenotes y hacen guardia desde muy, muy temprano y hasta el mediodía para recordarle a la gente las reglas básicas para disfrutar de las cuevas: no tomar, no fumar, no comer. Tampoco permiten el uso de bloqueadores, repelentes ni bronceadores, pues hasta los biodegradables le hacen daño a la zona.

“Esta es una labor que el mismo proyecto sustenta, no es que el Gobierno esté pagando o algo así. No. La PPA sólo nos dio la credencial y listo. Nos hace un apoyo en cierto tiempo como tal, pero es un apoyo simbólico, porque de alguna manera tú estás de voluntario haciendo esto. No entraste por algún interés, estás de voluntario. Y lo que sustenta el 100 por ciento de todo lo que hacemos diariamente son las actividades ecoturísticas. Hacemos recorridos a cenotes”, dice.

A pesar de ser un proyecto tan local, Einer mandar un mensaje: “Yo creo que les debería de importar a muchos hoy en día esto, por lo que estamos viviendo diariamente: el cambio climático, altas temperaturas, falta de agua en muchos lugares”.

Y aunque hoy en día todavía en Chemuyil no pueden gritar ¡Lo logramos!, asegura que él y sus amigos se sienten muy orgullosos y satisfechos con todo lo que han avanzado. “Ya no es el proyecto Bejil-Ha, es de nosotros, de la comunidad y vamos a cuidarlo entre todos”.

Alfredo Maza | Enviado / El Sol de México

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