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El artista plástico mexicano Arnaldo Coen reconstruye su pasado

Perteneciente a la generación de la ruptura, desempolvó proyectos y ahora prepara una exposición y un libro retrospectivo

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Foto: coenarnaldo

Ya casi en los 82 años de edad, Arnaldo Coen, nacido en la Ciudad de México, desconoce un único concepto para englobar su obra artística. Pintura, dibujo, objeto, música, danza, literatura, teatro y cine están dentro de su producción estética cargada hacia la abstracción, pero, a veces, con trazos expresionistas, otros figurativos y uno que otro geométrico.

Entonces, si busca definir su trabajo, le viene a la mente la experimentación. Desde sus primeros dibujos su intención es experimentar la libertad de expresarse.

“Nunca pensé que el arte debía ser un solo estilo, más bien pienso que el arte es expresarse con libertad. La libertad es la de uno mismo respetando la libertad de los otros”, atajo en entrevista, en su estudio-taller de Polanco, donde conviven libros de arte, con lienzos, pequeñas esculturas y varios dibujos en proceso. Es la atmósfera de un artista que prepara para una exposición y un libro retrospectivo.

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 “Me acaban de cambiar la fecha de la exposición que por la situación que vivimos, será en 2024, espero vivir para verla”, afirma el miembro de número de la Academia de Artes y miembro titular del Seminario de Cultura Mexicana sobre un proyecto diseñado para el Museo de Arte Moderno.

PeroArnaldo Coen no se angustia por el retraso de la exposición, ha dedicado el tiempo de confinamiento a reconstruir su memoria pictórica. Confiesa que desde que inició el encierro por la pandemia, decidió organizar su archivo y se encontró con mucha obra inconclusa de diferentes épocas y estilos. Entonces decidió terminar las piezas con la mirada actual.

“Es como en el cuento de Borges que le habla el Borges viejo al Borges joven, yo igual”, afirma con una risa tímida al pensar en su yo de décadas pasadas.

En pocas palabras el pintor Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014 describe que inició su carrera en la década de los 60 cuando ganó una beca para irse a París, en 1967, tras trabajar en la figuración, cambia a trazos más esquemáticos con dibujos “poco infantiles de atmósferas de texturas”, y de ahí decidió que en cada exposición presentaría “un nuevo Coen”; ser él mismo pero otro. “Nunca pensé que el arte debía ser un solo estilo, más bien pienso que el arte es expresarse libre”, recalca.

Para muestra un botón: entre 1976 y 1981 elaboró partituras gráficas con Mario Lavista, uno de sus amigos más íntimos. En 1972 participó en la creación de Robarte el arte, una película que se filmó y mostró en Documenta 5 (Kassel, Alemania). De 1977 a 1978 vivió en Tanzania para la realización del proyecto del diseño urbano de su nueva capital. En 1986 regresó a México.

“Cada vez que lo veo como artista y también como espectador, estoy agradecido de estar cerca de todas las expresiones artísticas y no puedo decir que una época es mejor que otra o que Picasso es mejor que Leonardo Da Vinci o Monet, porque no hay competencia. Todas las expresiones artísticas son ventanas que se abren y uno puede apreciar como hacedor o espectador”, refiere quien ha expuesto igual en países de Europa que América Latina o Asia.

Si bien Arnaldo Coen pertenece a la generación llamada de La Ruptura por coincidencia de edad y tal vez por la búsqueda de nuevos lenguajes para el arte; el artista no comparte del todo la idea de que en la década de los 80 se dio una ruptura en el arte como lo planteó la historiadora Teresa del Conde. Él encuentra esa fractura, ese pase de hoja, en el inicio de siglo XX a nivel internacional con la aparición de todas las vanguardias artísticas que también influyeron a los creadores mexicanos como Diego Rivera quien probó el cubismo.

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“Este grupo lo que tenía en común era expresar en libertad y respetábamos el lenguaje de todos por ejemplo de Francisco Corzas que era figurativo o el de Lilia Carrillo muy experimental y ahí andábamos jugueteando en la Zona Rosa. Yo creo que lo que quiso hacer Teresa del Conde fue hablar de la ruptura con la Escuela Mexicana de Pintura hacia otras expresiones no del cambio en las expresiones ya existentes”, reflexiona el también escultor.

Echando mano de la memoria, Arnaldo Coen señala que su primera exposición fue de pintura figurativa influido por el grupo que se llamaba El interiorismo, donde estaban artistas como José Luis Cuevas, Francisco Corzas y Rafael Coronel. “Yo los conocía y ellos fueron los que me dijeron ya deja de hacer otras cosas y dedícate a la pintura, esa pintura la hice en 1963 y en 1964 me di cuenta que los artistas que estaban más cercanos a mi eran los pintores abstractos y semi abstractos, los artistas que estaban en la galería Juan Martí como Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Roger Von Gunten, casi todos mayores que yo pero que me acogieron bien”, recuerda.

Son precisamente estos artistas quienes integran la generación de La Ruptura y quienes desde los años 50 del siglo pasado reaccionaron contra los gastados valores de la Escuela Mexicana de Pintura, donde se encontraban los muralistas David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y Clemente Orozco, entre otros.

La generación de la Ruptura incorporó valores más cosmopolitas, abstractos y apolíticos en su trabajo, buscando entre otras cosas expandir sus temas y sus estilos más allá de los límites impuestos por el muralismo y la pintura nacionalista. El movimiento jamás estuvo organizado ni definido, más bien se caracterizó por su espontaneidad. De este grupo en 1968 nació el Salón Independiente, una de las iniciativas que cambiaron las prácticas artísticas en México y en la que participó Coen.

Con apenas 16 años de edad, Arnaldo Coen se aventuró a visitar a Diego Rivera, en su estudio de San Ángel, en busca de una opinión sobre su obra. Recuerda que el encuentro lo arregló su abuela, quien le escribió al muralista para pedirle que recibiera a su nieto y su amigo Rafael Torres, entonces estudiante de arquitectura. El pintor aceptó y citó a los dos jóvenes una tarde. Tras terminar de comer con sus hijas, los llevó a su estudio y les preguntó: “¿Qué quieren?”

Entre nervios y éxtasis, el joven arquitecto le pidió que revisara su portafolio. Rivera lo vio y de inmediato lo invitó a trabajar con él. Coen tímido también le dio su carpeta de dibujos, pero en este caso el muralista no manifestó ninguna expresión, sólo pasaba una hoja tras otra. Al terminar le dijo al incipiente artista: “Dedícate a ver toda la pintura que puedas, en cualquier lugar, hazte amigo de todos los pintores, de cualquier generación, pero por ninguna razón vayas a una escuela de arte”.

Arnaldo Coen confiesa que salió confundido con el comentario, y triste por no recibir la invitación a trabajar con él como su amigo. Pero con el tiempo entendió el consejo de Rivera: “Lo que me estaba diciendo es que estuviera más abierto a las expresiones del arte y no me encerrara en una sola visión como en la Escuela Mexicana de Pintura, y ahora lo agradezco”, refiere.

Para el miembro del Sistema Nacional de Creadores no le era extraño rodearse de personalidades de la cultura mexicana, en particular del arte. Recuerda que desde niño estuvo cerca de su abuela quien era músico y fue miembro fundador del Seminario de Cultura. A través de ella conoció a artistas como Frida Kahlo, Panchito Díaz de León, Luis Ortiz Monasterio o Julián Carrillo y tres generaciones de “los Azuela”. Lo mismo su padre publicista lo acercó a artistas como Carlos Mérida a través de su hija bailarina Ana Mérida.

“Carlos Mérida, Lozano y mi padre formaron una revista y ahí Carlos Mérida me platicaba de la época que estaba en París, como había conocido a Picasso, y de alguna manera me fui empapando de la pintura por las circunstancias de la vida”, refiere quien trabajó con Gelsen Gas, Juan José Gurrola, Alejandro Jodorowsky, Mario Lavista, Vicente Rojo, Francisco Serrano e incluso Octavio Paz.

Las amistades con artistas lo impulsaron a elegir la pintura como forma de vida. Tras el consejo de Rivera, se inscribió en la escuela de diseño de Gordon Jones, con quien aprendió a mirar el arte. Arnaldo Coen trabajó en el taller de Laurence Calgagno y comenzó a experimentar en el expresionismo abstracto. Aunque en su primera exposición individual en 1963 presentó expresionismo figurativo, posteriormente en 1964 incursionó en el expresionismo fantástico.

Tres años después consiguió una beca del gobierno francés para estudiar en París y en 1968 regresa a México con un desarrollo artístico que va desde pinturas-objeto y escultura hasta escenografías y vestuarios para obras de teatro y danza.

En esta atmósfera artística a la que Coen tenía acceso por sus circunstancias de vida radica su multidisciplina, la experimentación constante entre la música y la danza con el óleo.

Hoy está convencido de que se puede pintar con la música, o convertir la danza en trazos y la literatura en fragmentos de óleo. “Todo en el mundo está divido en dos partes, una es visible y la otra invisible. Aquello visible no es sino reflejo de lo invisible”, resume Coen de su obra producida en más de seis décadas dedicadas al arte.

Sonia Ávila | El Sol de México

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