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El primer hot dog en Sonora fue en el Café Kiki

En 1947, don Cipriano P. Lucero y su esposa Luz Celia Aja fueron los primeros en traer el hot dog a Hermosillo en su negocio familiar: el Café Kiki.

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HERMOSILLO, Sonora. El primer hot dog de Hermosillo salió de la barra de una cafetería y no de una carreta. Aquella primera salchicha que se comió en la ciudad, muy al estilo “gringo”, estaba aderezada solo con mostaza y cátsup, e iba enfundada en un tipo de pan que para entonces ni siquiera se conocía.

No se llegaba todavía a mediados del siglo veinte y los autores de esta genialidad culinaria no imaginaban que serían los precursores de una de las comidas callejeras más populares de Sonora y que llegó, incluso, a ser premiada internacionalmente.

Lejano a sus formas y sabores actuales, una familia fue la responsable de su introducción a la capital de Sonora, donde evolucionó al estilo que ahora conocemos: el ‘dogo’, enrollado en tocino y cubierto con un sinnúmero de combinaciones de ingredientes, como queso amarillo, aguacate, chorizo, pepinillos, champiñones, cebolla asada, salsas y chiles.

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En 1947, don Cipriano P. Lucero y su esposa Luz Celia Aja fueron los primeros en traer los hot dogs –e incluso las hamburguesas– a Hermosillo en su negocio familiar: el Café Kiki.

Su hijo, Carlos Lucero Aja –un museógrafo, coleccionista y extrabajador del Archivo Histórico del Estado, de 70 años– narró para Cobertura 360 que en los años 40, Hermosillo era una ciudad pequeña, donde la gente no acostumbraba comer en la calle o en restaurantes, porque aparte de que no existían muchos establecimientos, la comida se hacía en casa.

Lo más cercano a un hot dog o una hamburguesa que la gente podía comer, contó, eran las tortas o “lonches” hechos con pan Virginia –redondo, esponjoso y ligeramente dulce– y una rebanada de bolonia o salami, pero para los antojos, siempre se preferían los tacos, las gorditas, las tostadas, los tamales y los burros de carne con chile o frijoles.

Las salchichas o “winiers” ya existían en Hermosillo, porque durante la Segunda Guerra Mundial ya había en México fábricas que elaboraban ese producto para enviarlo a Estados Unidos, sólo que en Sonora se comían en pequeñas rebanadas, también dentro de un pan Virginia.

La historia cambiaría en las décadas siguientes.

Nito, un sonorense con historia

Don Cipriano –o “Nito”, de cariño– nació en Guaymas el 2 de octubre de 1910, pero como su padre –de origen estadounidense– era comandante de policía de esa ciudad durante el mandato del gobernador José María Maytorena, fue expulsado de Sonora cuando su jefe se alió con Francisco Villa entre 1914 y 1915.

El pequeño Nito, exiliado junto con su familia, creció en California, donde vivió hasta su juventud y se unió al Ejército, para ser sargento en jefe de cocina en Nueva Guinea, durante la Segunda Guerra Mundial.

A Sonora regresa en 1935 para asistir a una feria agrícola y ganadera, donde conoció a Luz Celia, hija del célebre educador Heriberto Aja. Luego vuelve a Estados Unidos y se va a la guerra, pero por la recomendación de una conocida de ambas familias, los jóvenes se empiezan a escribir cartas.

Cuando termina la guerra en 1945, Cipriano regresa a Hermosillo con la decisión de casarse y, debido a su influencia estadounidense y sus habilidades para cocinar, instala un restaurante con el que introdujo al mercado local los primeros “chili beans”, el sándwich de jamón con queso amarillo, la hamburguesa con queso, las leches malteadas y los hot dogs.

“Mi papá, en el Ejército era cocinero, fue jefe de sargentos y cocinero de los oficiales, sabía cocinar y hacía comida para mucha gente”, narró Carlos, “pone el restaurante y ahí hace la primera hamburguesa y el primer hot dog, que era estilo ‘gringo’: el ‘wini’ con mostaza y cátsup, y también hacía chili beans –frijoles enteros con chilito– que se le echaban encima”. 

Carlos Lucero Aja

Y como esta era una comida totalmente nueva para los hermosillenses, resulta casi obvio que no existiera el pan para hacer los hot dogs, por lo que el señor Cipriano también influyó en las panaderías locales.

La explicación que le dio al panadero sobre cómo debían ser los panes, fue “como los Virginia, pero alargados”.

Curiosamente, ese primer pedido fue hecho a un famoso panadero local: el señor Silvestre Munguía, dueño de “La Convencedora”, panadería hermosillense que después se conoció como la “Tres Milagros” y “El Gran Milagro”, sitio que finalmente se extinguió hace apenas un par de años, a finales de 2017. 

A partir de ahí, con el paso de los años y con el gusto que los hot dogs generaron entre los hermosillenses, los negocios los fueron incluyendo en sus menús, mientras que las panaderías empezaron a fabricar este pan a mayor escala.

La esquina de Matamoros y Sonora

Sentado en el patio de la casa que construyeron sus padres en el Centro de Hermosillo y justo sobre una de las sillas de herrería y madera que primero perteneció a la escuela de su abuelo Heriberto Aja y que pasó a ser parte del mobiliario del Café Kiki, Carlos contó su historia y compartió un buen número de fotografías –ahora en formato digital– de aquellos años.

En ellas, se observa un pequeño local de color blanco, donde se lee “Café Kiki” en letras grandes, acompañado de rótulos en la pared que promocionan nieves, café y cervezas High Life y Centenario, además del menú, en un letrero de madera, que anuncia: “Hamburguer, Cheeseburguer, Chilebeans y Hot dogs”.

Ese local estaba ubicado enseguida de la gasolinera Pesqueira, en la esquina de las calles Matamoros y Sonora frente al Jardín Juárez, en la capital sonorense. La distribución del espacio era en forma de “U”, recordó Carlos, “entraba uno y se sentaba alrededor de la barra y se servía por dentro; nací en el 49, yo estaba muy chico cuando ponen el primer restaurante, me acuerdo que en la entrada estaba esa barra”.

Luego, con la popularidad que el sitio alcanzó, abrió una pequeña sucursal más, en 1950, en el Hotel Calderón; luego se mudó a un local más amplio, en 1955, en el nuevo edificio “Café Combate”, cercano a la radiodifusora XEDM y al Cine Sonora.

“En el segundo, me acuerdo más, salgo en las fotos de la inauguración junto con mi hermano Heriberto Cipriano, me acuerdo muy bien de la rockola que había con las canciones de moda, como ‘Los marcianos llegaron ya’, ‘Pimpollo’ y otras más”.

Finalmente, el Café Kiki llegó a un sitio más lejano, en la colonia Pitic, donde sobrevivió desde 1958 hasta su cierre definitivo, 10 años después, cuando sus empleados, sindicalizados y aliados con la CTM, lo hicieron quebrar.

“Del tercer restaurant me acuerdo más, porque como estudié la prepa en el Colegio Regis, ahí llegaban todos los chamacos ‘dañistos’ a comer, y salía yo y me iba a comer ahí; mis comidas predilectas eran los sándwiches de tocino con tomate y lechuga.

Eso dura hasta el 68, que quiebra el restaurant por causas ajenas, por políticas de la CTM, cuando con el sindicato de empleados empiezan a decir a la gente que no sirve la comida, que se vayan, hasta que hacen quebrar el restaurante… se vende todo eso y se acaba”.

Entre los lugares que Carlos documentó que continuaron con la venta de hot dogs y hamburguesas, los más conocidos fueron Kon Tiki, La Ponderosa, Hot dogs Medina, Happy Boys, Manix, Napys y Jap.

Pero don Cipriano, afectado por la crisis, regresó a California donde vivía su hermana Elvira y fallece allá, dos años después, el 22 de octubre de 1970.

Los dogos conquistan las calles

La plaza Emiliana de Zubeldía, en Hermosillo, está rodeada de carretas de hot dogs. Allí, cada noche se instalan por lo menos 15 vendedores en un solo espacio, con mesas, sillas y carpas, donde cada uno ofrece su estilo diferente.

Al espacio que, ya se conoce más por la presencia de esta comida que por el nombre de la importante compositora, pianista y maestra de música española y adoptada sonorense, los desvelados, desmañanados o hambreados llegan a todas horas.

Las carretas concentradas en la plaza podrían parecer pocas, pero en todo Hermosillo ya son prácticamente incontables las que existen desde hace por lo menos cuatro décadas.

“Ya después se ponen los hot dogs en la Universidad de Sonora, en la Plaza Zubeldía”, narró Carlos sobre la aparición de las carretas y los ‘dogueros’, “se puso uno, en la esquina suroeste, donde estaba la secundaria de la Unison y la escuela de Agricultura y Ganadería.

El primer ‘hotdoguero’ llega a finales de los sesentas y principios de los setenta, después se pone el resto de la gente y a la fecha ya hay muchos”.

Carlos guarda varios recortes de periódicos que describen lo popular que fue el Café Kiki a lo largo de sus 21 años de existencia e incluso los clasificados que anuncian la venta de todo lo que quedó de él cuando quebró.

Pero de entre ellos, también destaca una nota del periódico El Imparcial, con fecha del 11 de junio de 1987, titulada: “El hot dog: desplaza al taco como el alimento callejero por excelencia”, texto que además de detallar la explosión que invadió las calles de Hermosillo, da constancia a don Cipriano como el autor intelectual de la introducción del hot dog al mercado local.

El ‘estilo Hermosillo’ ya es inconfundible y su evolución le parece bien, sonríe Carlos, “no tengo la boca tan grande para comerme todo”, dice, “es muy grande el hot dog ahora, uno quiere echarle de todo y he visto que ha salido en otras partes del mundo, de Estados Unidos, que nombran a los de Hermosillo, y que los de Ciudad Obregón y otros muchos lados quieren imitarlos”.

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Por Astrid Arellano

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