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Baja California

La dreamer mom Esther Morales regresa para apoyar a migrantes, después de debatirse entre la vida y la muerte

La migrante y activista fue víctima de un asalto con violencia en el que resultó lesionada con arma blanca y estuvo a punto de perder la vida

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Esther Morales migrantes
Después de semanas hospitalizada, Esther regresó repartiendo tortas de tamal a los migrantes del albergue “Contra viento y marea”. Crédito: Yolanda Morales

TIJUANA, _Baja California. Esther Morales es una migrante de origen oaxaqueño que llegó a Tijuana hace diez años, después de ser deportada en nueve ocasiones; desde entonces abrió una tamalería que combina con el activismo orientado a madres deportadas.

En junio pasado, fue víctima de un asalto con violencia, del que resultó lesionada con arma blanca e incluso estuvo a punto de perder la vida.

Morales, quien es líder de la organización Dreamers Moms, por fin regresó a la batalla después de varias semanas hospitalizada, repartiendo tortas de tamal a los migrantes del albergue “Contra viento y marea”, localizado en la zona norte de Tijuana.

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“Me siento bendecida, me siento feliz de no haberme muerto, si no me morí fue por algo y regreso a la comunidad migrante con todos mis amigos, al campo de batalla a darle con todos mis amigos, por así tantito no llegó a la yugular”, relata Esther.

Su historia es para destacarse: llegó hace una década a Tijuana, abrió  su tamalería y con los ingresos del negocio de comida, ayudó a su hija para pagar su carrera en una universidad de Los Ángeles, California.

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Davi Machete, organizador del comedor del albergue “Contra viento y marea”, aplaudió el esfuerzo de doña Esther, calificándola de una mujer generosa pese a las adversidades.

“Ve el sufrimiento de la gente migrante y quieren hacer algo para ayudar, todo mundo debería de conocerla por su gran corazón”, refirió.

De acuerdo su testimonio, Esther siempre ha apoyado a los migrantes y es vista como un ejemplo de valentía y apoyo a los más necesitados.

Después de sobrevivir la agresión, ella no pierde la fe de volver a abrir su tamalería a más tardar en diciembre próximo. “Esto fue personal, porque Tijuana es una ciudad de trabajo, yo llegué acá y me superé”, asegura.

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Y es que no se trata de un negocio de comida cualquiera. En él ha podido emplear a madres deportadas, alimentado a migrantes y personas en situación de calle.

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