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El imperio de la tecnología y su poder esclavizador sobre la humanidad

Varias formas de esclavitud moderna estarían incrustadas en las cadenas de suministro de productos que se consumen actualmente

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Foto: EFE

El sociólogo español Diego Hidalgo presentó “Anestesiados. La humanidad bajo el imperio de la tecnología”, su nuevo libro en el que alerta sobre el poder esclavizador de las redes sociales y la tecnología digital y aboga por resucitar “el botón off” de nuestros teléfonos inteligentes.

La publicación se dio a conocer en el Instituto Cervantes de Marruecos, donde radica el autor, quien advierte de la “fuerte relación asimétrica” entre individuos y las aplicaciones que usan.

El también emprendedor digital, Hidalgo hace un paralelismo entre el ilusionismo que hace “un modesto mago”, una afición que él mismo ejerció de joven, con el de la tecnología, “que tiene mayores recursos y dispone de las mentes más privilegiadas del mundo, que toma decisiones por nosotros que afectan a nuestra vida”.

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En la presentación del libro, el autor ilustró el poder cada vez más absorbente de la tecnología digital distinguiendo entre un “estado sólido”, en el que estaba más controlada y que él encuadra desde la aparición de computadoras hasta el 2007, cuando apareció el primer Iphone, y la “edad líquida”.

El sociólogo cree que vivimos en la “edad digital gaseosa”, con la propagación de pequeños aparatos, como los altavoces y relojes inteligentes, que han conseguido una “penetración difícilmente detectable” en la vida humana.

“El libro no es un manifiesto tecnófobo, sino una alarma sobre la libertad humana que se absorbe por el paradigma dominante en la industria tecnológica”, precisa.

Hidalgo, que no utiliza “smartphone” sino un móvil sencillo, también recuerda el poder nefasto de la tecnología sobre los niños, que se pueden convertir en usuarios compulsivos de estos aparatos.

Para frenar esa invasión tecnológica, el escritor llama a establecer barreras de edad en el acceso a los aparatos tecnológicos. En el caso de los adultos, recomienda acotar el uso del móvil a algunas habitaciones de la casa y/o a horarios controlados, así como restringir las notificaciones.

También llama a una intervención de los Estados para “cambiar el modelo de desarrollo de los gigantes de la tecnología como Google y Facebook, que está basado en la compra venta de nuestras parcelas de libertad, y venden a terceros trozos de futuros comportamentales humanos”.

Pocas personas quieren comprar productos que impliquen la explotación o la esclavitud de los trabajadores que los fabrican, pero eso es exactamente lo que la mayoría de nosotros hacemos a diario, según estima The Conversation.

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De acuerdo con el sitio de noticias y análisis, la explotación laboral extrema y otras formas de esclavitud moderna están incrustadas en las cadenas de suministro de muchos de los productos y servicios que consumimos, como computadoras portátiles, teléfonos móviles y ropa.

Esto plantea cuestionamientos como qué tan responsables somos de la esclavitud que está directamente relacionada con nuestro consumo y qué papel deben jugar los consumidores en la reducción de la demanda y oferta de productos y servicios elaborados por trabajadores explotados.

“Por un lado, los pocos ejemplos de legislación gubernamental, incluida la Ley de Esclavitud Moderna de 2015 del Reino Unido, claramente asignan cierto nivel de responsabilidad a los consumidores para estar informados, actuar y tomar decisiones que ayuden a erradicar la esclavitud moderna”, aseguró en julio pasado.

Comentaristas como Sarah O’Connor y Emily Kenway nos recuerdan que las causas de la esclavitud son sistémicas, integradas en los procesos y estructuras del comercio y la gobernanza. Sugieren con razón que la esclavitud y las formas de explotación laboral extrema no pueden reducirse sin abordar el papel estructural del gobierno y las empresas.

El análisis, firmado por Deirdre Shaw, catedrático de la Universidad de Glasgow, Andreas Chatzidakis, profesor de la Royal Holloway University of London y Michal Carrington, docente de la Universidad de Melbourne, establece que las cadenas de suministro globales son complejas y que por lo general los consumidores no las ven ni las comprenden bien.

Por lo tanto, asegura que pedirles que asuman la responsabilidad de cómo se fabrican los productos puede permitir que las empresas y los gobiernos salgan del apuro.

“El gobierno y las empresas deben hacer más para abordar la esclavitud en los sistemas de producción mediante, por ejemplo, una mayor transparencia, pero ¿dónde deja eso el papel del consumidor?”, cuestiona.

También establece que la perspectiva del consumidor debe verse como un aliado útil para las estrategias empresariales y gubernamentales en la campaña para erradicar la esclavitud moderna.

“En nuestro papel de ciudadanos consumidores, podemos utilizar nuestras voces y acciones para apoyar y fomentar un cambio positivo. Y también debemos concentrar nuestras energías en hacer rendir cuentas a quienes tienen mayor poder y participación”, puntualiza.

Anna Miranda / El Sol de México

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