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Sonora

El Mentidero: una casa abandonada convertida en un exitoso teatro en Hermosillo

Desde hace un año, el teatro Mentidero es liderado por los actores Sergio Galindo y Paulo Sergio, así como por Jesús El Choby Ochoa.

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HERMOSILLO, Sonora. En las faldas del Cerro de la Campana un teatro surgió de una vieja construcción en ruinas. Un equipo de artistas armados con palas, escobas y brochas, reconstruyó un sitio que permaneció por décadas en abandono y que hoy es, en Hermosillo, una de las casas donde la cultura se comparte.

El Mentidero se encuentra en el centro de la capital, ubicado en una esquina de la avenida Sufragio Efectivo, la misma que hasta hace poco permanecía descuidada y que, después de un proceso de rescate ciudadano y colaborativo entre los artistas y gestores culturales de la zona, se llenó de murales, cafés, teatros y galerías, y se convirtió entonces en la “Calle del Arte”.

El teatro liderado por los actores y directores Sergio Galindo y su hijo Paulo Sergio, con el apoyo del reconocido actor sonorense Jesús El Choby Ochoa, cumple un año de existencia.

“Fue una experiencia de mucho aprendizaje y compleja, porque cuando estábamos en la oficina que está justo enfrente veíamos el funcionamiento de la casa invadida para la venta de drogas y un montón de cosas, entonces decidimos poner manos a la obra”, cuenta Paulo Sergio.

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En compañía de las autoridades municipales, las y los integrantes de la Compañía Teatral del Norte, en unión con patrocinadores y el apoyo del Estímulo Fiscal para la Cultura y las Artes (Eficas) iniciaron un operativo de rescate, luego rediseñar el espacio para que las paredes de adobe no se les vinieran encima.

Los actuales ocupantes del que solía ser el Colegio Ignacia E. de Amante, un edificio construido a mediados del siglo XIX, hoy luchan contra los estragos del tiempo: varios de los salones ya no tenían ni siquiera techo, pero ahora son rehabilitados poco a poco y usados como camerinos, bodega y una sala de teatro íntimo.

“Sufrimos enormemente cada vez que llueve, cada vez que hay viento”, dice Paulo a Cobertura 360. “Tratamos de hacer lo mejor posible, como eso de ir techando área por área; es lo que esperamos hacer los próximos meses, dedicar nuestro trabajo a cubrir, al menos provisionalmente para que los muros no se sigan desgastando”.

Pero la zona principal y a la que más le han metido esfuerzo está conformada por un escenario al aire libre y una duela que cubre el patio central, donde se desarrollan las obras de teatro.

“Nosotros tuvimos que pintar el lugar —recuerdo que lo hicimos en tres noches, todos juntos— pintamos, barrimos, plantamos, deshierbamos… hemos hecho de todo. Nos salió lo carpinteros, los albañiles”. “Tenemos un gran aliado que nos visitó en la primera temporada como espectador: el arquitecto Juan Carlos Abaroa, que se sumó y diseñó todo lo que ahora se ve, sin cobrarnos un solo centavo”, agrega.

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El Mentidero recibe a su público con la instalación de unas cuarenta talegas para colar café que la artista Paula Martins tiñó del amarillo de la flor del nopal y que colocó para anteceder una especie de altar puesto para la bicicleta oxidada y con una silla de montar del Chato Ochoa, aquel entrañable personaje de uno de los universos teatrales de Sergio Galindo, en “Agua pasa por mi casa”.

Este sitio que ahora es habitante del corazón hermosillense, en retribución al espacio y cobijo que los residentes de las colonias aledañas le han brindado, ofrece entradas gratuitas para todos ellos en cada función de teatro.

“Los vecinos del cerro, de Las Pilas, La Matanza, Hacienda de la Flor y Ángel Flores, tienen entrada gratuita al Mentidero para todas las obra sy espectáculos que hay aquí”, comenta el director. “Hay un número limitado de lugares, pero ellos, mostrando su credencial de elector, pueden entrar gratuitamente. Muchos ya lo saben, otros no, pero estamos en esa tarea de dárselos a conocer y, en ese sentido, quienes han venido están encantados, porque dicen, ‘oye, qué manera de transformar el lugar’ y es justamente nuestra intención: que ellos sientan que el espacio es de ellos y que lo cuiden tanto como lo cuidamos nosotros”.

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La tienda de don Manuel Cruz fue el inicio de todo. Un Sergio Galindo infantil, de 10 u 11 años, se sentó en el mentidero de este hombre sierreño, donde escuchó una anécdota que, décadas más tarde, se convertiría en una película invaluable para la cultura sonorense: La Tuba de Goyo Trejo.

“Un mentidero es este lugar donde se reúnen por la tarde los hombres que regresan de la milpa”, narra Sergio. “En mi caso, fue esa tienda en San Pedro de la Cueva donde yo me sentaba y viajaba con sus historias y ahí fue donde conocí la de la tuba. Nace ahí, como nacen muchísimas otras anécdotas y, a partir de mi oído y de este lenguaje tan lleno de humor y de imaginación, hice unos viajes encantadores sin moverme”.

La tuba de Goyo Trejo es una película que se grabó en 1984 en San Javier, Sonora, y que narra la historia de un pueblo que nunca había tenido a unos músicos en vivo para amenizar sus fiestas. La situación es aprovechada por Chemalía Domínguez, el comisario, quien pretende que este acontecimiento histórico trascienda para mantenerlo en el poder.

Los personajes que el dramaturgo creó, son aquellos que encontramos en los pueblos sonorenses (y también merodeando en las ciudades): los vaqueros, los campesinos, los herreros, las religiosas, las amas de casa, los borrachos, las locas. Y San Javier, el pueblo natal de la madre de Galindo, tenía lo necesario para abrazarlos.

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“Nuestra intención era involucrar al pueblo, que no nos sintieran como ajenos, invasivos, extraños”, explica el autor. “Fue una labor muy padre porque nos entendimos muy bien con la gente, de tal manera que creo que se nos fue un poco la mano; los señores, un poco jugando, se quejaban de las señoras que ya no querían hacer la comida ni el café, porque andaban en el mitote, pero fue una experiencia gratísima”.

Más de 30 años después, La Tuba de Goyo Trejo regresó para contar una nueva historia -o, más bien- lo que hubo detrás de aquella. 

En El Mentidero, Chemalía, la Loca Cuca, Goyo Trejo, Las Enríquez, el Chapo de la Troca, el Mundo, el Sapo Morales y todos los demás volvieron para ejecutar El Juicio, donde, entre alegatas en medio de una carne asada, desentrañan las dudas y reparten las culpas sobre lo que pasó el día en que los músicos llegaron al pueblo.

“Salen muchos trapos al sol”, sostiene Sergio. “Qué pasó con aquél cheque que se firmó y con un montón de cosas que van saliendo que, evidentemente, conectamos con la historia; ahora, puedes no haber visto el video y ver esto y no pasa nada, porque la historia de La Tuba, tal cual, está aquí resumida, pero con un enfoque muy interesante que le ha dado Paulo Sergio —mi hijo, el director—, que ha hecho de esto una convivencia, una carne asada y está resultando muy mágico, maravilloso.

Es un proyecto que llega después de 30 años en los que La Tuba se ha convertido en una especie de parte de la identidad, de la canasta básica sentimental del sonorense”.

El público está en San Javier. El patio central de El Mentidero se convierte entonces en el pueblo donde se desarrolla una auténtica carne asada sonorense, con cerveza y una banda de músicos en vivo. El ambiente es una gran fiesta y la gente la disfruta, mientras observa a los personajes, se carcajea y baila con ellos.

Y Paulo Sergio continúa: “Puedes caminar a un lado de los personajes, estar en medio de lo que está ocurriendo y eso para mí es bien importante, porque es una manera de acercar al espectador a lo que nosotros hacemos y quitarle esa barrera de algo que nos han impuesto de muy mala manera, que es el teatro didáctico, que pierde muchísima calidad y con el que la gente empieza a ver al teatro como si fuera algo soso, aleccionador —que puede llegar a serlo— pero no tiene que llegar a perder la parte divertida, la parte lúdica, que es lo que estamos acentuando con La Tuba”.

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El elenco actual es completamente nuevo pues, aunque quisieran, seis de los grandes actores que participaron en la grabación original, ya fallecieron.

“Esta puesta es un poco un homenaje a ellos”, afirma Sergio Galindo. “Los recordamos el día del estreno, les mandamos un aplauso y todo nuestro cariño desde acá porque, seguramente, donde estén, estarán igual de divertidos que nosotros”.

Ahora cuentan con la participación de los actores y actrices que integran la Compañía Teatral del Norte —como el propio Galindo, quien ahora interpreta al músico Goyo Trejo—, pero también actores invitados como Paquita Esquer, Roberto Corella y Arturo Díaz de Sandy, un actor sinaloense que ahora interpreta a Chemalía, antes ejecutado por el Choby Ochoa.

“Es muy padre porque hay una generación de actores que está aquí que, al igual que yo, creció con La Tuba y la admira de la misma forma que yo la admiro”, asegura Paulo, quien tenía dos años cuando la película se grabó. “Y para mí es un privilegio recrear esta historia y representar personajes interpretados por muy buenos actores en su época, igual que los que están trabajando hoy, que son de los mejores que puede haber en el noroeste”.

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“La verdad es que, quien ha visto La Tuba y viene para acá, está fascinadísimo; hemos visto a la gente decir los textos al mismo tiempo que los está viendo, porque se los saben de memoria… y, quien no la ha visto, sale encantado para ir a buscar dónde la puede ver”.

Para Paulo Sergio, igual que para su padre, traer de vuelta la obra de teatro La Tuba de Goyo Trejo es un acto trascendental que les recuerda sus orígenes, principalmente a la madre del autor y al pueblo que enmarca al relato.

“Una gran mujer, cariñosísima, me enseñó a hacer tortillas de harina”, describe Paulo a su abuela, “y para mí, San Javier tiene ese significado muy, muy especial, entonces, ¿qué más puedo decir? La Tuba, es todo familia”.

La Tuba de Goyo Trejo continúa su temporada todos los fines de semana hasta el próximo 21 de diciembre, es una comedia con duración de 120 minutos y para mayores de 18 años. Los boletos para las funciones de teatro pueden comprarse en línea en www.mentidero.mx

Por Astrid Arellano

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