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Espíritus, fantasmas y otras apariciones aterradoras inexplicables para la ciencia

En las noches de Luna Llena, espeluznantes visiones del más allá aparecen ante nosotros. En una casa “embrujada”, la sugestión juega un papel importante.

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Foto: Pixabay

Desde hace milenios, entes translúcidos deambulan pantanos y cementerios, moviéndose entre fuegos que nadie encendió. Almas en pena era la explicación lógica. Espíritus, fantasmas y otras apariciones para lo cual la ciencia no tiene una explicación certera.

Llamados fuegos fatuos o ignis fatuus en latín, son llamas sobre pantanos y cementerios. Alessandro Volta, Jason Prietley y Pierre Bertholon de Sain-Lazare, intuyeron que estaban relacionados con la emanación de gas.

El mayor Louis Blesson publicó en 1832 un amplio análisis basado en sus experiencias. Él recorrió varios pantanos y notó que, bajo las llamas, había burbujas de gas que reventaban. Las llamas diferían en color y temperatura, y se desplazaban por las corrientes de aire al aproximarse a ellas.

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En los cementerios y sobretodo en aquellos sin ataúdes herméticos, es posible percibir a la luz de la Luna llena o en el claroscuro del anochecer, algo translucido flotando sobre las tumbas. Espíritus, aseguraban los videntes, antes de conocer que la descomposición natural de los cuerpos desprende gas.

En la Edad Media, en los cementerios con fosas comunes para los caídos en batallas y pandemias, la emanación de gas era mayor. Las formas del gas emanando originó la figura del fantasma, que hoy simulamos colocándonos una sábana encima.

Entre los gases emanados está el metano, fosfano y difosfano, estos dos últimos prenden al entrar en contacto con el oxígeno del aire. En 1993 Gunter Gassmann y Dieter Glindemann encontraron la bioquímica de cómo el fosfato se convertía en difosfano. El secreto, microorganismos anaeróbicos en los seres vivos.

Pero no hay que visitar cementerios para ver fantasmas o espíritus, pues se puede encontrarlos deambulando en su casa.

Es común en el ritmo de vida actual experimentar: estrés, ansiedad, falta de sueño, cansancio mental y físico e indigestión. Además, hay personas que abusan del alcohol o de sustancias legales o ilegales, otros tendrán enfermedades con fiebres altas o daños en el cerebro o algunos estarán en shock por un accidente. Todo esto ocasiona, alucinaciones.

Muchas historias de fantasmas, espíritus e incluso extraterrestres, inician con la frase “Estaba durmiendo, cuando me desperté y …”

En algunos casos no despertó, seguía soñando. En otros, son alucinaciones hípnicas. Suceden en personas sanas, con mayor frecuencia en la niñez y adolescencia y en menor medida en la edad adulta. Son alucinaciones visuales, auditivas, táctiles, olfativas o gustativas. Se calcula que el 50 por ciento de la población las ha experimentado.

Las alucinaciones hípnicas se dividen en hipnagógicas e hipnopómpicas. Las primeras suceden al pasar de la vigila al sueño, cuando nos vamos a dormir, mientras que las otras, cuando estamos despertando.

Las alucinaciones hípnicas son alimentadas por nosotros mismos, por vivencias del día o fuertes creencias. De ahí que las personas muy religiosas, si experimentan alucinaciones, verían divinidades. Quienes crean en fantasmas, hadas, duendes y demonios, es más probable que los vean, o quienes crean que los extraterrestres entran en su habitación a secuestrarlo, los verían.

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Las alucinaciones hipnopómpicas explican las apariciones que algunos ven al despertarse a mitad de la noche e ir al baño.

Un caso relacionado con las alucinaciones hípnicas es la parálisis del sueño.

En algún momento de la noche, al estar durmiendo, algunas personas abren los ojos, están conscientes pero imposibilitadas para moverse, sienten un pavor enorme y pueden tener alucinaciones.

Al dormir, en el estado de movimiento ocular rápido MOR (REM, en inglés), la mente y el cuerpo están desconectados. Si la persona despierta en ese momento no tendrá capacidad de moverse, por mucho que lo desee. Lo que se interpreta como un ser del más allá posado sobre uno, le llaman “se subió el muerto”.

La mente es maravillosa, busca explicaciones por increíbles que sean y rellena los huecos para mantener la historia coherente.

Es normal en personas sanas, con cansancio y en actividades monótonas, como limpiando, acomodando cosas o conduciendo, ver una sombra en el rabillo del ojo y al voltearse, el cerebro le dará explicación, imaginando a una dama de blanco flotar, un soldado de una guerra histórica o una presencia demoniaca, que pronto desaparecen.

Además, la sugestión juega un papel importante en las apariciones. Es más probable ver o escuchar algo de ultratumba en una casa que dicen está encantada, que en una conferencia empresarial. Nadie entra espantado a la conferencia, pero sí a la casa embrujada. Cualquier chirrido será interpretado como una presencia del más allá.

También, tenemos la capacidad de ver rostros y figuras humanas en las sombras y cosas, la pareidolia es normal y la experimentamos todos. Es el origen de los bosques encantados, de las figuras en las nubes, de los fantasmas en fotografías antiguas, de las divinidades en manchas de aceite o las formas en las nebulosas.

Se ha documentado que malas conexiones de gas, crean casas encantadas, intoxica a los residentes, quienes ven o escuchan cosas, sufren mareos y dolor de cabeza. Las casas y edificios abandonados al permanecer cerrados tienen el aire enrarecido, con poco oxígeno. Incluso sonidos inaudibles, que nuestro ojo y oídos sienten, como de ventiladores, explican muchas apariciones fugaces.

Los seres humanos tenemos dificultad en entender la finitud de la vida. Separamos el cuerpo de algo, que llamamos alma, espíritu o ánima y consideramos su existencia independiente del cuerpo. Al mismo tiempo, nuestro pensamiento prelógico y primitivo es incapaz de distinguir entre lo real y lo imaginario. Esto favorece la interpretación de las alucinaciones.

Germán Martínez Gordillo. Sociedad Astronómica de Puebla / El Sol de México

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