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La Opinión

La OEA vive un ocaso y presión opositora

El gobierno mexicano de la mano del presidente Andrés Manuel López Obrador, ya propuso la extinción de la OEA, por un ente “no lacayo de nadie”

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Hace 73 años fue creada la Organización de Estados Americanos (OEA) con el objetivo de lograr entre sus Estados miembros un orden de paz y justicia; fomentar su solidaridad; robustecer su colaboración y defender su soberanía; su integridad territorial y su independencia, pero definitivamente es un ente geopolítico que ya no cumple con su función.

Actualmente cuenta con la presencia de 35 países latinoamericanos, bajo el mando del uruguayo Luis Almagro (que dio positivo a Covid), quien por ciento el pasado marzo fue reelegido con 23 votos a su favor; la OEA tiene su sede central en Washington y Estados Unidos cubre el 52 por ciento de su presupuesto anual y ese es precisamente el origen de su principal problema de credibilidad.

Tras el señalamiento anterior, vale la pena sacar a relucir la frase de que “el que paga manda”, es desafortunado el asunto porque la OEA nace con el interés de amalgamar y solucionar los problemas de los países latinoamericanos, pero bajo la condición económica dominada por el EU, casi cualquier solución tiene que tener su aval.

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Es por eso que a medida que los gobiernos llamados de izquierda bien ganando terreno, el bloque en contra de ese organismo también viene creciendo, es muy añejo el pleito que el régimen cubano sostiene con la OEA, desde 1962 Cuba fue expulsada de ese organismo, indudablemente una consecuencia de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética.

Pero los enemigos se han venido sumando en la región, Venezuela solicitó su salida de la OEA a través de la entonces canciller Delcy Rodríguez, la decisión se comenzó a cocinar con la llegada de Almagro como secretario general, en 2015, tan pronto como se instaló en el cargo se convirtió en de los principales críticos de Nicolás Maduro.

La decisión por todos lados, siempre le convino a Venezuela o mejor dicho al régimen chavista, con ello reafirmó su amistad entrañable con Cuba y de paso ahondó su distanciamiento con Estados Unidos.

Por eso a partir de 2019, que se hizo efectiva la salida de Venezuela de la OEA, el país sudamericano le abrió las puertas de par en par a las inversiones, alianzas e injerencias de los rivales mundiales de la Unión Americana, China y Rusia, un golpe geopolítico importante para el control estadounidense de la región.

La verdad es que las cosas han venido empeorando para la OEA, otro amigo del régimen de los Castro (Fidel y Raúl), el hoy expresidente Evo Morales acusó en su momento al organismo regional de orquestar el golpe de Estado que lo sacó del poder en Bolivia, y que lo obligó a exiliarse primero en México y luego en Argentina.

Esa protección a Morales reconfirmó las alianzas de la izquierda latinoamericana, en ese mismo grupo se encuentra Nicaragua o para ser más claros, el presidente Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, quienes han tenido fuertes enfrentamientos con la OEA, que les presiona y exige un calendario electoral abierto, que dicho sea de paso nunca llegará.

Lo que sí apareció fue el brazo represor de Ortega, desde 2018 decidió aplastar cualquier intento de rebelión, con un saldo de más de 350 muertos en ese primer intento, en el nuevo brote opositor el mandatario optó por meter a todo aquel que trató de oponerse o hacerle frente en las papeletas de cara a su cuarta reelección, al menos 29 personas han sido arrestadas, seis de ellas con aspiraciones presidenciales.

Ante esta situación, la OEA y Almagro sólo han fungido como meros observadores de las arbitrariedades que en Nicaragua se cometen, no se vislumbra que el organismo tenga una plan de ayuda para los opositores o, pero aún, no se ve un mecanismo de presión que haga recular a Ortega y lo obligue a instaurar unas elecciones democráticas.

Esa era la esencia del nacimiento de la OEA. Es verdad que Estados Unidos tiene una alta influencia en el organismo, pero como al país de las barras y las estrellas en este momento no le representa una prioridad, pues Ortega hace lo que quiere, cómo quiere y cuándo quiere.

Es seguro que ahora con la llegada del nuevo presidente de Perú, Pedro Castillo, la llegada de Luis Arce a Bolivia y con el ya cacareado regreso al poder en Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva, se puede fortalecer aún más el bloque opositor en contra de la OEA, que ya no la considera como un órgano moderador de los conflictos y que más bien apuesta por su desaparición.

Inclusive, el gobierno mexicano de la mano del presidente Andrés Manuel López Obrador, ya propuso la extinción de la OEA, por un ente “no lacayo de nadie”, que esté apegado a “nuestra historia e identidades, algo parecido a la Unión Europea”, dijo.

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Un organismo que sea “mediador” en conflictos en las naciones sobre asuntos de derechos humanos y de democracia, pero “a petición y aceptación de las partes”, resaltó el mandatario mexicano, pero la cosa no es tan fácil, porque por intentos no se ha parado.

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) en su momento, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeсos (Celac), han aparecido como intentos regionales para relegar a la OEA, pero hay muchos imponderables de tipo económico, de organización y si usted gusta de liderazgo.

No se trata de sacar la cara por la OEA o de denostarla, sino la verdad es un organismo que parece que vive su ocaso, pues recientemente en Haití dio una prueba más de su ineficacia, nunca logró que las autoridades se pusieran de acuerdo para celebrar unas elecciones democráticas en el país más pobre del continente.

Tuvo que suceder el magnicidio del presidente Jovenel Moïse para voltear a ver la desgracia en Haití, ahondada por un sismo en 2010, el golpeteo de varios huracanes; sin olvidar el paso devastador de los casco azules, con miles de violaciones a menores y una epidemia de cólera llevada por ellos.

Y como es costumbre la OEA fue un observador más, inevitablemente ese organismo necesita una buena renovación y un cambio de rumbo político, es preciso que esté más apegada a la realidad latinoamericana, en al región lo que sobran son problemas de migración, narcotráfico, pobreza, tráfico ilegal de personas, sólo por mencionar algunos. O usted ¿qué cree?

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