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La Opinión

La promoción de la lectura, otra oportunidad perdida

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tuvo la oportunidad de poner en marcha un programa de lectura durante la pandemia de Covid-19

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Jacques Coste

Recientemente, diversos columnistas como Fernando Escalante y Diego Petersen Farah
han resaltado la importancia de la lectura para la formación académica y personal de los
niños, las niñas y los jóvenes.

Ambos propusieron que, durante la pandemia, en tiempos de educación a distancia, las autoridades escolares aprovecharan la ocasión para inculcarles el gusto por la lectura y la comprensión textual a los estudiantes.

Si los alumnos no podían acudir a la escuela y sólo veían a los profesores en una pantalla, entonces, ¿por qué no dedicaron ese tiempo a promover la lectura, una actividad que se puede realizar en cualquier lugar y a solas? En vez de seguir el programa escolar normal en formato remoto, las clases a distancia hubieran podido utilizarse para guiar la lectura de los estudiantes, para aclarar dudas o para explicar el contexto de las distintas obras
que los alumnos revisaran.

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Hubiera sido genial que el gobierno federal atendiera las sugerencias de éstos y otros tantos analistas, especialmente por el gran déficit de comprensión de lectura que
presentan los estudiantes mexicanos.

Los resultados de la prueba PISA de 2018 indican que 45% de los alumnos de México son incapaces de identificar la idea principal en un texto de longitud y complejidad moderada. Por supuesto, este porcentaje aumenta entre los estudiantes que viven en situación de pobreza o enfrentan dificultades socioeconómicas.

Sin embargo, el presidente López Obrador prestó oídos sordos a estas ideas y a otras tantas propuestas para evitar que el año escolar pandémico se fuera por la borda.

El resultado está a la vista de todos. El gobierno federal decidió poner en “piloto automático” al sector educativo: no ajustó los programas escolares al formato remoto, no colocó la reapertura de las escuelas como un asunto prioritario y está impulsando un regreso poco estratégico.

Todo esto ha dejado más que claro que la educación no es una prioridad para la actual administración. Si acaso, al presidente López Obrador le interesa la educación nacionalista y moralizante, pero no el robustecimiento de los conocimientos y las habilidades de los alumnos.

Este desinterés es lastimoso por donde se le mire, pero aquí quiero retomar el punto de partida de esta columna: la importancia de la promoción de la lectura. Es más, me centraré solamente en una arista pequeña de la relevancia de impulsar que los estudiantes lean.

Desafortunadamente, debido a la desigualdad socioeconómica que impera en nuestro país, muy pocos mexicanos tienen la oportunidad de visitar otros países y conocer otras culturas. Muchos connacionales migran a Estados Unidos y otros tantos a Canadá, pero
muy pocos pueden viajar por placer y por la curiosidad de explorar otros países. Es más,
una importante cantidad de mexicanos ni siquiera puede viajar por otros estados de la
República.

Así, una gran proporción de los habitantes del país solamente está en contacto con otros mexicanos o con personas que radican en la misma región o el mismo poblado. Es decir, tan sólo conoce a seres humanos con los que comparte referencias culturales, gustos, costumbres y valores.

Este sectarismo —que no proviene de una elección, sino de la desigualdad social— es un obstáculo para la capacidad analítica, el pensamiento crítico y el diálogo entre personas de distintas opiniones. Incluso, es un obstáculo para la apertura de mente y el
conocimiento profundo sobre cualquier tema.

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Al leer Ébano de Kapuściński, uno puede sentir que viaja por las junglas, las planicies y las sabanas africanas. Al leer Guerra y Paz de Tolstoi, uno se imagina departiendo con la aristocracia rusa decimonónica o peleando en el campo de batalla de las guerras napoleónicas.

Al leer Antes de que anochezca de Reinaldo Arenas, uno encuentra claves para comprender lo que está sucediendo actualmente en Cuba. Con la lectura, se combate el sectarismo, el dogmatismo, la ignorancia y la exclusión.

Se abre el horizonte de expectativa y la capacidad de comprensión de las personas. Se amplía el lenguaje, se desarrolla la creatividad y se fomenta la reflexión, tanto introspectiva como del entorno en que uno vive.

Más allá de eso, leer te acerca a algo tan intangible y etéreo como la condición humana. Al leer Ébano, uno encuentra pedacitos de México en el África subsahariana. Al leer Guerra y paz, uno cae en cuenta de cómo todo el tiempo se entrelazan la política internacional, la política interna, los intereses de la aristocracia y buenas o malas decisiones de los gobernantes.

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Al leer Antes de que anochezca, uno siente como propia la discriminación a la que son sujetos muchos homosexuales en Cuba, en México y en el mundo, aun en nuestros días.
Leer te hace notar que los seres humanos de todo tipo tenemos mucho en común. Las
pasiones, la ambición, el egoísmo, la empatía, la amistad, los claroscuros y el sentimiento
de extravío ante la inmensidad del mundo y de la vida son elementos universales entre
todos los seres humanos.

Sin embargo, abrigo pocas esperanzas respecto al futuro de la lectura en México. No hay interés en promoverla. Ni siquiera parece haber conciencia sobre su importancia y su potencial. Será otro sexenio completo sin un impulso decidido a la lectura, otra oportunidad perdida en materia educativa.

Twitter: @jacquescoste94

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