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Coahuila

La masacre de hace una década en Allende (Coahuila) marcó a tres generaciones

La venganza perpetrada por Los Zetas arrebató a una hija, una hermana y a una madre de una familia. Olga Lidia, Olguita y Samanta son tres mujeres de Allende marcadas por la violencia y el olvido de la justicia.

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ALLENDE, Coahuila. La venganza perpetrada por Los Zetas arrebató a una hija, una hermana y a una madre de una familia. Olga Lidia, Olguita y Samanta son tres mujeres de Allende marcadas por la violencia y el olvido de la justicia.

Adanary era hija de Olga Lidia, hermana de Olguita y madre de Samanta. Ella y su esposo fueron víctimas de la venganza que los hermanos Treviño Morales desencadenaron contra todo aquel que tenía nexos con los hombres que los traicionaron con la DEA y que ejecutaron en Allende el 18 de marzo de 2011.

El fin de semana en el que Los Zetas sembraron el terror en la ciudad, Olga Lidia había ido a una fiesta familiar a un rancho cercano y regresó hasta el domingo 20 de marzo, cuando encontró escenas de miedo y muerte.

Las mujeres todavía muestran secuelas de esta tragedia luego de 10 años, pero también les dio motivaciones. Olga Lidia sobrevivió a una trombosis por la tensión de no saber nada de su hija, pero también creó la asociación civil Alas de Esperanza, que ayuda a familiares de desaparecidos.

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Olguita estudia Derecho para ayudar de igual forma a su madre y otras familias que no saben nada de sus seres queridos desde que Los Zetas arrasaron con su pueblo en Allende.

A Samanta le robaron su infancia; ahora tiene 12 años y cuenta que no se siente bien emocionalmente, sin embargo, se hace la fuerte para no preocupar a su hermano Patricio, que apenas tiene nueve años.

Por lo que pasó con su familia, Samanta se acostumbró a estar sola; veía que la atención era para su hermano, a quien dice que ama y que daría la vida porque esté bien.

Ella no entendía por qué no tenía papás. La curiosidad la llevó a observar a su abuela, Olga Lidia, mientras lloraba, le preguntaba el motivo de su llanto; no obtenía respuestas. No fue hasta después de cinco años de los hechos que le contaron todo.

Desde entonces, en algunas ocasiones cuando duerme, sueña que todo está oscuro, excepto por un sendero de luz, donde al final hay tres personas, dos hombres y una mujer: su madre, su padre y su abuelo.

Dice que son sus ángeles, al igual que tres estrellas que se ven desde la ventana de su recámara que comparte con su hermano y su tía Olguita en Allende.

Olguita perdió una hermana y quiere justicia

A su vez, Olguita, de 19 años, estudia Derecho para ayudar a su madre a esclarecer el destino de Adanary.

“A mí me gusta hablar, expresarme y aprender, porque además es una carrera en la que podré ayudar a los demás. Es por eso que estudio en una universidad de aquí mismo en Allende”, relata.

Ella relata lo que le pasó a su hermana. “Fue como en 2017 cuando nos enteramos que mi hermana ya había muerto. Pero nunca vimos su cuerpo, sólo tenemos una hoja de papel que dice que ella murió; basada en una declaración de su asesino”.

Añade que nunca se encontraron fragmentos ni ropa ni nada que demostrara que se trataba de su hermana. “El asesino confesó que ella no había sufrido nada, la partió, la quemó y la tiró en un río”, dice desencajada y triste.

Sabe que el asesino de su hermana fue condenado a más de 75 años de cárcel en el penal de Piedras Negras, sin embargo, eso no le da consuelo.

Una madre que sigue buscando a su hija

Por su parte, Olga Lidia Saucedo García se enteró de la muerte de su hija Andanary seis años después de su desaparición. Halló detalles de cómo su verdugo, un sicario y amigo de su yerno, la había partido en pedazos, la había quemado y luego cómo tiró los restos a un río.

“Tengo una herida que no ha cicatrizado. Mi hija desapareció de un día para otro y es fecha que no encuentro ningún rastro de ella… Pese a todo lo que he vivido, no voy abandonar esta lucha; seguiré firme hasta el último suspiro de mi vida”, asegura.

Olga Lidia y su hija se sienten mujeres golpeadas por la vida, víctimas de delitos que ni en la peor pesadilla pensaron vivir, ni nadie en Allende.

Por eso, Olga Lidia fundó en 2014 la asociación civil “Alas de Esperanza”, por idea de Olguita, con el objetivo de buscar a personas desaparecidas y dar apoyo a las familias que viven su misma situación.

Estima que más de 90 personas de su ciudad fueron secuestradas y desaparecidas entre el 18 y 20 de marzo de 2011.

En ese trágico 2011, en la masacre de marzo, ella documentó que tan sólo en una familia desaparecieron 15 miembros. Asegura que el número de víctimas en Allende no llegó a 100, pero que tampoco son los 28 que reconoce oficialmente la Fiscalía General de Justicia de Coahuila.

Sus esfuerzos en “Alas de Esperanza” han dado tranquilidad a algunas familias, pues de los casi 100 desaparecidos, han localizado a cuatro personas con vida.

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A sus 53 años de edad, Olga Lidia no pierde la esperanza de encontrar los rastros de su hija y por eso viajará a Torreón para conocer los resultados de la exhumación masiva que ordenó el gobierno del estado.

Asegura que la comunidad de Allende sigue sufriendo en silencio, porque aún están demasiado asustados para hablar públicamente.

En octubre de 2015, casi a las afueras del pueblo, se erigió un obelisco para conmemorar a todos los desaparecidos que no dejaron rastro y en la placa se lee: “Pueden pasar los días y podrá separarnos la distancia, pero siempre nos unirá el amor y la esperanza”.

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