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La Opinión

¿Será que soy machista?

Hay actitudes, palabras, costumbres y hábitos machistas que aprendimos de padres, hermanos, profesores, abuelos, amigos y de la sociedad

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Jacques Coste
El feminismo es La Revolución de Hoy.

El año pasado, Alma Guillermoprieto publicó un muy poderoso ensayo titulado “¿Será que soy feminista?”. El texto sostiene —y con razón— que la revolución feminista es la más grande que se haya gestado —o, más bien, que sigue en marcha— en la historia de la humanidad. 

Esto se debe a que el feminismo es una transformación que toca todos los aspectos de la vida: desde lo social y lo económico hasta lo político y lo cultural. Atraviesa la esfera pública y el ámbito privado. Trastoca estructuras y mueve conciencias. Cuestiona cánones y tumba convenciones. El feminismo es La Revolución de Hoy. 

Más allá de esta potente afirmación, el libro, desde su título, está lleno de cuestionamientos. Es una reflexión honesta y profunda. Estas líneas retratan adecuadamente el espíritu de la obra: “¿Será que se puede ser feminista sin ser activista? ¿Y será que se puede ser activista, y feminista, sin ser activista del feminismo? Es decir, ¿el feminismo es una forma de ver el mundo, una práctica cotidiana o una militancia? ¿O puede ser cualquiera de las tres cosas? ¿Y una mujer que comparte algunos, pero no todos los ideales y las ideas de un grupo militante es traidora? ¿O es válida la tolerancia?”.

En el mismo ánimo reflexivo de Guillermoprieto, aprovecho este día para lanzar la siguiente pregunta dirigida a mí mismo y a todos los hombres que lean esta columna: ¿será que soy machista? 

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Seguramente, la respuesta es sí: en distinto grado y en distintos sentidos. No necesitas ser un golpeador, un abusador, un acosador o un violador para tener actitudes misóginas. No necesitas cumplir los estereotipos del macho mexicano para ser eso, un macho (aunque sea de vez en cuando). 

A veces, lo somos sin darnos cuenta. Tenemos internalizadas actitudes, palabras, costumbres y hábitos machistas que aprendimos de nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros profesores, nuestros abuelos, nuestros amigos y de la sociedad en general. No es pretexto ni justificación. Más bien, todo lo contrario: si somos conscientes de ello, tenemos la obligación de corregirlo. 

¿En público adoptas un lenguaje igualitario, pero en la comodidad de tu casa dejas que tu esposa haga todo el trabajo doméstico y cuide por sí sola a tus hijos? Entonces, eres machista. 

¿Crees que realizar labores domésticas es “ayudar” a tu pareja en la casa y te sientes todo un ejemplo de hombre moderno y progresista por ello? Entonces, eres machista. 

¿Cuando estás bebiendo unas cervezas con tus amigos y pasa una mujer guapa, hablas de ella como si fuera un objeto diseñado para tu admiración y disfrute? Entonces, eres machista. 

¿Cuando estás en esa misma situación y tus amigos lanzan piropos y vulgaridades, te sientes incómodo, pero no dices nada al respecto? Entonces, eres un facilitador del machismo. 

¿Usas frases como “llora como niña” o “pega como vieja”? ¿Aceptas, sin pensarlo siquiera, que un hombre esté desarreglado, pero esperas que las mujeres siempre luzcan deslumbrantes y elegantes? ¿Te sientes incómodo, aunque sea ligeramente, al tener una jefa, una directora o una supervisora? Entonces, eres machista.  

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Las estructuras sociales no se mueven en un día, pero sí se pueden transformar gradualmente. Las mujeres ya están haciendo su parte. Las manifestaciones y el paro del año pasado fueron una muestra rotunda e incontrovertible de la fuerza que el movimiento feminista ha adquirido en México. ¿Nosotros, los hombres, qué papel queremos desempeñar en esta revolución? 

¿Queremos hacer lo que hace el presidente todas las mañanas en Palacio Nacional? ¿Fingir que no sabemos que existe el pacto patriarcal para no romperlo? ¿Encubrir a un violador porque es nuestro amigo? ¿No llamarle al abuso sexual por su nombre para suavizarlo y normalizarlo ante los ojos de la sociedad? 

¿Queremos ser ese anciano que se esconde de la transformación que se está gestando frente a sus ojos detrás unas vallas metálicas y adentro de un palacio? ¿O preferimos ser partícipes de esta gran revolución que, lo queramos o no, ya nos alcanzó? Contesten con cuidado estas preguntas porque el futuro será feminista o no será. 

Twitter: @PelonCoste

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