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El coronel lleva 60 años esperando que alguien le escriba

La novela de Gabriel García Márquez, un breve relato que se distingue por contener una unidad dramática lejana al realismo mágico, cumple seis décadas de su primera edición

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La novela de Gabriel García Márquez, un breve relato que se distingue por contener una unidad dramática lejana al realismo mágico, cumple seis décadas de su primera edición

Geney Beltrán, director de la Casa-Estudio Cien Años de Soledad, explicó que dicha novela corresponde a la primera época de la trayectoria novelística de García Márquez, viene después de La Hojarasca y es anterior a Cien años de soledad.

Además, abundó, el propio autor tenía un gran cariño por esa novela, en la cual lo interesante es la forma en la cual diverge  de una serie de características que se asocian con la obra de ficción de García Márquez, sobre todo la historia de la familia Buendía, el realismo mágico, la aparición de sucesos maravillosos que rompen con la visión objetiva de los hechos.

“Esto es diferente en esta novela que tiene una lectura de crítica social y política lejana al realismo mágico”, indicó.

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La novela nació en el frío París de 1956, cuando García Márquez estaba exiliado. El autor escribía La mala hora, cuando de golpe le vino a la mente la escena del coronel esperando día a día la llegada del cheque de su pensión. La anécdota tiene origen en la realidad. Primero, en el abuelo del novelista quien murió sin ver llegar su pensión, y, segundo, en el propio escritor que vivió sin dinero ni trabajo en Europay todos los días revisaba su correo esperando la ayuda de sus amigos de Latinoamérica.

“Conocía la historia de mi abuelo que estuvo toda la vida esperando que le mandaran su pensión de veterano de la guerra civil. Cuando mi abuelo se murió, mi abuela me dijo: ‘Tu abuelo se murió esperando su pensión de veterano, pero yo no me preocupo porque a ustedes les llegará’. Una pensión que no llegó nunca”, contó el autor en una entrevista con el periódico El Espectador, en marzo de 1977.

Relató que “entonces yo había pensado siempre que esa podía ser una historia para una comedia. Pero cuando estaba en París, empecé escribiendo la comedia del coronel que espera su pensión, y todos los días sacaba dinero de la mesa de noche, bajaba, comía en la esquina, subía, hasta que un día hice así, y rasguñé y ya no había ni un centavo. Entonces lo que había empezado como una comedia lo volví al revés y empecé a escribirlo realmente como era”.

De acuerdo con el autor, “entonces había un momento en que lo que estaba escribiendo correspondía exactamente con la realidad, y por eso creo, contra el criterio de todos los críticos, que es el mejor libro que he escrito: es decir que, si he escrito una obra maestra, esa obra maestra es El coronel no tiene quien le escriba, porque duré escribiendo la realidad de cada día a medida que iba sucediendo”.

Al respecto, Beltrán destacó los elementos realistas de la historia que colocan a la novela en una unidad dramática.

Señaló que en esta historia no hay saltos de tiempo, tiene una estructura temporal que involucra diferentes momentos secuenciales, no hay búsqueda de carácter experimental. Esa naturaleza clásica y en apariencia sencilla es la unidad dramática que logra conectar con el lector.

“Aunque es un personaje derrotado por la historia, tiene una visión, una ilusión, y es un movimiento dramático muy claro del personaje en la forma en que la ilusión lo mantiene de pie. Esa unidad dramática me parece que es lo que explica la potencia del personaje, es inolvidable, de una gran dignidad, que en medio de la pobreza trata de mantener el decoro, le da pena que en el pueblo se entere que se está muriendo de hambre y eso conecta con quienes lo leemos”, expuso el también escritor.

La postura crítica planteada por el autor inicia desde el personaje central, el coronel, un hombre menor, vencido por la historia, y ahora está en el centro de la trama. “Es –apuntó Geney- una prosa directa, concreta, muy del mundo real donde se vuelve más vivida la historia del coronel y su esposa”.

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Para García Márquez, la novela estaba pensada desde el origen para llegar al cine. “Cuando leo El coronel no tiene quien le escriba me doy cuenta de que no es literatura, sino cine porque lo que en realidad yo quería ser era guionista”.

“Quiero decir que la novela tiene una estructura completamente cinematográfica y que su estilo narrativo es similar al del montaje cinematográfico; los personajes hablan apenas, hay una gran economía de palabras y la novela se desarrolla con la descripción de los movimientos de los personajes como si los estuviera siguiendo con una cámara. Hoy en día, cuando leo un párrafo de la novela veo la cámara”, afirmó el novelista a la revista de Cine Cubano, en julio de 1969.

Y añadió: “en esa época, para describir algo yo necesitaba imaginar exactamente el escenario; por ejemplo: si se trataba de un cuarto, el tamaño que tendría, los pasos que debía dar el personaje para moverse en él, etcétera; o sea, trabajaba como un cineasta. Ahora me doy cuenta de todo esto porque también me doy cuenta de lo que son las soluciones literarias y las soluciones visuales o cinematográficas y me doy cuenta de que todos mis trabajos anteriores a Cien años de soledad son cine”.

Naturalmente la novela llegó a la pantalla grande en 1999 dirigida por Arturo Ripstein. El guion fue una adaptación de Paz Alicia Garciadiego y fue coproducida de manera internacional entre México, Francia y España.

La película fue presentada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas como su candidata para el Oscar a la mejor película extranjera en 1999, aunque no consiguió la nominación.

Logró el premio a Mejor Película Latinoamericana en el Festival de Sundance, y estuvo nominada a la Palma de Oro como Mejor Película en el Festival de Cannes de 1999 y al mejor guion en los Premios Goya.

A 60 años de su primera edición, El coronel no tiene quien le escriba se mantiene como una de las novelas más populares de Gabriel García Márquez.

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