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La Opinión

No nos confundamos: AMLO no es Lázaro Cárdenas del Río

El movimiento encabezado por AMLO no le llega ni a los talones a lo hecho por Lázaro Cárdenas del Río, quien consolidó al PRI

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Jacques Coste
AMLO ha hecho de Lázaro Cárdenas uno de los símbolos de su gobierno y suele compararse con el general.

Lorenzo Meyer publicó un texto muy interesante en El Universal, con el título “Desde el pasado, la 3T alerta a la 4T”. Su argumento central era que López Obrador debería aprender una lección de la sucesión presidencial cardenista para no cometer el mismo error que el general Lázaro Cárdenas del Río a la hora de designar a quien continúe su proyecto político.

De acuerdo con Meyer, si López Obrador quiere que su “cuarta transformación” se consolide, debe designar a un sucesor que profundice las reformas sociales que inició, y no a alguien que simplemente las administre.

En otras palabras, para que la 4T triunfe y sea irreversible, el siguiente presidente debiera ser un radical, no un moderado.

Este razonamiento tiene un origen bien claro. Meyer y varios historiadores más conciben al cardenismo como el periodo histórico en que más cerca estuvo de cumplirse la promesa de la Revolución mexicana: justicia social.

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También ven a Lázaro Cárdenas como el presidente más comprometido con los ideales revolucionarios y el único que verdaderamente trabajó para materializarlos.

Esta corriente de académicos considera que el único error de Lázaro Cárdenas fue la elección de su sucesor. Argumentan que la designación de Ávila Camacho por encima de Francisco Mújica marcó el principio del fin de los gobiernos posrevolucionarios con auténtica vocación social, puesto que, después, vendría la presidencia de Miguel Alemán, en la que “la Revolución se bajó del caballo y se subió al Cadillac”.

Por otro lado, hay quien piensa precisamente lo contrario: la designación de Ávila Camacho fue un acierto de Lázaro Cárdenas, ya que la llegada de un moderado al poder calmó a las fuerzas de oposición y, mediante una correcta administración, hizo posible la permanencia de las reformas sociales cardenistas, al tiempo de establecer los cimientos de un régimen político estable y duradero con crecimiento económico y desarrollo social.

Esta discusión puede parecer puramente académica o historiográfica, pero no lo es. En realidad, será un debate de primera importancia entre las filas del obradorismo conforme se vaya acercando la sucesión presidencial de 2024.

López Obrador y su movimiento se caracterizan por tener una concepción histórica de México muy delineada y una consciencia sobre el papel que supuestamente desempeña el obradorismo en la historia nacional.

Esa concepción histórica es la que escuchamos todas las mañanas en las conferencias de prensa. La historia nacional es una eterna pugna entre liberales y conservadores, entre oprimidos y opresores.

El pueblo ha hecho tres intentos de liberarse del yugo de los opresores: las tres “transformaciones” anteriores, la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Hasta ahora, los malvados conservadores han frenado esas tres transformaciones y continúan oprimiendo al pueblo.

López Obrador y quienes lo apoyan encabezan la cuarta transformación, que será la última y la definitiva, la que por fin libere al pueblo de sus cadenas y termine con la corrupción, que es el mecanismo mediante el cual los conservadores han logrado mantener su dominio sobre los oprimidos. Éste es el papel que los obradoristas creen desempeñar en la historia nacional.

Por eso, la discusión sobre la sucesión presidencial cardenista no es baladí. Más bien, será determinante en la deliberación sobre quién debería ser el “heredero” del proyecto político de AMLO.

El propio López Obrador ha hecho del general Lázaro Cárdenas uno de los símbolos de su gobierno y suele compararse con él. En cierto modo, podría decirse que AMLO considera a su gobierno como un cardenismo 2.0.

¿Qué pensará el presidente?, ¿que las reformas sociales cardenistas se diluyeron durante los sexenios posteriores?, o bien, ¿que Cárdenas sentó las bases del régimen posrevolucionario durante su administración y sus sucesores se encargaron de darle estabilidad y viabilidad?

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Sabiendo lo mucho que le apasiona la historia nacional a AMLO y lo mucho que les gusta a los miembros de su círculo cercano endulzarle el oído, no tengo duda que uno y otro bando manipularán el argumento de la sucesión cardenista para convencerlo de elegir a su sucesor según sus intereses.

No se dan cuenta que AMLO no es Cárdenas. Están haciendo un paralelismo equivocado. Podemos concordar con sus políticas o no, pero es irrebatible que Cárdenas era un estadista, no un ocurrente; era un populista, pero no un demagogo; era estratégico, no improvisado; era grande, mas no tenía delirios de grandeza.

De haberse querido perpetrar en el poder, Lázaro Cárdenas lo hubiera podido hacer. No lo hizo. En vez de eso, sembró las bases de un régimen tan antidemocrático como estable y duradero; de un Estado tan autoritario como desarrollista con cariz social.

No nos confundamos. López Obrador no es Cárdenas. La miopía del primero no es comparable con la visión de Estado del segundo. El obradorismo no le llega ni a los talones al cardenismo. Un sucesor radical, un obradorista fanático, no haría más que sumergir a México en el atraso, la polarización y la antidemocracia.

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