La Opinión
Joe Biden, la decencia como virtud política
Joe Biden, candidato Demócrata a la presidencia de Estados Unidos, mostró decencia cuando le deseó una pronta recuperación de su contagio de Covid-19 a Donald Trump
El buen desempeño de Joe Biden en las encuestas y su probable —que no segura— victoria electoral me alegra en muchos sentidos, principalmente por sus implicaciones positivas para la democracia liberal y el orden internacional basado en normas e instituciones.
Sin embargo, dejaré ese tema para una columna posterior, en caso de que se consolide el triunfo del Partido Demócrata en la elección presidencial de Estados Unidos.
Por ahora, me concentraré en un tema que puede parecer mundano a primera vista, pero me parece de vital importancia dadas las circunstancias recientes del ambiente político y la discusión pública en México. Me refiero a la decencia como virtud política.
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Y no hago referencia a la decencia como una característica de clase: el señor “decente” con alto poder adquisitivo, que estudió en una universidad privada y sigue los cánones marcados por la alta sociedad.
Me refiero, más bien, a la decencia en su sentido más básico: “Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas” o “Aseo, compostura y adorno correspondiente a cada persona o cosa”, según la Real Academia de la Lengua Española.
Justamente es una virtud que posee Joe Biden. Lo hemos visto durante toda la campaña presidencial en Estados Unidos.
De un lado, está Trump profiriendo insultos contra sus adversarios, ridiculizando a sus críticos y vanagloriándose vulgarmente de su supuesta grandeza.
Del otro, está Biden, quien habla con tranquilidad, sin exaltarse demasiado, hasta con cierta torpeza, pero sobre todo con decencia.
Decencia es que, cuando Donald Trump anunció que había contraído coronavirus, Joe Biden respondió deseándole una pronta recuperación y retirando los spots negativos en contra de su oponente para no “jugar sucio” y evitar sacar provecho de su convalecencia.
Decencia es que, cuando le preguntan a Joe Biden qué haría para atender la pandemia, lo primero que hace es mostrar empatía y solidaridad con quienes han perdido a un ser querido o su empleo a causa del coronavirus.
Decencia es que, cuando lo cuestionan por las políticas de la administración Obama, Joe Biden las defiende genuinamente o, si cree que son indefendibles, se distancia de ellas pulcramente, reconociendo que fueron errores o aduciendo que él hubiera actuado distinto si hubiese sido presidente, pero no se lava las manos ni critica a su antiguo jefe y amigo.
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Parecen acciones simples, casi de sentido común, que no habría que aplaudir o subrayar. Desafortunadamente, hoy en día son conductas encomiables porque contrastan con el proceder de quien actualmente ocupa la Casa Blanca, pero, desde México, también son dignas de reconocerse, ya que la actitud de nuestras figuras políticas es, a todas luces, indecente.
Indecente fue el voto de la senadora Lucía Trasviña, de Morena, en la discusión para eliminar los fideicomisos. En tono socarrón y engreído, simplemente declaró “a favor, cabrones”, tomando a broma una decisión que afectará la vida de miles de personas.
Indecente es el subsecretario Hugo López-Gatell, quien, de manera soberbia y burlona, les dijo a los legisladores de oposición que padecían “disonancia cognitiva” y mandó por un tubo a los exsecretarios de Salud que le hicieron llegar una propuesta de cambio de rumbo para atender la emergencia sanitaria.
Igualmente indecente es que un médico —el propio doctor López-Gatell— se preocupe más por no caer de la gracia del presidente que por la salud de los mexicanos, y que rechace los hallazgos científicos en aras de catapultar su carrera política. La frase “El presidente no es una fuerza de contagio, es una fuerza moral” quedará plasmada en el libro de oro de la ignominia y la indecencia.
Indecente es el comportamiento de un presidente que, desde la máxima tribuna política del país, se dedica a descalificar a sus adversarios, a lanzar acusaciones infundadas contra sus críticos y a burlarse de sus opositores.
Indecentes son también todos los que atacan al mandatario en el mismo tono, con groserías y vituperios. Indecentes son todos aquellos que se lanzan contra los partidarios del presidente profiriendo insultos clasistas, elitistas o racistas.
Por todo esto, celebro la decencia de Joe Biden y enaltezco la decencia como virtud política. Cuánta falta nos hace eso que parece tan simple en nuestra cotidianidad política y en nuestro debate público.
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