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El socorrista Carlos César Castro domina sus nervios en rescates de heridos en accidentes en Sinaloa

Durante una urgencia el tiempo es todo e igual de importante es la capacidad de respuesta de un socorrista

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Carlos César vivió una especie de crecimiento en ese servicio. / Foto: Jesús Verdugo

CULIACÁN, Sinaloa. Un año en servicio de ambulancias para el socorrista Carlos César Castro, era el tiempo que tenía de egresado del TUM básico. El también estudiante de medicina cuenta que en aquella guardia matutina de sábado vivió lo que es para él uno de los servicios más importantes de su carrera.

Actualmente Carlos César es tercera generación del TUM intermedio, y mirando en retrospectiva sus servicios y sus fotos, se sabe afortunado de haber tenido buenos tutores en la institución y su facultad.

Era sábado temprano y César estaba ya con su uniforme, listo para las llamadas. Por lo regular él acudía a las guardias nocturnas pero por cuestiones institucionales debían rotar sus horarios. Ese servicio llegó rozando las 10:00 de la mañana y su compañera socorrista sería Claudia Ceyca.

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El vehículo de urgencias fue raudo por el bulevar Francisco I. Madero hasta donde su nombre cambia y las casas se enmontan en lomas polvorientas. Era un simple choque, eso le dijeron los radios operadores, de un compacto con un remolque.

Punto de quiebre

Al llegar junto a bomberos se pusieron a trabajar; gemidos dolorosos se oían salir del compacto, pues había gente con vida todavía. Los de casco amarillo maniobraban con los fierros retorcidos para darles espacio de trabajo a los paramédicos e intentar liberar a los heridos.

Brutal choque del coche de frente a un tráiler que por lógica de la física el primero se llevó la peor parte; el cofre del automóvil se dobló sin resistencia ante el peso de la estructura de acero, las piernas de los tripulantes quedaron atrapadas por el motor y las heridas por ende eran de total urgencia.

Dos pacientes y dos paramédicos; al tener un triage en rojo de los heridos, rápidos fueron a atenderlos. César con el piloto y Ceyca con el copiloto. El primero necesitaba vías alternas de respiración y pronta liberación, el segundo; el de Ceyca, con graves lesiones en la cabeza, piernas y en todas partes; estaba desorientado y combativo, haciendo más difícil el rescate.

Salvación

Luego de atenderlos aún atrapados por el motor y mientras los bomberos lo trataban de liberar, es como los socorristas pudieron estabilizarlos y justo llegó una segunda ambulancia para hacer el traslado de ambos pacientes de urgencia.

Carlos César se vio preparado y listo para ser socorrista, supo manejar todos los nervios en un momento crucial y junto a una experimentada Claudia Ceyca, pudieron sacar adelante una crisis de pronósticos mortales.

Se fue la ambulancia con el paciente de Ceyca, después partió él con su herido; estable y consciente pero en un hilo delgado que lo separaba del shock. Así llegaron a la rampa del hospital y los urgenciólogos tomaron la responsabilidad de los heridos.

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El socorrista Carlos César vivió una especie de crecimiento en ese servicio; una graduación más en campo. A partir de entonces siguió superando más y más servicios complicados, haciendo de su labor una costumbre de éxito y precisión.

Jesús Verdugo  Organización Editorial Mexicana

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