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El huracán Delta llegó con mucho ruido y por fortuna no provocó una catástrofe en Cancún

Los funcionarios y habitantes de Cancún coincidieron: “Nos fue leve, a comparación con lo que se venía”. Muchos pensaron que Delta sería otro Wilma

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Más de 30 mil turistas fueron evacuados de la zona hotelera de Cancún. Foto: Cuartoscuro.

CANCÚN, Quintana Roo. Mucho ruido y pocas afectaciones, fue la conclusión a la que llegaron
autoridades y los pobladores de Cancún tras el paso del huracán Delta, que en su camino de
formación – a la altura del municipio de Felipe Carrillo Puerto- alcanzó categoría 4.

Ahí se fue degradando hasta llegar a la categoría tres al arribar a suelo de Quintana Roo por el municipio de Puerto Morelos, lo que representó una disminución de vientos de 250 a 175 kilómetros por hora.

La expectativa de la fuerza del huracán Delta era grande. Incluso, recordaba al último huracán que hizo estragos en Cancún, al Wilma, por la fuerza que iba agarrando en el mar Caribe a la altura del sur de Quintana Roo que se observaba en el enorme diámetro de casi mil kilómetros en las proyecciones de los servicios meteorológicos nacionales.

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Ante ello, las previsiones eran de que el meteoro llegaría a en la noche a Puerto Morelos y entre medianoche y dos de la mañana a Cancún, aunque se pronosticaron lluvias y fuertes vientos.

Esto ocasionó que un día antes, el gobierno de Quintana Roo decretara paro de actividades desde las cinco de la tarde y ley seca para más de un millón de habitantes – una tercera parte de la población total del estado- en siete de los 11 municipios de Quintana Roo.

La población hizo caso a estas recomendaciones, pero no a aquellas que pedían evitar las compras de pánico, que dejaron anaqueles de supermercados vacíos y gasolineras secas.

Al final, los pronósticos no se cumplieron. Delta arribó a Cancún degradado en fuerza y dos horas después de lo previsto. Eso sí, como se preveía, llegó con más vientos que lluvias, lo que ocasionó la caída de árboles, postes, bardas y anuncios publicitarios sobre cables y avenidas en los siete municipios de la zona norte de Quintana Roo.

Durante cuatro horas, los fuertes vientos silvantes escupian lluvia, mientras los árboles y postes se movían de un lado hacia otro, tratando de resistir la ventisca de Delta ante la mirada de miles que se despertaron ante los embates del huracán, el último desde hace casi diez años.

El mar y la laguna también embravecieron y si bien el primero presentó olas de cuatro metros, sólo algunas cámaras las mostraron.

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Al día siguiente, las calles amanecieron con una devastación mucho menor a la esperada por las autoridades, que reaccionaron tarde ya que mientras sus brigadas de auxilio, limpieza y reconstrucción del municipio salieron a realizar sus labores las diez, cuando el huracán se había alejado, los habitantes de varias colonias, con machete en mano, comenzaron la limpieza de sus colonias.

¿Inundaciones? Ninguna. En las regiones donde tradicionalmente se registraban niveles de metro y medio en huracanes anteriores, como Donceles 28 o Lombardo Toledano, ambas en Cancún, presentaron grandes encharcamientos que llegaban a lo sumo a los 20 centímetros.

En ocho horas, las calles estaban prácticamente secas. Apenas y hubo alrededor de mil personas dirigidas a los albergues dispuestos en los municipios.

Los servicios de electricidad, agua y transporte público se fueron restableciendo en las distintas zonas de los municipios.

Los más de 30 mil turistas que fueron evacuados de la zona hotelera de Cancún, fueron devueltos a sus centros de hospedaje, que presentaron apenas algunos daños estructurales.

Sin embargo, muchos salieron a buscar comida, ya que los hoteles no contaban con gas para servirles, por lo que recurrieron al único restaurante operando a mediodía en el centro de
Cancún.

Pese a todo, los funcionarios y habitantes coincidieron con alivio en sus rostros: “Nos fue leve, a comparación con lo que se venía”. Muchos pensaron que Delta sería otro Wilma.

Por Enrique Huerta

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