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Política

La quinta transformación de la OPEP

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) es una organización económica intergubernamental más importante de los últimos 60 años

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El rol de Venezuela en la OPEP se ha convertido en una mera anécdota. Foto: Cuartoscuro.

El 14 de septiembre de 2020, se cumplió el “Aniversario de Diamante” de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Desafortunadamente, la pandemia de  coronavirus (Covid-19 suspendió la celebración prevista en el recientemente restaurado Al Shaab Hall ubicado en el distrito Bab Al-Muaatham en el corazón de Bagdad, que acogió hace sesenta años la mítica reunión de los cinco fundadores: Juan Pablo Pérez Alfonzo de Venezuela, el Jeque Abdullah Al-Tariki de Arabia Saudita, Tala’at al-Shaibani de Irak, Fuad Rouhani de Irán, y Ahmed Sayed Omar de Kuwait.

Como ha señalado el historiador Giuliano Garavini en su libro The rise and fall of OPEC in the Twentieth Century (Oxford University Press, Oxford, 2019), la OPEP ha sido abanderada de la cooperación entre los países en desarrollo y la organización económica intergubernamental más influyente en la historia moderna del Sur Global.

Años antes de su fundación, la política de no más concesiones y “fifty-fifty” en materia fiscal fue una de las causas del golpe contra Rómulo Gallegos en 1948, y el intento de nacionalización en Irán llevó al golpe contra Mossadegh en 1953 respaldado por Estados Unidos y Reino Unido, intimidando así a otros países que podrían presionar por mejores condiciones. Sin embargo, el impulso inmediato fue la reducción unilateral de los precios oficiales “publicados” por las empresas petroleras transnacionales en febrero de 1959.

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Detrás de la fundación de la OPEP, se encuentran años de diplomacia de Venezuela, desde la Misión Especial al Medio Oriente impulsada por Manuel R. Egaña e integrada por Edmundo Luongo Cabello, el Dr. Luis Emilio Monsanto, Ezequiel Monsalve Casado en septiembre de 1949 con el propósito de instaurar relaciones de amistad y cooperación “a fin de buscar una manera de llegar a un equilibrio de los precios”; hasta la participación de Pérez Alfonzo en el I Congreso Petrolero Árabe celebrado en El Cairo en abril de 1959 donde fue alcanzado el Pacto Ma’adi. 

En aquellos primeros días de vuelos internacionales y líneas telefónicas limitadas, la OPEP era una organización muy peculiar de países con muy poco en común, más allá de sus vastas reservas petroleras. Desde entonces, la OPEP ha pasado por al menos cuatro transformaciones. 

Su primera década la pasó exigiendo una participación más justa de las ganancias a través de impuestos y regalías en un mercado saturado por las “Siete Hermanas”, que controlaban casi todo el mercado petrolero desde Medio Oriente hasta Venezuela. También vivió una expansión de sus miembros hasta alcanzar doce países en 1973.

Después de 1970, el mercado petrolero se tensó. El embargo de petróleo de 1973 impuesto por algunos Estados árabes (no por la OPEP) durante la Guerra de Yom Kippur catalizó una enorme subida de precios. La Revolución Islámica en Irán en 1979 y el estallido de la Guerra Irán-Irak en 1980 redujeron aún más la oferta.

Los activos de las empresas petroleras transnacionales en los países OPEP se nacionalizaron progresivamente, aferrándose en algunos casos a participaciones minoritarias. Surgieron así las grandes empresas petroleras nacionales, que se convirtieron en líderes mundiales en reservas y producción: Saudi ARAMCO, ADNOC, la National Iranian Oil Company (NIOC), y PDVSA.

De 1970 a 1981, la OPEP se concentró en fijar los precios, generalmente al alza, para maximizar la renta de sus recursos naturales no renovables e invertirlos en programas de modernización, que lamentablemente no en pocas ocasiones, generaron despilfarro y corrupción. La OPEP ganó influencia a nivel mundial y la reputación de “cartel perverso” en los países desarrollados de la que no se ha librado aún del todo, aunque su poder de mercado (market share) haya disminuido desde 51.2 por ciento en 1973 a 32.5 por ciento en 2020.

La OPEP es famosa por sus cuotas de producción, razón de intensas negociaciones y controversias ocasionales. Sin embargo, estas sólo comenzaron a existir en 1982 cuando la demanda de crudo de la OPEP se desplomó bajo la presión de la recesión económica, los primeros avances de fuentes de energía renovables, el ahorro y la eficiencia energética. En este sentido, las crisis del petróleo finalizaron el paradigma de posguerra de un crecimiento vertiginoso ambientalmente insostenible.

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Arabia Saudita renunció a su papel de productor de equilibrio (swing producer) en 1986, cuando además observó la indisciplina en el cumplimiento de las cuotas dentro de la OPEP y el avance de productores independientes del Mar del Norte. A esto siguió un largo letargo de la OPEP hasta 2003, luego vino el auge de precios impulsado por la demanda de China y la invasión de Irak, la Gran Recesión de 2008-2009, otro auge de precios, y la caída debido a la producción de petróleo de lutitas (shale oil) en EEUU en 2014. 

Estos tiempos volátiles dieron pasó a la cuarta transformación de la OPEP en diciembre de 2016, la cual ha devenido en parte de una agrupación informal más amplia denominada OPEP+, tras la firma de la Declaración de Cooperación con Rusia y otros 9 productores (entre ellos México), que ha demostrado ser crucial en la gestión de la épica destrucción de demanda debido a la pandemia de Covid-19. La influencia de antiguos miembros líderes como Venezuela, Argelia, e Irán se ha esfumado. Todas las decisiones clave se toman ahora entre Riad y Moscú. 

Venezuela era el primer productor de la OPEP en 1960, hoy es el penúltimo apenas por encima del Congo (que se unió en 2018). La devastada PDVSA producto de la mala gestión y la corrupción rampante durante el septenio de Nicolás Maduro –a lo que se ha sumado el impacto de las sanciones impuestas por Estados Unidos desde 2019–, apenas logró producir 340 mil barriles diarios,  según fuentes secundarias (396 mil barriles diarios según comunicación directa) en agosto de 2020, un nivel similar a 1934. Con una producción menguante, Venezuela ha visto su rol en la OPEP convertido en una mera anécdota.

Por otra parte, tal como señala Daniel Yergin en su libro reciente The New Map: Energy, Climate and the Clash of Nations (Penguin Random House, Nueva York, 2020), emerge un nuevo mapa energético muy complejo, competitivo y dinámico, con tres grandes superpotencias petroleras Arabia Saudita, Rusia, y EEUU –gracias a la “Revolución de las Lutitas”–; con una rivalidad estratégica creciente entre China y EEUU a nivel global, y entre Arabia Saudita e Irán en el Medio Oriente; con la lucha contra el Cambio Climático impulsando la transición a largo plazo hacia energías limpias y eficientes; a lo que hay sumar impacto del COVID-19 y la “gig-economy” que están generando una “revolución del trabajo”. El avance de nuevas tecnologías para automóviles, en particular las baterías  y vehículos autónomos, amenaza el cuasi monopolio del petróleo en el transporte terrestre. 

Daniel Yergin dice que es probable que en las próximas décadas la satisfacción de la demanda energética mundial provenga de un modelo energético mixto marcado por la competencia entre diferentes opciones energéticas y actores clave, donde el petróleo conservará una posición preeminente, y la innovación tecnológica será el factor crítico para dimensionar la velocidad de los cambios.

Entonces, la quinta transformación de la OPEP pasará por la adaptación a este nuevo mapa energético. Necesita recuperar la cuota de mercado perdida por los productores de mayor costo en la era del petróleo de lutitas, y luego por el impacto de la pandemia de Covid-19, mientras gestiona el retorno al mediano plazo de exportaciones de Irán, y quizás de Venezuela y Libia si logran encontrar el camino a la estabilidad política y un modelo petrolero funcional. 

¿Se convertirá la cooperación de la OPEP+ en una característica a largo plazo del mercado? ¿Arabia Saudita buscará disuadir el desarrollo de los nuevos campos de Rusia de mayor costo? ¿Cómo manejará la OPEP este nuevo entorno marcado por la complejidad y la volatilidad de los precios; así como la posible sub-inversión mientras el petróleo pierde atractivo debido a la lucha por el Cambio Climático?

La OPEP como organización adaptable y duradera también puede encontrar una nueva misión. En lugar de tener un rol pasivo y seguir siendo vista por algunos como una obstrucción a la política climática mundial, podría ser una fuerza dinámica y constructiva para ayudar a sus miembros a insertarse en un Mundo con bajas emisiones de carbono, impulsando el desarrollo de nuevas tecnologías para la producción y uso limpio y eficiente del petróleo; así como sus reservas de gas natural. ¿Y usted qué opina?.

Kenneth Ramírez

Presidente del Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI) – Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela.

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