:)

La Opinión

El verdadero informe y el verdadero presidente

El presidente de la República, Andrés Manuel López es el predicador que aparece todos los días, a las siete de la mañana, por cadena nacional

Published

on

Jacques Coste
El presidente de la República ridiculizó a su ex secretario del Medio Ambiente, quien dejó su cargo por estrés.

El discurso que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador impartió el 1 de septiembre, con motivo de su Segundo Informe de Gobierno, fue más moderado, menos polarizante y más breve de lo que se esperaba.

En su informe, el presidente hizo algo similar a lo que realizó en la campaña de 2018: evitar las declaraciones incendiarias y los largos monólogos, para concentrarse en un discurso esperanzador y breve.

Es cierto, no pudo resistirse a emitir algunos de sus clásicos dichos polarizantes y de confrontación, como “ya no hay más García Luna en mi gobierno” o “soy el presidente más atacado desde Francisco I. Madero”.

Lee: Los ganadores y perdedores políticos de la crisis del Covid-19

Pero, en términos generales, se mostró más conciliador que de costumbre. Sin embargo, en su informe oficial el presidente no se mostró tal cual es. Por eso, considero que su verdadero informe lo dio en su conferencia mañanera del día siguiente.

El 2 de septiembre de 2020, dio cuenta de la visión que él tiene de su propio gobierno de la manera en que más le gusta. Llegó sin un discurso preparado.

Respondió preguntas a modo hechas por periodistas que lo elogiaban antes de plantear sus dudas.

Atacó a los conservadores. Cuestionó al INE y a las organizaciones de la sociedad civil. Llamó a investigar a “los gerentes” de Facebook y Twitter en México para saber a qué partido pertenecen, quién los financia y por qué atacan a su gobierno.


Ridiculizó a Víctor Toledo, el secretario de Medio Ambiente que renunció recientemente, al deslizar que no pudo aguantar el estrés que implica estar en una posición importante de gobierno.

Aprovechó este tema para emitir una de sus clásicas declaraciones incendiarias y populacheras: “Pensé que el estrés era una exquisitez de la pequeña burguesía, pero sí existe”.

El presidente del 1 de septiembre de 2020 es un espejismo. Un día después apareció el verdadero presidente, ese líder dicharachero, jocoso y burlón que todos conocemos. Fue el mismo presidente que tenemos desde hace meses, ése que dice cosas sin sustento y que se niega a ver la realidad.

Fue el mismo presidente que presenta sus logros de manera grandilocuente, sin evidencia que lo respalde, con cifras cuestionables y datos manoseados: “el programa Sembrando Vida está plantando mil millones de árboles” y “hemos ahorrado 500 mil millones de pesos con el combate a la corrupción”.

No nos confundamos. El 2 de septiembre de 2020 fue el verdadero informe presidencial.

No nos equivoquemos. López Obrador es el predicador de las mañaneras, no el presidente del Segundo Informe.

AMLO aprendió una valiosa lección después de las derrotas electorales que sufrió en 2006 y 2012. Si quería ganar la presidencia, tenía que ajustar su discurso de acuerdo al foro en el que se encontrara y a la audiencia a la que se dirigiera.

No importaban sus verdaderas ideas o sus verdaderos proyectos. Si se mostraba “presidenciable” y moderado con los sectores a los que antes había sido incapaz de llegar —clases medias, empresarios, académicos, habitantes del norte del país—, podría ganar la presidencia.

Frente a sus bases, mostró su verdadero rostro y su auténtico discurso. A los votantes indecisos les dijo lo que querían escuchar. Así ganó la elección de 2018.

Aunque la utiliza poco, López Obrador conserva esa capacidad camaleónica. Lo ha demostrado en algunas ocasiones durante su presidencia. Su discurso durante la visita a Estados Unidos, en la Casa Blanca frente a Trump, es un buen ejemplo.

Los empresarios son, quizá, las principales víctimas de esta jugarreta discursiva. Cada que los invita a Palacio Nacional, el presidente se dirige a ellos en un tono conciliador, asume una actitud de diálogo y se muestra dispuesto a escuchar.

López Obrador aprovecha esas reuniones para que los periódicos difundan su foto con los empresarios y que la gente vea que su gobierno no es de corte antiempresarial. Sin embargo, a la hora de la verdad, esos encuentros no desembocan en acuerdos concretos ni en acciones beneficiosas para la economía nacional.

Lee: La renuncia de Bernie Sanders es producto de su inflexibilidad

El presidente conciliador que los empresarios ven en las reuniones es una pantalla; no existe. El verdadero presidente es el que decide que, para salvar la economía, “hay que apretarse el cinturón” y con eso basta.

Así ocurre en todos los rubros. El verdadero presidente no es el que promete asesorarse de expertos en salud pública para combatir el Covid-19. El verdadero presidente es el que dice que “ya se domó la pandemia” y que con un detente estaremos a salvo.

El verdadero presidente no es el que dice que combatirá la corrupción con todo el peso de la ley. El verdadero presidente es el que utiliza la justicia de manera selectiva para diferenciar a los corruptos neoliberales de los heroicos luchadores sociales que donan “aportaciones voluntarias” al movimiento que él encabeza.

Rumbo a las elecciones de 2021, no nos confundamos. El presidente no es ese estadista que aparece de vez en cuando. El presidente es el predicador que aparece todos los días, a las siete de la mañana, por cadena nacional.

Publicidad

Trends

Publicidad