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Beto Coyote macanea con la afición de los Naranjeros

El beisbol me gusta, porque aquí nací, crecí y ando como loco en Hermosillo, dice Gerardo Gonsález, conocido como Beto Coyote

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Beto Coyote macanea con la afición de los Naranjeros

HERMOSILLO, Sonora. Como en pocas ocasiones, el coyote toma asiento y observa su casa. No es el monte ni una cueva en el cerro, sino el enorme Estadio Sonora, en Hermosillo. El ágil motociclista y ávido comedor de gallinas, se toma un momento para platicar antes de volver al campo, por la noche, para animar al público durante un juego más de la Liga Mexicana del Pacífico.

Mientras se alisa los bigotes, este Canis latrans de casi dos metros de altura, habla de cómo ha visto a grandes beisbolistas recorrer el pasto de este y del anterior estadio -el Héctor Espino- quienes, durante las más de dos décadas de aullidos que lleva, se volvieron sus amigos más queridos.

Beto Coyote, es el cómico favorito de los adultos y el superhéroe beisbolero para los niños y las niñas. Ya sea a bordo de su cuatrimoto o en una pequeña bicicleta eléctrica, vestido de Michael Jackson o de apache, la mascota oficial de los Naranjeros de Hermosillo, siempre encuentra una manera de divertir a la audiencia que aúlla con él desde las butacas.

“El beisbol me gusta porque aquí nací, aquí crecí y aquí ando aullando como loco”, dice el coyote que asegura haber nacido debajo de una higuera en la colonia Villa de Seris, o quizás en cualquier otro árbol, en el viejo estadio. Ya no recuerda muy bien.

“Beto Coyote es la mascota más peluda y pachoncita del noroeste del país”, se ríe con filosos dientes. Luego canta imitando a Vicente Fernández: “Nació abajo de una higuera ¡Su madre fue coyota finaaa!”

Pero. ¿Quién es la persona detrás -o, mejor dicho- dentro del personaje? Definitivamente, no es alguien distinto el que calza los enormes spikes cada temporada, sino Gerardo Gonsález, un actor y director de teatro con larga trayectoria artística.

Nacido en Hermosillo el 9 de junio de 1963, Gerardo es quien ha dedicado buena parte de su vida para interpretar e innovar a Beto, de forma ininterrumpida, durante casi 26 años.

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A inicios de los noventa, la primera aparición de la botarga, aún sin nombre, fue a cargo del fallecido maestro Xicoténcatl Gutiérrez -un querido y reconocido mimo, actor y director de teatro en Sonora- quien le dio vida sólo por un día y después la regresó a la caja, donde permaneció dos años.

“Fue dos años antes de que apareciera yo”, explicó Gerardo, desde su camerino en el estadio, “trabajó un día y hasta ahí lo dejaron, quién sabe por qué. Luego, yo estuve tocando la puerta a Naranjeros y, finalmente, me dieron la oportunidad”.

Por el corto tiempo, el personaje no tuvo la oportunidad de desarrollarse con el maestro Xico, pero, cuando llegó su turno, Gerardo se encargó de darle forma, de jugar con él e, incluso, de darle una voz propia.

“Estudié un poco sobre lo que era el personaje, sobre la vida de un coyote, encontré su nombre científico -Canis latrans- y, más tarde, fuimos diseñando su firma”.

El nombre de Beto, fue simplemente una ocurrencia suya, pero la adopción de esta identidad llegó a ser una coincidencia, porque él, años atrás, ya había participado como actor de televisión con un personaje llamado “El Coyotas”, con una filosofía muy similar a la de la botarga.

“Era un antihéroe que había caído desde otro mundo y que aquí había comido coyotas, y entonces lo adoptaron con ese mote; él enseñaba con el error, esa fórmula me gustó y es la que hemos trabajado con el coyote.

También tenía el antecedente del Coyote Willy -el del ‘Correcaminos’- y un poco busqué incorporar eso: que siempre juega a perder, pero con toda la intención de ganar. Así nació Beto Coyote”.

Impreso en sus numerosos uniformes de beisbol, Beto usa el número -1, haciendo alusión precisamente a su imagen de perdedor-ganador.

“A veces, celebra como si hubiera ganado”, agrega Gerardo, “para el Coyote, ganar el primer lugar, el segundo, el tercero o el séptimo, es lo mismo; él siempre lo disfruta”.

Trabajar la botarga siempre es un reto, asegura el actor, pero, desde el 8 de noviembre de 1993, su fecha de aparición juntos, asegura que ambos se han entendido bastante bien.

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Una botarga del Beto, con todo y cabeza, llega a pesar hasta siete kilos. A la fecha, en sus casi 26 años de vida, el coyote ha cambiado tres veces de traje y va por una cuarta. La primera de ellas, fue fabricada en Oklahoma y hoy, el taller de fabricación de botargas de La Matraka -la casa de teatro que lidera Gerardo-, se encarga de la nueva muda de piel.

“Yo tengo una empresa que se dedica al diseño, creación y acompañamiento de un personaje y, dependiendo de los materiales, una botarga puede valer unos 25 mil pesos”, explica Gerardo y luego ríe, “aguanta muchos años y se le debe dar mantenimiento; hay que darle gallinas, guajolotes, conejos y esas cosas… que no se malpase”.

Adentro del Beto se pasa mucho calor, no tiene ventilación automática, pero sí entra algo de aire por los ojos, el cuello y el hocico. Sin embargo, como las jornadas no son muy largas, Gerardo siempre ha encontrado la forma de jugársela. 

¿Quién es el coyote cuando entra al campo?

“El Beto es un loquillo que le busca, le encuentra y lo lleva a cabo”, afirma Gerardo.

Sus participaciones siempre son para animar al público que grita, aplaude e interactúa con él desde sus asientos. Para ellos, cada temporada, hay algo nuevo: pirotecnia, música, coreografías, bromas y entradas triunfales en tirolesa, helicóptero, en cuatrimoto o, recientemente, en una pequeña bicicleta eléctrica.

“Fue una cosa de ir entendiéndose con la gente”, dijo Gerardo, “ir un poco entendiendo el código con los niños y cómo las mujeres empezaron a acercarse al personaje, a quererlo, a adoptarlo, y el mismo personaje se dejó querer.

Temporada tras temporada, ha ido encontrándose cosas diferentes y echándolas al morral de vida”.

En el estadio, Beto Coyote ha hecho hasta lo imposible. Como una de sus hazañas más riesgosas, Gerardo recuerda: “En un ensayo, llegamos en un planeador al estadio Héctor Espino, desde el CUM (Centro de Usos Múltiples).

Cuando bajamos, el piloto me dice ‘¿te fijaste en todo lo que hice?’ Le dije que no y pues me dijo que anduvo buscando un árbol dónde caer, porque se le vino el viento encima. Entonces dije yo, ¿qué ando haciendo acá arriba?”, se rasca la cabeza y ser ríe en una mueca, “pero bueno, eran retos que nos fuimos proponiendo y eso fue capitalizando al personaje”. 

La primera de todas sus aventuras, fue en una tirolesa. “La primera activación que hice, con riesgo, fue bajar en tirolesa del estadio Héctor Espino, desde el techo, de tercera a primera base; pero también ha sido manejar la cuatrimoto, en dos llantas, también hago wheelies”.

En algunas ocasiones, también hizo cuerda floja, monociclo, zancos y redondillas flip. “Me acueeerdo”, dice Gerardo, y bromea con las cosas que la edad ya no le permite hacer. 

“Hay dolores permanentes, como los siente todo el mundo, pero, como dice mi hija: el cerebro no envejece, y busco no demeritar las cosas que he hecho y que han funcionado al personaje”.

Que él se siga divirtiendo en cada juego, es un buen síntoma de que ambos siguen caminando juntos, expresó.

“Procuro que la gente no vea a alguien adentro, sino que vea la interpretación de un personaje”, agrega Gerardo, “obviamente, que sean conscientes de que hay alguien, pero, a estas alturas, cuando accidentalmente la gente ve que me quito la máscara, dice ¡uy, qué viejo está, no creí que estuviera tan grande!

Y digo, pues esto lo agarré muy grande y no es culpa mía, lo que sí, es que celebro que ha pasado tanto tiempo y eso de alguna manera se debe al trabajo que hemos hecho”, dijo el actor. 

Más que pensar en el retiro, sostuvo, en alguna ocasión ha pensado en el cambio de estafeta, donde le gustaría quedarse asesorando a quien pudiera continuar el personaje. De momento, agradece poder seguir dándolo todo y que la directiva del equipo le permita continuar con el trabajo que, de verdad, ama profundamente.

Algo que siempre llama la atención del Beto, es la incontable cantidad de personajes que llega a interpretar durante las temporadas, con múltiples vestuarios y disfraces.

Gerardo abre su closet ubicado dentro del camerino del Beto y muestra sus sombreros, casacas y diversos juguetes: una vaca en miniatura, un hueso de cavernícola, un enorme tambor autografiado por él mismo… y por ahí se asoma un pequeño coyote despeinado que pareciera su hijito.

“En un tianguis, como un año antes de que me saliera la oportunidad de ser coyote, o de conocer al coyote, apareció este y siempre me ha acompañado, ya tiene como 27 años conmigo, ¡o más!”

Y, al señalar un largo penacho de plumas largas y coloridas, continúa: “Hubo una temporada en que generamos alrededor de 18 o 20 personajes que se ponía el Beto Coyote; por fortuna, contamos con la amistad y el compromiso de Alejandro Huerta, que es un vestuarista maravilloso y tenemos muy buena comunicación con él”.

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Con toda su utilería, ha hecho a “Chenteyote” -una imitación de Vicente Fernández- a Michael Jackson y Charles Chaplin, al Chavo del Ocho y al Chapulín Colorado; en su fiesta de quince años, se vistió de quinceañera y quinceañero; pero también lo ha hecho de Spiderman, Drácula, Batman, cavernícola, un hombre playero, un fortachón y un revolucionario.

A eso, se le suma la basta experiencia actoral y preparación escénica que Gerardo se ha preocupado por generar.

“Siempre me ha gustado mucho el lado de la comicidad y el clown, tomé talleres de artes circenses, aprendí a lanzar cuchillos, la cuerda floja, monociclo, balancing, malabares, actuación y el clown; conocer el espacio escénico me ha dado mucha oportunidad de crecer y crear personajes”.

Fuera del diamante, al coyote también lo conocen en las escuelas, los hospitales y en todo evento deportivo y de beneficio social al que lo inviten.

“Se pone de moda y yo le he ido encontrando esta razón social en el equipo y de la empresa; nos hemos dedicado a causas nobles, hemos volteado la mirada hacia grupos de niños vulnerables, hemos visitado hospitales, hemos propuesto actividades en un terreno que va con el deporte y la fiesta.

Como actividades artístico culturales que son nuestras y que no se veían en un estadio, como danza folclórica, mariachi, algunas actividades que no estaban pensadas para el estadio”, señala el director escénico.

En su trayectoria, Gerardo y el Beto han vivido momentos importantes, como su fiesta de aniversario número 17, en 2009, y también la mudanza del Estadio Héctor Espino al Estadio Sonora, en 2013.

En el primero de estos eventos, la fiesta fue en grande. “La Pachanga del Coyote” tuvo motociclistas, carros a control remoto que hacían piruetas en rampas, pirotecnia, baile y a un grupo de niños sordos que le cantó “Las Mañanitas. 

Pero el evento fue particularmente especial, cuando Alberto Portillo, “Eypa Penta”, un rapero sonorense muy querido y popular -y quien falleció en 2014-, le escribió e interpretó un rap al coyote, una canción que quedó impregnada en la historia de la mascota.

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“En el estadio Héctor Espino, motivación para los viejos y el ídolo para los niños; damas y caballeros, pongan atención, Hermosillo sigue mostrando el colmillo”, versan sus letras.

“Tuvimos la fortuna de contar con un grupo de hip hop, con Eypa Penta, que ya no nos acompaña… nos creó una canción, un rap que llevamos muy por dentro”, dijo Gerardo.

Sobre la mudanza entre estadios, dice: “Nos fuimos de una piñata en el patio de la casa, a una fiesta de quince años a un salón, ¡con todo!”

Explica que, en realidad, se enfriaron muchas cosas que tenía el Estadio Héctor Espino, porque la distancia se alejó entre el campo y los jugadores con el público, pero también la fiesta se hizo muchísimo más grande, en un lugar mucho más cómodo y moderno.

“No es que el Espino se extrañe como para volver, sino que es un ciclo: allá fueron momentos muy importantes para el personaje y para mí también y creo que estar en el momento y aprender de ello, es importante; también empieza uno a tenerle cariño a esto, porque bajar siete veces 78 escalones por juego, ya empieza a tener chiste”, sonríe.

Sin duda, de todos los aficionados del beisbol que ha conocido en los estadios de la Liga, los hermosillenses, son especiales, reconoce Gerardo.

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“Me falta conocer el estadio de Monterrey y el de Jalisco, afortunadamente, conozco casi todos los de la Liga”, narra, “pero creo que la afición naranjera tenemos algo especial, y creo que en gran medida, de alguna manera, tiene mucho que ver la manera como el señor Manuel Torres -la voz oficial de los Naranjeros- se ha dirigido en el micrófono en lo local”.

Todo se ha hecho en un ambiente de respeto, diversión y disfrute, donde, generalmente, cuando ocurre un pequeño desencuentro, se ha identificado que se protagoniza por gente que visita el estadio por primera vez.

El Beto ha estado -por lo menos y si su memoria no le falla- en seis campeonatos y cinco Series del Caribe: dos veces en Puerto Rico, una en Venezuela, Culiacán y otra más en su propio terreno, Hermosillo.

“Ha sido maravilloso, porque, la verdad, mi trabajo es teatral y hay creación de personaje, hay un personaje caminando en ese mono; no es una persona que se pone un traje y anda por ahí haciéndose vivo.

Es un actor con compromiso y que no deja nada al azar, que toma las decisiones de improvisar en relación con lo que se le va dando”.

Todo eso lo ha ido cultivando con los años, concluye, tomar momentos, hacerlos suyos y ser parte de ello, salga bien o salga mal.

“En un momento dado, digamos que de octubre a diciembre, el personaje borra mi nombre y la gente me conoce como Beto”.

Por Astrid Arellano. Reportaje publicado en alianza colaborativa con Proyecto Puente.

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