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La Opinión

¿AMLO saldrá ganando o perdiendo de la crisis del Covid-19?

La encuestas muestran una baja en la popularidad de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y de Morena durante la crisis del Covid-19

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Jacques Coste

Muchos analistas consideran que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) aprovechará esta crisis del coronavirus (Covid-19) para fortalecer la figura presidencial y aumentar el poder del Ejecutivo, al igual que lo han hecho otros líderes como Viktor Orbán en Hungría o Benjamin Netanyahu en Israel.

Yo sostengo precisamente lo contrario. Creo que el presidente y su proyecto político saldrán sumamente debilitados de esta crisis.

No dudo que AMLO intente usar la crisis del Covid-19 para fortalecer su posición de poder y para afianzar su proyecto político, pero sí dudo mucho de su capacidad para lograrlo. En las últimas semanas, las limitaciones de López Obrador han quedado en evidencia.

AMLO demuestra día con día que no entiende el tamaño del reto que está enfrentando por la crisis del Covid-19. Lo subestima en términos sociales, económicos y de salud pública.

Repite constantemente que esta crisis es pasajera y sostiene que, para el final de 2020, se habrán creado dos millones de empleos nuevos, a pesar de que se calcula que la economía mexicana caerá entre seis y ocho por ciento durante este año.

Quiere que los empresarios sigan pagando sus impuestos puntualmente, que no despidan a ningún trabajador y que contribuyan a la recuperación económica del país, pero no les ofrece nada a cambio: nada de estímulos fiscales ni de ayudas gubernamentales, no queremos otro Fobaproa.

Piensa que continuar con los programas sociales que ya existen y que entregar por adelantado algunas ayudas directas a la población vulnerable (como los ancianos o las personas con discapacidad) será suficiente para contener los efectos de la pandemia en la sociedad.

Asegura que el sistema público de salud está bien preparado para lidiar con la emergencia sanitaria y que la red hospitalaria no colapsará por todos los pacientes que necesiten terapia intensiva.

A pesar de la situación de crisis, recurre a las mismas fórmulas discursivas de siempre para referirse a la emergencia: atacar a “los conservadores”, señalar que hay una amenaza golpista en ciernes, minimizar la crisis frente al “verdadero problema de México” que es “la corrupción” e intentar llevar la mirada pública y la atención mediática hacia otros temas.

Con todo esto, el presidente ha exhibido sus limitaciones: su inflexibilidad política, su rigidez ideológica, su ignorancia económica, su infundado temor a ser víctima de complots o conspiraciones, su poca disposición para negociar y llegar a acuerdos, así como la escasez de su repertorio discursivo.

La mayoría de encuestas recientes muestran una baja en la popularidad de AMLO y de Morena durante la crisis del Covid-19.

Es cierto que esta disminución todavía es moderada, pero también es verdad que, hasta hace unos meses, parecía imposible que la aprobación del presidente descendiera y que cada vez más ciudadanos se sienten desencantados con el proyecto lopezobradorista.

Al igual que Donald Trump en Estados Unidos, López Obrador cuenta con una base dura de votantes que, haga lo que haga y diga lo que diga, jamás lo dejarán de apoyar.

Lee: Los ganadores y perdedores políticos de la crisis del Covid-19

Se trata de un sector de aproximadamente 30 o 35 por ciento del electorado que respalda incondicionalmente al presidente. Sin embargo, sectores de clase media con alto nivel de escolaridad que ejercieron el voto de castigo en 2018 y tacharon el nombre de AMLO en la boleta por hartazgo hacia el PRI y el PAN están desertando de las filas del lopezobradorismo.

Aunado a esta disminución del nivel de aprobación presidencial, otro problema que ha desatado la crisis del Covid-19 para AMLO es que, si antes su proyecto de nación era difícil de conseguir durante un solo sexenio, ahora es totalmente inviable.

Bajo las nuevas circunstancias, varios puntos prioritarios de su agenda no tienen razón de ser y, peor aún, no hay manera de llevarlos a cabo sin incurrir en graves desequilibrios.

La refinería de Dos Bocas es uno de los proyectos de infraestructura insignia de este gobierno. Desde que se anunció su construcción, había serias dudas sobre su sostenibilidad y su viabilidad económica.

Lee: México vive una crisis transitoria por el coronavirus, pero pasará pronto: AMLO

Ahora, con el ínfimo precio del barril de crudo y la situación económica internacional, estas dudas se convirtieron en certezas.

Otro ejemplo: la austeridad republicana y la decisión de no aumentar la deuda pública bajo ninguna circunstancia no tienen sentido en un contexto en el que se necesita que el Estado intervenga decididamente en la economía para mitigar los daños inmediatos de la pandemia y, posteriormente, para revitalizar la actividad económica.

Por más que AMLO se ha mostrado reacio a aceptar la nueva realidad por la crisis del Covid-19 y por más rígidas e irrenunciables que sean sus promesas de campaña, su agenda se ha vuelto inviable. No hay manera de ejecutarla, aunque exista toda la voluntad para lograrlo.

Si la necedad prevalece sobre la razón, la crisis será aún más aguda y esto contribuirá a que López Obrador pierda el apoyo de una porción más amplia de la ciudadanía, quizá de toda ella con la excepción de su base dura e incondicional.

Otro síntoma del debilitamiento de López Obrador es que, hasta hace unos meses, parecía que su proyecto centralizador de concentración de poder en la figura presidencial —desmantelamiento de contrapesos del Ejecutivo, disolución de instituciones, toma unipersonal de decisiones— estaba teniendo éxito y había temores fundados de que se convertiría en una tendencia difícil de revertir.

Ahora, las fisuras del proyecto centralizador están saliendo a relucir en distintos frentes. La toma unipersonal de decisiones se está resquebrajando y el presidente se recarga cada vez más en Marcelo Ebrard para sacarle las castañas del fuego. Ante la desorganización del gobierno federal, los gobiernos estatales están surgiendo como contrapesos del Ejecutivo al implementar medidas para combatir los efectos del Covid-19 por cuenta propia.

La crisis está poniendo en relieve el hueco que dejó la desaparición o la sangría presupuestaria de algunas instituciones (como el Seguro Popular).

Otro mal signo en el panorama del presidente es el surgimiento de una incipiente oposición, la cual aún está desarticulada, poco cohesionada y focalizada. Es decir, esta oposición se está configurando en polos aislados de los estados de la República o en organismos nacionales particulares, pero todavía no hay una opción política alternativa fuerte a nivel federal.

En mi próxima entrega, hablaré sobre esta incipiente oposición  y sus posibilidades de articularse para hacer frente al presidente.

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