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Ganadería del Río Sonora sigue afectada por derrame de Grupo México

La ganadería del Río Sonora ha sido en los últimos cinco años una de las más afectadas por la contaminación provocada por el derrame de Grupo México

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Manuel de Jesús Vásquez Montaño se dedica a la ganadería desde hace 35 años y se dedica a la exportación de cabezas para el consumo de carne.

LA ESTANCIA, Sonora. La recuperación de la ganadería del Río Sonora ha sido lenta. En los pueblos sus corrales han bajado su ocupación y las galeras que almacenan el alimento para las vacas apenas parecen recobrar una pequeña parte de su capacidad.

En La Estancia, una localidad de 713 habitantes ubicada en el municipio de Aconchi, los efectos del derrame tóxico de Grupo México, cinco años después, no terminan de desaparecer.

Manuel de Jesús Vásquez Montaño es ganadero desde hace 35 años y se dedica a la exportación de cabezas para el consumo de carne.

“En 2014, el precio del ganado andaba entre 95 y 100 pesos el kilo y con el derrame se detuvieron las exportaciones… mucho ganado no salió y nos quedamos con él en los corrales”

Manuel de Jesús Vásquez Montaño , ganadero

Dentro de una pequeña oficina, el ganadero toma un grueso volumen de facturas, documentos y fotografías que acopió como evidencias para explicar el descenso en sus producciones en los años siguientes al 6 de agosto de 2014, fecha en la que el agua fue contaminada con 40 mil metros cúbicos de lixiviados de cobre.

“Yo tengo facturas con el precio del ganado, donde una ‘trailada’ a Estados Unidos se exportaba en 134 mil dólares, ahí están las fechas de ese año, antes del derrame”, señala con el índice en los papeles. 

“Ahorita, está saliendo una ‘trailada’ de ganado en 77 mil dólares; ¿qué tanto nos falta? Está bien… subió el tipo de cambio, pero la diferencia sigue siendo muchísima. De los 134, nos faltan 56 mil dólares”.

Toda la documentación fue presentada ante las autoridades federales que desfilaron por Sonora durante aquellos primeros años y también fue actualizada para entregarse al nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, afirma. Pero a cinco años de distancia, como mediano productor y como otros tantos colegas en La Estancia, no ha recibido apoyo.

“La ganadería está por los suelos… ese tema lo hemos trillado y no hemos recibido ningún resultado, ni una cosa”, dice con pesadumbre, “palabras van y realidades no vienen”.

Manuel de Jesús invita a salir de la oficina y se dirige en automóvil rumbo a los corrales. Allá le llama a Rafael, uno de los trabajadores, para explicar juntos que duraron meses acarreando agua de pozos lejanos y que, cuando por fin decidieron usar el agua del río, años después, les quemó el alimento para las vacas que tenían almacenado en un silo, a nivel del suelo.

“El silo es zacate que se va picando, se aplasta con agua, yogur, maíz y otros componentes y se deja fermentar, bien tapado, y se da en los corrales como alimento, pero el agua que le estuvimos echando lo perjudicó, lo quemó”, explica Manuel de Jesús.

Entonces Rafael, parado sobre los restos del silo, remueve la tierra para extraer el alimento que debía mantener colores naturales de pasto y que terminó siendo de un café muy oscuro, casi negro.

“Se perdieron 250 viajes de cinco toneladas”, dice Manuel, “con el agua que le estuvimos echando se perdió y se hizo como estiércol; el ácido que traía el agua quemó el zacate”.

Rafael López Vásquez, tiene 36 años y ha dedicado la mitad de su vida a trabajar en los corrales. Haber crecido en ese trabajo y haber vivido el derrame, lo hacen estar seguro de que las cosas cambiaron en la región. Para empezar, afirma, fue testigo de cómo uno a uno sus compañeros de trabajo tuvieron que irse y dedicarse a otra cosa, pues ya no había espacio para ellos.

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“Éramos 30, ya nada más quedamos seis o siete”, señala Rafael. “Se generaba mucho empleo porque se jalaban pacas de la milpa; en una tierra de 30 o 40 hectáreas, metíamos entre ocho y 10 gentes a trabajar para que nos ayudaran a jalar las pacas, pero llegó la contaminación y se acabó todo”.

Ahora ya ni siquiera hay pacas producidas localmente, pues la mayoría se traen desde Mexicali. “Si antes se hacían 10 mil (en La Estancia) ahora son mil nada más; es un 10 por ciento”, comenta Manuel de Jesús. “Pero, en general, estamos a un 60 por ciento de cómo estábamos antes, la recuperación ha sido muy lenta”.

Derrame pega a la industria lechera

De acuerdo con la Unión Ganadera Regional de Sonora (UGRS), el derrame de tóxicos en los afluentes de los ríos Sonora y Bacanuchi no tuvo efectos sobre los productores de carne, pero sí en los lecheros.

Rubén Molina Molina, secretario de la Unión y en su calidad de habitante del Río Sonora, específicamente del municipio de Banámichi, asegura que la actividad ganadera está perfecta y que la preocupación actual -más allá de percepciones- debería ser la prevención de una nueva negligencia o accidente.

Como habitante del Río Sonora, específicamente del municipio de Banámichi, el secretario afirma que la actividad ganadera está perfecta y que la preocupación actual —más allá de percepciones— debería ser la prevención de una nueva negligencia o accidente.

“Te lo puedo decir con toda confianza, ahorita está bien, todo está bien”, expresa. “Los que fueron afectados, ya fueron afectados… ahorita el problema, más que enfocarnos en el derrame pasado, se deberían prevenir derrames futuros, porque el derrame que provocó todo este desorden del que estamos hablando (iniciado en Bacanuchi) después de tantos años. Fue de este tamañito, una represita chiquitita”.

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La mina Buenavista del Cobre es del tamaño del municipio de Cananea, asevera, y la posibilidad de que reviente la presa de jales ubicada cerca del río Bacoachi, que es de un tamaño mayor, representa un riesgo latente que podría acabar con toda la cuenca al unirse en un punto de su recorrido con el Río Sonora.

“Debemos dejar de jugar a los sabelotodos”, expone. “Tanto la gente, las autoridades, los funcionarios… realmente es gente que está de paso y lo que debe pasar es dejar de jugarla al sabelotodo, porque existen organismos internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y que en México tiene una oficina, ellos sí saben qué hacer y no se acudió a ellos, la propuesta siempre la tuvimos”.

Aunque la ganadería no fue la rama productiva más afectada del Río Sonora, fue en el municipio de Baviácora donde se reflejó una reducción del 14 por ciento en las cabezas de ganado durante 2018, cuando los productores refirieron problemas de salud y muertes repentinas en sus vacas, cuenta la doctora Reina Castro Longoria.

La investigadora del Departamento de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Universidad de Sonora (Unison) advierte que nunca se tuvieron claras las causas de muerte, pero entre abril y mayo del año pasado los productores tiraron por decenas a sus vacas y caballos muertos.

“El año pasado hubo un tiradero de animales a tres o cuatro kilómetros de Baviácora, caían por montones y todavía existe allí el cementerio a cielo abierto”, recuerda.

A excepción de este y el municipio de Aconchi, como lugares cercanos al río y que sí resultaron contaminados, el resto de municipios siguieron su actividad ganadera normal.

En el recorrido por la ruta del Río Sonora, todo productor o comerciante consultado, en cualquiera de las ramas que se desarrolle, coincidió en que los daños persisten, que las producciones no son las mismas y las ventas no logran levantarse.

“La ganadería está por los suelos”, continuó Manuel de Jesús. “Entró mucho la desconfianza en el producto, que el ganado podría traer metales pesados en la carne, pero se hicieron muestreos y nunca salió nada de eso, aún así, duramos meses parados, sin poder hacer nada”.

Manuel manifeista que no quiere que le regalen nada y que ese pensamiento lo comparten el resto de ganaderos de La Estancia. Ellos sólo necesitan orientación para continuar su trabajo y tener pozos que les den agua limpia para dar de beber y alimentar a sus animales.

Por Astrid Arellano. Reportaje publicado en alianza colaborativa con Proyecto Puente

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