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La Opinión

Nueva titular de la CNDH: justa reivindicación, injusto nombramiento

María del Rosario Piedra Ibarra, nueva presidenta de la CNDH, es muy cercana a Andrés Manuel López Obrador y a Morena, partido que la designó como candidata a diputada

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La elección de María del Rosario Piedra Ibarra como nueva presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha dado mucho de qué hablar en los últimos días. 

Nadie duda de la trayectoria y del tesón como activista de derechos humanos de María del  Rosario Piedra. Es hija de Rosario Ibarra de Piedra, fundadora del Comité ¡Eureka! para la búsqueda de personas desaparecidas, y ha continuado la lucha de su madre. 

Ambas representan la dignidad y el coraje de quienes, ante la indiferencia del Estado, decidieron emprender una búsqueda incesable para encontrar a sus familiares desaparecidos. 

Las voces de las Ibarra retumban en todo el país y se unen a miles, millones, más que claman por justicia y porque se acabe esa maldita impunidad que permite que se viole, se asesine, se torture y se desaparezca sin consecuencias. 

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Además, la labor de estas dos mujeres, y de muchas más, unifica en una sola lucha a quienes buscan que se esclarezca la verdad y que se haga justicia en los casos de desaparición perpetrados durante la “guerra sucia” de los años setenta con aquéllos que buscan lo mismo para las desapariciones de hoy: ésas que se cometen día con día en el México de la guerra contra el narcotráfico, en el país de los feminicidios, en la tierra de la ignominia, la violencia y la deshumanización. 

El nombramiento de María del Rosario Piedra, como nueva cabeza de la CNDH, es un reconocimiento a la lucha de todos estos hombres y mujeres valientes, comprometidos e incansables. También es una reivindicación de la pugna por la verdad y la justicia en los casos de desaparición. 

A pesar de que es loable extender este reconocimiento y reivindicar a un movimiento largamente ignorado por el Estado, preocupan las dinámicas que envolvieron al nombramiento, así como algunas características del perfil de Rosario Piedra. 

En primer lugar, la designación del titular de la CNDH corresponde al Senado. Como ha ocurrido con otros nombramientos a cargos importantes, la elección en la Cámara Alta fue secreta. 

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Se utilizó el mecanismo de votación por cédula: cada senador emite su voto de manera anónima en una hoja de papel en la que selecciona el nombre del candidato de su preferencia y, al final,  se hace un conteo de todos los votos. 

Este mecanismo es sinónimo de opacidad y de falta de rendición de cuentas, pues los electores no podemos saber por quién votaron nuestros senadores, lo que evita el escrutinio ciudadano y facilita las alianzas interpartidistas por debajo del agua. 

Algunos senadores de oposición han manifestado su inconformidad con el proceso de elección y han expresado que hubo irregularidades, como la misteriosa desaparición de dos votos en contra de la designación.

En segundo lugar, el presidente Andrés Manuel López Obrador manifestó su preferencia por Rosario Piedra Ibarra en repetidas ocasiones. 

No sólo eso, sino que constantemente expresó su deseo de que ganara Piedra y su sospecha hacia los perfiles de los otros dos candidatos principales: Arturo Peimbert y José de Jesús Orozco. 

Esto vició y condicionó el proceso de elección desde un principio, especialmente por el carácter personalista de Morena, ya que los legisladores de ese partido suelen seguir las directrices del presidente a rajatabla y hasta sus últimas consecuencias. 

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En tercer lugar, la cercanía entre las Ibarra y López Obrador ha causado escozor entre los analistas y los políticos de oposición.

Rosario Ibarra madre lleva años cerca de AMLO. Lo ha acompañado en sus tres campañas presidenciales y, hace tan sólo unos días, en su carta de aceptación de la medalla Belisario Domínguez, se refirió a él como “querido y respetado amigo”. 

Por su parte, Rosario Piedra hija también es muy cercana a López Obrador y al partido en el poder. De hecho, es militante de Morena y fue candidata a diputada por ese partido. 

Esta cercanía despierta dudas sobre la autonomía con la que actuará al frente de la Comisión. A estas dudas se suman otras relacionadas con su perfil de férrea activista. 

El Comité ¡Eureka! es una institución digna de nuestro más grande respeto y admiración, pero siempre ha sido una organización de choque, de protesta y de enfrentamiento con la autoridad. Esto en sí mismo no es nada malo, pues la naturaleza de la lucha por los desaparecidos requiere de una organización de este corte. Sin embargo, estas características hacen dudar de las capacidades de la señora Piedra al frente de una institución de la talla de la CNDH. 

No es que ningún activista tenga las credenciales para dirigir la Comisión. 

De hecho, hay muchos activistas con capacidades de sobra para hacerlo. 

Sin embargo, hay organizaciones no gubernamentales pro derechos humanos que tienen mucha mayor robustez institucional que el Comité ¡Eureka! y se relacionan con las autoridades por canales tanto oficiales como no oficiales: combinan la movilización, la confrontación y la protesta con el diálogo, la redacción de informes y el escrutinio del actuar gubernamental. 

Un activista proveniente de una organización así tendría más experiencia y mayores habilidades para gestionar una institución como la CNDH cuya labor es vigilar los actos del gobierno, evitar los abusos de poder, investigar las violaciones a derechos humanos y emitir recomendaciones, pero sin salirse del marco legal-institucional mexicano, pues se trata de un organismo público autónomo. 

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Por muy respetable que sea su lucha y su trayectoria, Rosario Piedra está capacitada para defender los derechos humanos por medio de la confrontación y carece de experiencia en el ámbito de la gestión institucional. 

Además, su cercanía con AMLO y su militancia en Morena son puntos en contra de su autonomía y su imparcialidad. 

El titular de la CNDH debería tener experiencia institucional en la promoción de los derechos humanos y no debería tener vínculos personales con el presidente ni con el partido en el poder. 

Finalmente, ante las manchas en el proceso de designación del presidente de la Comisión, debería considerarse hacer las reformas pertinentes para vetar el mecanismo de votación por cédula en los procesos de designación a cargos públicos en el Senado. Si Morena realmente quiere crear un andamiaje institucional que evite la corrupción y el tráfico de influencias, ése sería un buen punto de partida.

Por Jacques Coste Cacho

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