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El Extranjero

China: más fuerte que nunca

El presidente de China, Xi Jinping mando al mundo un mensaje de unión del Partido Comunista Chino, así como de que su gobierno está firme

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El primero de octubre se celebró el 70° aniversario de la fundación de la República Popular China. El festejo se llevó a cabo en Beijing, la capital del país y el centro desde donde se expande el poder del Partido Comunista Chino (PCCh).

Hubo discursos de los líderes políticos, fuegos artificiales, danzas populares y un gran desfile militar.

La noticia pasó relativamente desapercibida en la prensa occidental. Además, muchos de los medios que sí le dieron cobertura al hecho se concentraron en las manifestaciones prodemocráticas en Hong Kong, que, según su narrativa, ennegrecieron los festejos.

Los medios occidentales también pusieron énfasis en los claroscuros de estos setenta años de gobierno del PCCh: crecimiento económico, pero sin libertades individuales; estabilidad política, pero con autoritarismo; expansión de la educación, pero con adoctrinamiento, y reflorecimiento cultural, pero con censura.

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Es verdad que la estancia en el poder del Partido Comunista ha dejado resultados ambivalentes y que se trata de un gobierno represor y autoritario. Pero no es menos cierto que China luce tan fuerte como nunca en la historia contemporánea y que, hoy en día, Beijing es el máximo rival de Washington en la arena internacional.

La realidad es que, lejos de que las protestas hongkonesas mermaran el ambiente festivo en la China continental, el presidente Xi Jinping aprovechó la ocasión para hacer una demostración de fuerza para el interior y para el exterior.

En el ámbito interno, los festejos enviaron tres mensajes:
1) China tiene mucho que celebrar
2) No existen divisiones internas en el PCCh
3) La autoridad del gobierno se mantiene firme y es incuestionable.

Las celebraciones fueron una reafirmación de la cultura china y resaltaron los avances materiales, educativos y tecnológicos logrados en los últimos setenta años.

Se puso énfasis en que China arribó a la modernidad sin renunciar a su propia esencia ni recurrir a los modelos occidentales de desarrollo. No fue casualidad que, tan sólo unos días antes del 70° aniversario, Xi Jinping inaugurara el aeropuerto de Daxing, una de las terminales aéreas más grandes y modernas del mundo.

El gobierno chino también comunicó de manera retórica, por medio de los discursos de distintas figuras políticas, que el éxito reciente de China se debe a que “todos estamos unidos, como un solo pueblo”.

El mensaje también se transmitió de un modo gráfico, pues los expresidentes Hu Jintao y Jiang Zemin aparecieron en la tribuna principal de la Plaza de Tiananmen a un costado de Xi, en un claro gesto de apoyo al actual líder.

El tercer mensaje de Xi Jinping se entregó en Beijing, por medio de los discursos políticos y del impresionante desfile militar, y en Hong Kong, donde se reprimió a los manifestantes que salieron a las calles y se desplegó un amplio operativo policíaco-militar en la zona fronteriza para desactivar cualquier protesta en la China continental.

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Carrie Lam, jefa Ejecutiva de Hong Kong, estuvo junto a Xi Jinping en los festejos, con lo que el gobierno chino mostró que no dudará en intervenir en territorio hongkonés para respaldar a la mandataria.

Hacia el exterior, la celebración fue una exhibición nada velada del poderío de China. Xi declaró: “Ninguna fuerza puede destantear la posición de nuestra gran patria, ninguna fuerza puede obstruir el avance del pueblo chino y de la nación china”.

El ejército chino aprovechó el desfile para mostrar músculo. Participaron 15 mil soldados, 160 aviones militares y cientos de vehículos terrestres. Además, se hizo gala del poderoso armamento con el que cuenta el Ejército Popular de Liberación, entre el que se encuentran numerosos misiles balísticos intercontinentales, así como un nuevo proyectil capaz de cargar múltiples ojivas nucleares y dejarlas caer en distintos puntos geográficos.

Se pusieron de manifiesto los avances tecnológicos de China en materia aeroespacial, armamentística y de seguridad e inteligencia.

Rusia y China reafirmaron su alianza. Vladimir Putin emitió una calurosa felicitación para Xi Jinping. El mandatario ruso destacó que Moscú y Beijing son “socios estratégicos insustituible”, y expresó que espera que ambos países continúen estrechando sus vínculos y extiendan su cooperación a otros ámbitos en el futuro.

Uno de los temas en la agenda internacional que más preocupa a Estados Unidos es el constante y gradual acercamiento entre China y Rusia. Bajo los liderazgos de Xi y Putin, estos dos países han ampliado su colaboración a dos rubros que causan especial escozor en Washington: la energía y la seguridad.

La República Popular China no está exenta de retos y tiene muchos problemas que resolver. Uno de ellos —el más visible en Occidente— son las protestas de Hong Kong, pero hay mucho más y de toda índole: los altos niveles de contaminación en los centros urbanos e industriales del país, el envejecimiento poblacional, la dificultad de congeniar los valores culturales tradicionales con los avances tecnológicos, las pugnas internas en el PCCh, entre otros.

Sin embargo, el que la mayoría de los medios hayan narrado el 70° aniversario
sólo desde estos problemas y el que buena parte de los analistas hayan puesto el
acento en las manifestaciones de Hong Kong es una muestra de las dificultades
que Occidente tiene para comprender a China.

Esto se debe, en parte, a que sólo miran a Beijing desde sus propias experiencias, expectativas y valores democráticos-liberales. Pero este desconocimiento también responde al miedo que provoca el ascenso de China, que representa un modelo político y de desarrollo alternativo al europeo y el estadounidense.

Si las democracias occidentales dejan que su ceguera ideológica y su temor les impidan aceptar algo que ya es un hecho incontrovertible —China es una potencia y su influencia en el orden internacional es cada vez mayor—, entonces será demasiado tarde para adaptarse y responder ante los retos que plantea esta nueva realidad.

Por Jacques Coste Cacho

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